Están por todas partes: en tu tarjeta de crédito, en tu móvil o en tu módem. Se trata de los códigos secretos, un procedimiento tan antiguo como Homero, quien ya los utilizaba. César, los adoraba. También los usaban los templarios o Enrique IV, quien abusó de los códigos en su correspondencia amorosa.
Han causado guerras, han hecho ganar batallas y puesto en una situación complicada a Estados Unidos (recordad el caso Snowden). Han influido en el desarrollo del comercio, estaban presentes en las intrigas palaciegas…
En estas líneas encontrarás: cifrado zigzag, código púrpura, discos de Alberti, la palabra probable de Bazeries, el cilindro de Gripenstierna, Enigma, máscaras perforables, Vernam, el sistema RSA, y algunos más.
PRÓLOGO
Tienes en tus manos un documento muy especial.
Hay muchísimos libros sobre códigos secretos, pero ninguno como el que te dispones a leer. Al publicar La Biblia de los códigos secretos, quisimos proponer a los lectores una obra de referencia que tuviera un doble papel. El primero, haceros viajar por el mundo misterioso e intrigante (¡e intrigas encontrarás a granel!) de los secretos de la historia, del manuscrito de Voynich del siglo XV —hasta una lengua élfica nunca descifrada— hasta Radio Londres y sus célebres mensajes codificados de la emisión «Los franceses hablan a los franceses».
El mundo en el que te dispones a entrar ha sido durante mucho tiempo un privilegio de los poderosos que se disimuló al gran público a propósito. Los historiadores chocaron durante décadas contra el silencio de las autoridades cuando intentaban obtener la verdad, especialmente sobre el secreto de las transmisiones de la Primera y de la Segunda Guerra Mundial. Durante la Revolución francesa, María Antonieta mantenía su aventura oculta con el conde Axel de Fersen, escribiéndole cartas de amor cifradas, con uno de los mejores códigos de la época, incluso a pesar de que no sabía utilizarlo bien.
Actualmente, los especialistas han desvelado esos secretos antiguos, pero la totalidad de los conocimientos en la materia no se han puesto a disposición pública, en todo caso como una suma rica e informativa que, de la misma manera que las pirámides que contemplaban cuarenta siglos de historia, cubre todas las épocas. ¿Sabes, por ejemplo, que, cuando el Che Guevara quiso exportar la revolución cubana a Bolivia, comunicaba con Fidel Castro con el mismo código que el utilizado entre estadounidenses y rusos? Interesante, ¿verdad? ¿O que los arcanos de la célebre Enigma, la máquina de codificar, fueron descubiertos, en parte, gracias a la traición de un funcionario alemán de la Oficina del Cifrado?
Señora, mañana a las cinco en el parque
El primer objetivo de esta obra, ampliamente enriquecida desde su primera edición en 2012 (El Universo de los códigos secretos, Ixelles), es histórico. La transcripción —el arte de encriptar los mensajes— fue diplomático y militar en primer lugar, antes de servir al secreto de los negocios a partir del siglo XIX y también a un campo más anecdótico de las relaciones humanas: las correspondencias amorosas. Su contrario, la descodificación, llevó a una sofisticación de las técnicas del cifrado y, por eso mismo, a una lucha incesante entre codificadores y descodificadores. El segundo objetivo de este libro es darte las claves (en el buen sentido del término) para comprender el verdadero funcionamiento de los códigos secretos. He aquí dos ejemplos:
Hvwd sulphud iudvh kd vlgr fliudgd sru xq vlpsoh ghvsodcdplhqwr.
Rarficsed ed licifid sam res edeup esarf adnuges atse.
Estas dos frases están cifradas. Sin duda, para aquellos que ignoran todo sobre la criptografía, son incomprensibles. Sin embargo, representan los dos métodos clásicos del cifrado en sus formas más simples: la sustitución y la transposición. Cuando hayas leído este libro, descodificar estas frases te parecerá tan fácil como respirar (sí, sí, te lo garantizo).
Este libro contiene a veces algunas partes un poco técnicas, en la segunda mitad. Sin embargo, esas partes pueden hojearse sin problema para una comprensión general. Son para quienes quieran profundizar en el tema. Lo mismo sucede con los ejercicios lúdicos marcados como LQDD (lo que debemos descifrar). Los más motivados, a quienes nada asusta, ni siquiera las páginas matemáticas de los suplementos de verano de las revistas, encontrarán con qué ejercitar sus neuronas.
Errores eternos
A mi entender, esta doble preocupación, histórica y técnica, constituye la originalidad de esta obra sobre códigos secretos. No se contenta con dar importancia estratégica a las proezas de los descodificadores como Antoine Rossignol en la época clásica, Georges Painvin durante la Primera Guerra Mundial o Alan Turing durante la Segunda Guerra Mundial; también trata de mostrar el grado de ingeniosidad que desarrollaron, y cómo supieron explotar los errores de sus adversarios, errores que marcaron todas las épocas. Los métodos cambian, los errores persisten.
Al mismo tiempo, he escogido un plan estructurado alrededor de los métodos de codificación y de la historia. Para comenzar, mostraré a través de ejemplos históricos la necesidad de ocultar y el interés de descifrar las transmisiones. Luego, veremos el gran principio de la criptografía moderna, propuesto al final del siglo XIX por Auguste Kerckhoffs, según el cual un sistema criptográfico no debe reposar sobre el secreto de los métodos, de los algoritmos como se lo formularía hoy, sino sobre una clave que se cambia periódicamente.