Prólogo
El primer Papa latinoamericano
B ergoglio es el primer Papa de la historia que ha nacido en América.
¿Qué puede significar esto para su pontificado? Es difícil predecirlo pero pueden identificarse prácticas, experiencias, dolores y esperanzas inscritas en el ADN de la Iglesia en Latinoamérica que forman parte del bagaje existencial y eclesial del papa Francisco.
El continente habitado por más de 2 200 pueblos indígenas, con sus lenguas, culturas y religiones, recibió inicialmente, en un contexto de violencia militar, política, cultural y religiosa, un catolicismo ibérico de corte español, con la llegada al Caribe en 1492 de Cristóbal Colón, y, de corte portugués, con el paso por Brasil en 1500 de Pedro Álvares Cabral en su camino a las Indias. Más tarde, católicos y hugonotes franceses, anglicanos ingleses, reformados holandeses y luteranos daneses imprimieron diferentes formas al cristianismo en el Caribe, en la costa atlántica de América Central y del Sur, y en América del Norte. A partir del siglo XIX , la llegada de inmigrantes de países protestantes y ortodoxos, más el trabajo misionero de las iglesias protestantes, y la ola pentecostal del siglo XX diversificaron los rostros del cristianismo latinoamericano, o llevaron a convivir también con otras religiones traídas por los inmigrantes de países como la India, China o Indonesia. Hoy asistimos al renacimiento de antiguas religiones indígenas y afroamericanas en el seno de poblaciones oficialmente bautizadas en la Iglesia católica.
¿Qué marca de su carácter americano llevará a Roma el nuevo Papa, como obispo de aquella diócesis y en su tarea de presidir en la caridad la comunión de las iglesias?
Como hijo de inmigrantes italianos en Argentina, Bergoglio es heredero de una determinada parte de América Latina que los historiadores llaman Euro-américa, en contraposición a una Indo-américa y una Afro-américa.
Según el antropólogo brasileño Darcy Ribeiro, esta América está formada predominantemente por «pueblos trasplantados» de Europa a América, en la ola de la gran inmigración acontecida entre 1850 y 1914. Mientras que en el norte, los flujos migratorios se dirigían hacia los Estados Unidos y Canadá, en el sur, Argentina, junto con el cercano Uruguay y algunas regiones de Chile y del sur de Brasil, fue la meta preferida por la avalancha de irlandeses, italianos, españoles, alemanes, rusos, ucranianos, polacos y de cuantos buscaban en la emigración una solución a su pobreza y una respuesta a sus sueños de una vida mejor y más digna.
En este breve período de tiempo, Argentina recibió más de seis millones de emigrantes europeos, pero también muchos árabes y turcos procedentes del antiguo Imperio otomano, y judíos de Europa occidental y oriental.
Bergoglio trae a Europa su herencia italiana, impresa en el apellido, en la sangre y en su identidad cultural, aunque transfigurada por su nacimiento en el continente americano. La lengua de sus padres se enriqueció con el castellano, la koiné de muchos pueblos, razas y lenguas de la Argentina de los inmigrantes. En la actualidad, el castellano se ha convertido en el idioma más hablado por la comunidad católica del mundo porque es el idioma oficial de 19 países de América Latina y del Caribe, y de casi la mitad de los católicos de los Estados Unidos. En Europa, se habla en España; en África, en el archipiélago de las Islas Canarias, en Ceuta y Melilla, situadas en la costa norteafricana, y en el antiguo Sáhara español, que ahora forma parte de Marruecos. En Asia, dejó su huella en Filipinas, en particular con el catolicismo allí implantado, que hace que aquel archipiélago sea el único país de mayoría cristiana en todo el continente asiático.
Bergoglio no lleva consigo, salvo de forma débil, la fuerte identidad indoamericana predominante en países como México y Guatemala, Bolivia, Ecuador y Perú, cuyos pueblos conservan una lenguas y tradiciones indígenas que han dejado un rastro indeleble en su composición racial, en sus rasgos fisonómicos y en su arte, artesanía, gastronomía y religiosidad. La Argentina de los inmigrantes europeos ha tenido siempre dificultades para reconocer las raíces indígenas, todavía fuertes y visibles en las provincias septentrionales, y para incorporar el patrimonio de sus aún numerosos antepasados aborígenes, y evitar así el dilema y la contraposición de Alberdi y Sarmiento (segunda mitad del siglo XIX ) entre la civilización (Europa) y la barbarie (indígenas americanos).
