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Manuel Garrido López - Mis caminos de El Rocío

Aquí puedes leer online Manuel Garrido López - Mis caminos de El Rocío texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2017, Editor: Editorial Samarcanda, Género: Religión. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Mis caminos de El Rocío: resumen, descripción y anotación

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Yo mismo tardé mucho en sentirme rociero. He cantado a la Madre de Dios con muchos de sus títulos, ya fuera de Gloria o como Dolorosa. Más en mis tribulaciones, en mis dudas, siempre he recurrido a Ella como auxilio seguro de los cristianos. Y el nombre de Rocío, la Blanca Paloma, Reina de las Marismas, me fue penetrando poco a poco, como esa lluvia menuda que apenas advertimos, llevados por otros pensamientos y que no llegamos a notar hasta que no la sentimos en la propia carne.He utilizado para realizar esta obra algunos de los muchos pregones por mí ofrecidos en distintas hermandades rocieras, con el único deseo de intentar expresar mi forma de ver y sentir mi amor por la Blanca Paloma.Nadie me enseñó a ser rociero. Fue la misma Virgen del Rocío quien me dijo: Ven, que también hay sitio para ti en mi regazo.Manuel Garrido López

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Mis caminos de El Rocío

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Derechos reservados © 2017, respecto a la primera edición en esp añol, por:

© Manuel Garrido López

© Editorial Samarcanda

ISBN: 9788417103187

IS BN e-book: 9781524303471

Producción editorial: Lantia Publi shing S.L.

Plaza de la Magdalena, 9, 3 (4100 1-Sevilla)

www. lantia.com

IMPRESO EN ESPAÑA – PRINTE D IN SPAIN

Prefacio

No hay caminos determinados para llegar, todas las sendas son buenas y válidas. ¿Cómo, si no se entiende ese creciente número de hombres y mujeres de cualquier edad que se acogen a su devoción y vienen a buscarla a su aldea desde tierras, a veces lejanas, y en las que ya, y desde siempre, habían puesto su mirada en la Virgen Santísima en otra advocación? Gente llegada desde los cuatro puntos cardinales de nuestra Andalucía y de otras regiones, Valencia, Alicante, Cataluña, Las Palmas de Gran Canaria y tantos otros lugares, ya fuera de nuestras fronteras, Francia, Brasil.

Ella, Rocío, es el nuevo maná, que rocío fue también venido del cielo, enviado por Dios, y a todos alcanzó y fue su alimento en el duro peregrinar. No abandona el Señor jamás a su pueblo y, como entonces, nos ha procurado este nuevo maná que se llama Rocío y que, desde aquella pequeña aldea de Huelva, se nos ofrece a todos y a todos, uno a uno, nos viene alcanzando por los distintos caminos dispuestos para llegar a Ella.

Yo mismo tardé mucho en sentirme rociero. He cantado a la Madre de Dios con muchos de sus títulos, ya de Gloria o como Dolorosa. Mas, en mis tribulaciones, en mis dudas, siempre he recurrido a Ella como auxilio seguro de los cristianos. Y el nombre de Rocío, la Blanca Paloma, Reina de las Marismas, me fue penetrando, poco a poco, como esa lluvia menuda, que apenas advertimos, llevados por otros pensamientos, y que no llegamos a notar hasta que no la sentimos en la propia carne.

He utilizado para realizar esta obra algunos de los muchos pregones, por mí ofrecidos en distintas hermandades rocieras, con el único deseo de intentar expresar mi forma de ver y sentir mi amor por la Blanca Paloma

Nadie me enseñó a ser rociero y fue la misma Virgen del Rocío quien me dijo: «ven, que también hay sitio para ti en mi regazo».

Manuel Garrido López

Misa de Romeros
Hermandad del Rocío de Sevilla

Yo, pecador, me confieso ante Dios Todopoderoso y ante vosotros, hermanos, de haber pecado de vanidad y de soberbia, al ser tan osado de ocupar esta noble tribuna que, enaltecida por mis predecesores, ha sido elevada a cotas, para mí inaccesibles, sin el apoyo de vuestra magnanimidad.

Esta es mi gran culpa.

Por tanto, ruego a Santa María del Rocío, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios y ante Ella, para que me hagan digno de merecer vuestra atención y me otorguen beneficio para cantar sus alabanzas y la gracia de Santa María, La Virgen, Reina de las Marismas.

