ANDREA TORNIELLI
Jorge Bergoglio Francisco
Andrea Tornielli es uno de los mejores vaticanistas italianos y escribe para el prestigioso diario La Stampa. Ha publicado más de cincuenta libros sobre asuntos eclesiásticos, además de biografías de destacados cardenales y papas. También colabora con diversas revistas italianas e internacionales. Es el creador de la página web Vatican Insider, en la que comenta una gran variedad de temas religiosos.
PRIMERA EDICIÓN VINTAGE ESPAÑOL, MAYO 2013
Copyright de la traducción © 2013 por Nieves Nueno Cobas,
Francisco J. Ramos Mena y Juan Vivanco Gefaell
Todos los derechos reservados. Publicado en los Estados Unidos de América por Vintage Español, una división de Random House, Inc., Nueva York, y en Canadá por Random House of Canada Limited, Toronto. Originalmente publicado en italiano en Italia como Jorge Mario Bergoglio. Francesco. Insieme. La vita, le idee, le parole del papa che condurrà la Chiesa por Edizioni Piemme, S. p. A., Milán, en 2013. Copyright © 2013 por Edizione Piemme, S. p. A., Milan.
Copyright © 2013 por Andrea Tornielli.
Esta traducción fue originalmente publicado en España por Random House Mondadori, S. A., Barcelona. Copyright © 2013 por Random House Mondadori, S. A. Publicado por acuerdo con Ute Körner Literary Agent, S. L.
Vintage es una marca registrada y Vintage Español y su colofón son marcas de Random House, Inc.
Información de catalogación de publicaciones disponible en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos.
Diseño de la cubierta: Gemma Martínez / Random House Mondadori
Fotografía de la cubierta:
© Servizio fotografico de l’osservatore romano
eISBN: 978-0-8041-6914-1
www.vintageespanol.com
v3.1
A Eleonora, mi madre
Índice
I NTRODUCCIÓN
«Te ruego que reces por mí…»
El miércoles 13 de marzo de 2013, después de asistir a la fumata negra del final de la mañana y disfrutar con mis colegas de mi habitual plato de verdura y calamares a la plancha en la Trattoria Da Roberto, situada en el Passetto di Borgo, salí del Vaticano para regresar a la redacción de La Stampa en via Barberini. Desde que los periódicos son también páginas web multimedia, los periodistas del papel impreso deben realizar además directos televisivos y reportajes audiovisuales. «Si esta tarde hay fumata blanca —me había dicho el jefe—, tendremos que hacer inmediatamente un directo en tiempo real y comentar el anuncio.» Los cardenales llevaban casi un día entero encerrados en el Vaticano, sin comunicación con el exterior, y las previsiones de los periódicos y de diversos purpurados hablaban de un cónclave «difícil» e «incierto», que sin duda sería más largo que el de 2005, del que salió elegido Joseph Ratzinger. A falta de un candidato fuerte como lo fue ocho años antes el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, capaz de obtener un amplio número de votos, la designación del 266.° obispo de Roma sería, pues, más larga y laboriosa.
Y sin embargo, justo aquel día un querido amigo y colega mío, Gerard O’Connell, me advirtió: «En mi opinión, podríamos tener papa esta tarde…». Por la mañana salí de casa con un pequeño volumen en mi bolsa: El jesuita, el libro-entrevista al cardenal de Buenos Aires, escrito por Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti. De los cardenales «papables» del cónclave, Bergoglio era el que mejor conocía. Le entrevisté una sola vez, en febrero de 2012, para Vatican Insider, el canal web temático de La Stampa, pero en los últimos años he tenido varias oportunidades de reunirme con él con ocasión de sus pocos viajes a Roma. Juntos hemos disfrutado de unas cuantas conversaciones acerca de la vida eclesiástica. He conocido e incluso acogido en mi casa de Roma al padre Pepe, uno de esos sacerdotes suyos que anuncian el Evangelio en las llamadas «villas miseria», los barrios de chabolas de Buenos Aires.
De Bergoglio me ha llamado la atención siempre la profundidad de su mirada llena de fe, su humildad, sus palabras capaces de alcanzar el corazón de las personas y de ayudar a percibir el abrazo de la misericordia divina. He tenido ocasión de mostrarle artículos o reflexiones publicadas en el blog, aunque también de pedirle oraciones. Al final de cada encuentro, su infalible petición ha sido siempre: «Reza por mí, te ruego que reces por mí…».
Cuando estoy en Roma, vivo puerta con puerta con mis amigos de toda la vida Gianni Valente y Stefania Falasca, lo cual me ha permitido ser testigo de la amistad que durante estos años ha unido a su familia con el padre Bergoglio. Asimismo, he podido escuchar sus relatos, sus experiencias de pastor y sus encuentros con esos fieles que tanto le han amado, reconociendo en él a uno más entre ellos: alguien que ha venido a servirles, no a destacar. Alguien que ha venido a compartir, no a ejercer sobre ellos un poder sagrado. Alguien que ha venido a atraerles con la sonrisa de la misericordia, no a regular la fe. Alguien que ha venido a facilitarles el encuentro con Jesús. Las palabras del padre Bergoglio son proximidad, misericordia, dulzura, paciencia. Este pastor ha contado que su mayor dolor de obispo fue averiguar que «algunos sacerdotes no bautizan a los hijos de las madres solteras porque no han sido concebidos en la santidad del matrimonio».
Le había visto sumamente tranquilo en los días previos al cónclave. «Por la noche duermo como un niño», les confesó a Gianni y Stefania. Nos dijo que ya tenía preparada la homilía del Jueves Santo que leería en cuanto volviese a Buenos Aires, nos habló del vuelo de regreso ya reservado para el 23 de marzo y de una cita con la comunidad judía a la que no quería faltar. «Tengo que volver con mi Esposa», repetía siempre, aludiendo a su diócesis con la sonrisa en los labios, este obispo que de verdad ha considerado a la Iglesia de Buenos Aires una esposa, amándola y sirviéndola en todo y a través de todos, empezando por los más pobres. No eran detalles subrayados de forma casi supersticiosa por quien quiere exorcizar una inminente responsabilidad. Eran los relatos de la vida de un hombre sencillo.
Y sin embargo, nunca como en los días previos al inicio del cónclave me había parecido percibir en el cardenal Bergoglio tanta serenidad y tanto abandono a Dios, cualquiera que fuese el proyecto que se iba preparando.
Quizá en parte por eso la tarde del 13 de marzo, nada más llegar a la redacción, empecé a escribir apuntes sobre él mientras oía varias veces con los cascos una pieza musical que encuentro especialmente relajante, el célebre Canon en Re mayor de Pachelbel, interpretado por la London Simphony Orchestra. Una vez tuve ocasión de escucharlo en una versión para arpa mientras me encontraba con el padre Bergoglio y otros amigos. Luego, a las 19.05, después de que una gaviota se posase varias veces sobre la chimenea de cobre situada sobre el tejado de la capilla Sixtina, aparecieron las primeras volutas de humo blanco. El Papa había sido elegido. Junto a mi colega Paolo Mastrolilli tuve que llevar a cabo en vídeo un directo en tiempo real en la página web de La Stampa. Esperamos el anuncio contándoles a los internautas lo que estaba a punto de ocurrir. Cuando el cardenal Jean-Louis Tauran, después de decir las palabras rituales «Habemus papam», empezó a pronunciar las iniciales «Geo…», de Georgium, exclamé: «¡Bergoglio!». Empecé a contar algo de él, de su vida, de su historia, de su forma de ser obispo, de su sencillez y humildad, de su crítica de la «mundanidad espiritual» en la Iglesia.