Ludwing Feuerbach - La esencia del cristianismo
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- Libro:La esencia del cristianismo
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- Año:2020
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La esencia del cristianismo: resumen, descripción y anotación
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PRIMERA PARTE LA ESENCIA VERDADERA, O SEA AN TROPOLÓGICA, DE LA RELIGIÓN CAPÍTULO III. Dios, la esencia de la inte ligencia. CAPÍTULO IV. Dios como esencia moral o ley moral. CAPÍTULO V. El secreto de la encarna ción, o sea Dios como ser sentimental.
CAPÍTULO VI. El secreto de Dios que su fre. CAPÍTULO VII. El misterio de la Trini dad y la madre de Dios. CAPÍTULO VIII. El secreto del logos y de la semejanza divina.
CAPÍTULO IX. El misterio del principio creador de Dios. CAPÍTULO X. El misterio del misticismo o de la naturaleza en Dios. CAPÍTULO XI. El secreto de la Providen cia y de la creación proveniente de la nada.
CAPÍTULO XII. El significado de la crea ción en el judaísmo. CAPÍTULO XIII. La omnipotencia del sentimiento o el secreto de la plegaria. CAPÍTULO XIV. El secreto de la fe.
El se creto del milagro. CAPÍTULO XV. El secreto de la resurrec ción y del nacimiento sobrenatural. CAPÍTULO XVI El misterio del Cristo cristiano o sea del Dios personal. CAPÍTULO XVII La diferencia entre el cristianismo y el paganismo. CAPÍTULO XVIII El significado cristiano del celibato libre y de la vida monástica.
CAPÍTULO XIX El cielo cristiano o la inmortalidad personal. SEGUNDA PARTE LA ESENCIA FALSA, O SEA TEOLÓGI CA, DE LA RELIGIÓN CAPÍTULO XX. El punto de vista esencial de la religión. CAPÍTULO XXI. La contradicción en la existencia de Dios. CAPÍTULO XXII.
La contradicción en la revelación de Dios. CAPÍTULO XXIII. La contradicción en la esencia de Dios en general. CAPÍTULO XXIV. La contradicción en la doctrina especulativa de Dios. CAPÍTULO XXV.
La contradicción en la Trinidad. CAPÍTULO XXVI. La contradicción en los Sacramentos. CAPÍTULO XXVII. La contradicción entre la fe y el amor. CAPÍTULO XXVIII.
Aplicación final. APÉNDICE. Explicaciones, observacio nes, citas. PRÓLOGO A la primera edición alemana Las ideas del autor sobre religión y cris tianismo, teología y filosofía especulativa de la religión, que fueron publicadas en diferentes trabajos -en forma ocasional, aforística y polé mica-, las encontrará el lector concentradas en la presente obra en forma más orgánica y fun damentada. El autor las ha ampliado o reduci do, moderado o afinado según fuera necesario; pero en ningún caso las ha agotado, por la sen cilla razón de que es enemigo de toda generali zación categórica; como en todos sus libros, ha perseguido también en éste un objeto comple tamente distinto. La presente obra contiene los elementos, obsérvese bien, solamente los elementos críticos para la creación de una filosofía positivista de la religión o revelación; naturalmente, no de una filosofía en el sentido ingenuo de la mito logía cristiana, que acepta cualquier cuento de hadas de la historia como si fuera un hecho, -ni tampoco en el sentido pedantesco de la filosofía especulativa de la religión, que toma los artícu los de la fe por una verdad lógico-metafísica, tal como lo ha hecho la escolástica.