Y, en esta confianza, solicito venia de las dignísimas autoridades, del hermano mayor y Junta de Gobierno de la Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de Sevilla, de todos sus hermanos y de vosotros, amigos, para adentrarme en el difícil camino que se abre ante mí y al que llego de la mano generosa de D. JOSÉ DÍAZ GONZÁLEZ, feliz e inolvidable pregonero del pasado año y que, dejándose llevar de su desprendimiento, me ha conferido tan altos valores cuando ha trazado mi imagen, que no me atrevo a rechazar por no parecer desagradecido, pero que bien quisiera poseer realmente, por no desencantaros.

Por no defraudar a nuestro hermano mayor, que, con tanta largueza, me ha honrado al proponer mi voz a la Junta de Gobierno y a la propia Junta por aceptarme.

Por no frustrar a mi tan liberal presentador y, muy especialmente, por no decepcionaros a vosotros, hermanos, pendientes ya de mi palabra, que solo hallará claridad, transparencia, si me alcanza la luz del Rocío de nuestra Blanca Paloma, a la que, a manos y corazón abiertos pido, espero, suplico su maternal protección.

Vamos a cabalgar juntos en el potrillo alado de la imaginación y, anticipándonos en el tiempo, nos vamos a acomodar en el interior del sevillanísimo templo del Divino Salvador, en la mañana de gloria del miércoles 3 de Junio del presente año de 1.981.

Vamos a celebrar solemnemente la Misa de Romeros, antes de emprender el camino, rumbo a las marismas.

Camino, que bien quisiera serlo de ida solamente y sin posible retorno, en ese escondido afán de quedarnos con Ella para siempre, perennemente a su lado.

¡Ay! Quién tuviera
un laíto pa estarme
siempre a tu vera.

Posiblemente, en este oculto deseo, está la razón de que se nos haga tan dolorosamente triste el regreso de cada año.

Porque cuesta en verdad arrancarnos de allí, abandonar su casa y, cuando ya no queda más remedio, nos vamos con un adiós, que es el menor adiós de todos aquellos que decimos sin querer que lo sean.

Y, premiosamente, remoloneando, sin voluntad y sin valor para darle definitivamente la espalda, nos marcharnos sin irnos del todo y sin querer perderle la vista, incapaces de dejar de mirarla, aun cuando llevamos a rebosar el alma y los ojos de la luz de sus ojos y pletóricos de su imagen y de su gracia bendita.

Pero, bueno, estamos al pie del camino y la vuelta —tan lejana aún— no va a poner valladares a nuestra alegría y a esta ilusión infinita, que se nos hace pájaro por la sangre y nos arrebata alborozadamente el ánimo y, allá que se nos lo lleva por las celestes veredas de la paz del Señor.

Al Señor, en vuestro nombre, rocieros de Sevilla y en el de los romeros, todos de la Blanca Paloma, y en mi propio nombre, elevo esta mi sencilla plegaria:

Señor, ten piedad. Cristo, ten piedad. Ten piedad, Señor.

Somos pecadores que caminamos hacia Ti, por el camino seguro de tu madre amantísima. Porque Ella es la senda que trazara la mano del Padre para que te llegaras a nosotros y que Tú nos has dejado abierta de par en par, para nuestro ir a tu encuentro.

Es por esto, Señor, que estamos aquí reunidos y nuestro contento se hace exultante, acelerando nuestros pulsos y el latir del corazón.

Estamos contentos y con alegría hemos preparado todo convenientemente.

Los alcaldes de carretas han pasado sus últimas instrucciones y han impuesto a los carreteros de su quehacer. Cada romero, cada peregrino, conoce su obligación y el cohetero que dará la señal de partir, aguarda paciente la orden de escribirla con fuego en el cielo.

La carreta del simpecado, vacía aún de su preciosa carga, centellea deslumbrante al sol de la mañana.

Pero todavía se ha de dar un último repaso al abundante costo, que ha sido apercibido cuidadosamente y acomodado de manera que cada cosa esté pronta en su momento y nada pueda sufrir deterioro.

Aquí la sal, aquí la miel, aquí el amor.

Aquí, perfectamente protegido para que no se nos quiebre —¡tan frágiles!— el perdón.

Nunca está de más cargar la mano al hacer su provisión que sabido es que no ocupa lugar y mejor será que sobre a que nos falte.

Aquí y aquí, madejillas de fino hilo de perdón y de paz, que tiempo habrá en el tiempo para devanarlas y atarnos con ellas a Dios.

Porque la gloria de Dios en el cielo, es la paz en la tierra de los hombres que ama el Señor.

A nadie maraville nuestro júbilo y acérquense a compartirlo con nosotros, que la tierra es feraz y es pródiga y ubérrima y nos devuelve el ciento por uno. Cantad con nosotros, y con el ave y la espiga y la flor y el río, la gloria inmensa del Señor.

Alabemos a Dios. Demos gracias al Señor Dios, Rey celestial.

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