Como argentino, Bergoglio no es ni siquiera representativo de Afro-américa, construida con el brazo y la sangre de las esclavas y los esclavos africanos. África ha tejido el cuerpo y el alma del Caribe y de muchas regiones de Brasil, que cuenta ahora con casi cien millones de descendientes africanos. También es sugerente y significativa esta presencia en la costa atlántica de Venezuela, Colombia y de los países centroamericanos, y en la costa del Pacífico de Perú, del Chocó colombiano y de Esmeraldas, en Ecuador. Mientras que los campos de caña de azúcar del Caribe recibieron aproximadamente la mitad de los 12 millones de esclavos africanos llevados a América, y Brasil empleó casi el 40% de estos para cultivar caña de azúcar, algodón, tabaco y café, o en las minas de oro y diamantes, Argentina, junto con Chile, Bolivia y Uruguay recibieron menos del 1,1% de estos esclavos debido al carácter templado de sus tierras, que no pueden acoger plantaciones tropicales.
Pero el obispo Bergoglio, en sus peregrinaciones por «villas miseria», en la periferia de Buenos Aires, se ha encontrado en todo este tiempo con el pueblo de los pobres procedente de esta América profunda, con los migrantes indígenas toba, del norte de Argentina, o mapuche, del sur; con los inmigrantes más recientes, quechua y aimara, del altiplano andino boliviano y peruano, o guaraní, de Paraguay. Se ha acercado también a los «cabecitas negras», descendientes de los antiguos esclavos de las zonas de cultivo de la caña de azúcar de los valles calurosos del norte de Argentina o de los trabajadores del puerto de Buenos Aires durante el tiempo colonial, entre los que prosperan hoy los cultos afroamericanos. Si bien los hombres de color fueron diezmados en las guerras de la independencia, en las guerras del dictador Rosas (1826-1832; 1835-1852), o de la Triple Alianza, formada por Brasil, Uruguay y Argentina, contra Paraguay (1865-1870), las mujeres siguieron transmitiendo la sangre y la cultura africana a sus descendientes. A ellos les acompaña una amplia gama de todos los cruces y colores más oscuros que forman el mundo popular argentino y su religiosidad, en contraste con la blancura y el catolicismo romanizado de su élite de origen europeo.
¿Qué lleva Bergoglio a Roma como miembro de la Iglesia latinoamericana, con su experiencia pastoral y su espiritualidad?
Aparecida, una marca en la vida de Bergoglio
El 18 de marzo, el papa Francisco, al finalizar la primera audiencia con un jefe de Estado, la presidente de su país, Cristina Fernández de Kirchner, tras haberla abrazado y besado, le dio como recuerdo del comienzo de su pontificado el documento de Aparecida. Repitió el gesto con el presidente de Brasil, Dilma Rouseff, ofreciéndole las mismas conclusiones de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, que se celebró en el santuario de Aparecida (Brasil) del 13 al 31 de mayo de 2007.
¿Cuál es el vínculo que une al nuevo Papa con Aparecida, cuya visita incluyó en el programa de su viaje a Brasil con motivo la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro en el mes de julio de 2013?
Elevado a cardenal en 2001, Bergoglio vivió una intensa experiencia eclesial, que ha implicado a toda la Iglesia, con la muerte y los funerales de Juan Pablo II, seguidos por el período de sede vacante y el cónclave para elegir al nuevo obispo de Roma, en la primavera de 2005. Las congregaciones generales que precedieron al cónclave le ofrecieron un retrato intenso y, ciertamente, en algunos aspectos dramático de la situación de la Iglesia en los cinco continentes. Se dice que su nombre fue el segundo más votado en los escrutinios finales que eligieron, el 19 de abril de aquel año, al entonces cardenal Joseph Ratzinger como nuevo obispo de Roma con el nombre de Benedicto XVI.