La filosofía especulativa de la religión sa crifica la religión a la filosofía, y la mitología cristiana sacrifica la filosofía a la religión; aqué lla convierte la religión en un juego de la arbi trariedad especulativa, y ésta convierte la razón en un juego del materialismo religioso. La filo sofía de la religión sólo permite a la religión decir lo que ella misma ha pensado y lo que sabe expresar por sí mucho mejor. La mitología deja hablar a la religión en lugar de la razón; aquélla, incapaz de salir de sí misma, convierte las imágenes de la religión en sus propias ideas; ésta, incapaz de volver a sí misma, convierte las imágenes en cosas reales. Se comprende que la filosofía y la reli gión, en el sentido general, es decir, si se pres cinde de su diferencia específica, son idénticas y, dado que es el mismo ser el que piensa y el que cree, también las imágenes de la religión expresan a la vez ideas y cosas. Más aún: cada religión determinada, cada creencia es a la vez un modo de pensar, pues es completamente imposible que hombre alguno crea algo que contradiga hasta a su propia manera de pensar y de imaginar. Por eso el milagro no contiene para el creyente nada que contradiga a la razón, más bien es algo muy natural, algo así como una consecuencia lógica de la omnipotencia divina, la cual, a su vez, también es para él una idea muy natural.
En efecto, para el creyente la resurrección de la carne del sepulcro, por ejem plo, es tan natural como la vuelta del sol des pués de su puesta, como el despertar de la pri mavera después del invierno, como la forma ción de la planta de la semilla sembrada en la tierra. Sólo cuando el hombre ya no armoniza con su fe, es decir, cuando la fe ya no es para él una verdad con la que se compenetra, recién entonces nota con más claridad la contradicción entre la fe o la religión y la razón. Por cierto, también la misma fe reconoce sus objetos como inconcebibles, y contradictorios a la razón; pero la fe distingue entre razón cristiana y pagana, entre razón iluminada y razón natural. Esta diferencia, sin embargo, no dice más que sólo para el infiel los objetos de fe son irracionales; pero el que cree, está convencido de su verdad, y para él constituyen la razón más sublime. Pero también en esta armonía entre la fe cristiana o religiosa y la razón cristiana o reli giosa, subsiste todavía una diferencia esencial entre la fe y la razón, ya que la fe no puede prescindir de la razón natural, y menos todavía, deshacerse de ella. Ahora bien, esta razón natu ral es nada menos que la razón por excelencia, es la razón general, es la razón basada en ver dades y leyes generales; en cambio, la fe cris tiana; o lo que es lo mismo, la razón cristiana, es un conjunto de verdades especiales, de privi legios y exenciones especiales; luego, una razón especial.
Dicho más claramente todavía: la razón es la regla y la fe es la excepción de la regla. Por eso, hasta cuando hay una armonía perfecta, la colisión entre ambas razones es inevitable; pues el carácter especial de la fe y el carácter universal de la razón no coinciden per fectamente; queda siempre un exceso de razón libre que ha de sentirse, por lo menos en ciertos momentos, en contradicción con la razón ligada a los dogmas de la fe. De esta manera la dife rencia entre la fe y la razón se convierte en un hecho psicológico. La esencia de la fe no consiste en la coin cidencia de la fe con la razón general sino en su diferencia. El carácter especial es el condimento de la fe. Por eso su contenido mismo está ligado a un tiempo histórico y determinado, a un lu gar determinado y a un nombre determinado.
Identificar la fe con la razón sería extinguir la diferencia entre ambas. Si, por ejemplo, la cre encia en el pecado de Adán no dijera otra cosa sino que el hombre, por su naturaleza, no es así como debe ser, entonces atribuiría a ese hecho sólo una verdad general y racional, una verdad que conoce cada hombre y que afirma hasta el salvaje con el sólo hecho de que cubre su des nudez con una piel. ¿Pues qué otra cosa signifi ca ese pedazo de piel sino que el individuo humano, por su naturaleza, no es así como de be ser? Por cierto, el pecado de Adán contiene esa idea general como fundamento; pero aque llo que lo convierte en un objeto de la fe, en una verdad religiosa, es precisamente aquello espe cial y diferente que no coincide con la razón general. Debe existir siempre y necesariamente, por supuesto, una relación entre la reflexión y los objetos de la religión, una relación que, en nuestro concepto, ilumina dichos objetos pero que, en el sentido de la religión o por lo menos de la teología, los disuelve y destruye. Por eso la presente obra aspira a demostrar que los mis terios sobrenaturales de la religión tienen por base verdades muy sencillas y naturales. Para eso es imprescindible tener en cuenta la dife rencia esencial entre la filosofía y la religión; de lo contrario, se corre el peligro de explicar la religión por ella misma.
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