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ESPIRITUALIDAD EMOCIONALMENTE SANA - DÍA A DÍA
Edición en español publicada por
Editorial Vida – 2015
Miami, Florida
© 2015 por Peter Scazzero
Este título también está disponible en formato electrónico.
Originally published in the U.S.A. under the title:
Emotionally Healthy Spirituality Day by Day
Copyright ©2008, 2014 by Peter Scazzero
Published by permission of Zondervan, Grand Rapids, Michigan 49530
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El autor está representado por Christopher Ferebee, abogado y agente literario, www.christopherferebee.com
Editora en jefe: Graciela Lelli
Traducción: Andrés Carrodeguas
Adaptación del diseño al español: Grupo Nivel Uno, Inc.
Edición en formato electrónico © julio 2015: ISBN 978-0-8297-6381-2
CATEGORÍA: Religión / Vida Cristiana / Devocional
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Contenido
Le quiero dar las gracias a Geri, mi esposa, mi mejor amiga con quien comparto mi jornada. Ella ha pasado incalculable horas meditando en oración y experimentando con estos Oficios Diarios en diferentes contextos. Su trabajo para crear las preguntas que llevan a la reflexión lleva el propósito de tocar nuestra alma y llevarnos a una experiencia personal con Dios. ¡Qué gran don!
Gracias.
La mayoría de los cristianos de hoy están batallando; en especial cuando se trata de pasar tiempo con Dios. Tal vez tú seas uno de ellos. Durante más de veintisiete años, he pastoreado en Queens, Nueva York, una gran iglesia urbana en la cual hay personas de más de setenta y tres naciones. Al mismo tiempo, he viajado por todo Estados Unidos y Canadá, dando conferencias a pastores y líderes de iglesias, observando a la iglesia en una amplia variedad de ambientes y denominaciones.
Esto es lo que he ido observando acerca de la situación espiritual actual de la mayoría de nosotros en nuestras iglesias de hoy. Estamos
• viviendo de la espiritualidad de otros.
• dispersados, fragmentados y desenfocados.
• física, espiritual y emocionalmente cansados.
• existiendo con una simple espiritualidad que tiene un par de centímetros de profundidad.
• orando y teniendo comunión con Dios con muy poca frecuencia.
• desinteresados en la búsqueda de Jesús.
• sintiéndonos atascados en nuestro peregrinar espiritual con Cristo.
• luchando por dejar de «vivir corriendo».
La razón de este libro es darte a conocer una disciplina espiritual revolucionaria llamada «El Oficio Diario». Cuando le damos una forma que se adecúe a nuestra personalidad, temperamento, situación en nuestra vida y vocación únicos, nos ofrece un ancla lo suficientemente poderosa para hacer que caminemos con más lentitud en medio de las incesantes demandas que nos presenta la vida.
El Oficio Diario es diferente a lo que hoy llamamos «tiempo de quietud» o «devociones». Lo normal es que el tiempo de quietud y las devociones tengan lugar una vez al día, por la mañana, y tengan sobre todo el propósito de «llenarme para el día», o «interceder por las necesidades que me rodean». El Oficio Diario normalmente tiene lugar al menos dos veces al día, y no es tanto un acudir a Dios para conseguir algo; su propósito es estar con Dios, tener comunión con él.
La meta del Oficio Diario, como en el caso del «tiempo de quietud», es que le prestemos atención a Dios a lo largo de todo el día en medio de nuestras actividades. Este es el gran reto que todos nosotros tenemos por delante. Tanto la enorme presión que ejerce el mundo, con los poderes demoníacos detrás de él, como nuestra propia voluntad tan obstinada, hacen que sea fácil vivir diariamente, sin estar constantemente conscientes de la presencia de Dios.
La palabra oficio se deriva del término latino opus, «obra, trabajo». Para la iglesia de los primeros tiempos, el Oficio Diario era siempre la «obra de Dios». Y nada debía interferir con esa prioridad.
Hace ya tres mil años, el rey David entendía esto. Practicaba unos momentos fijos de oración siete veces al día (Salmos 119:164). Daniel oraba tres veces al día (Daniel 6:10). Los judíos devotos de los tiempos de Jesús oraban en unos momentos fijos del día: en la mañana, al mediodía y por la noche. Estos momentos fijos de oración eran uno de los grandes tesoros de los israelitas, y les proporcionaban una forma de mantener su vida centrada en la invitación a amar a Dios con todo su corazón, mente, alma y fuerzas. Aun después de la resurrección de Jesús, sus discípulos continuaron orando a ciertas horas fijas del día (Hechos 3:1; 10:2–23).
Alrededor del año 525, un buen hombre llamado Benito estructuró estos momentos de oración alrededor de siete Oficios Divinos, entre los cuales incluyó uno para los monjes en medio de la noche. Escribió la Regla de San Benito para laicos, con el propósito de establecer reglas para la vida doméstica, de manera que podamos vivir (tan plenamente como le fuera posible) el tipo de vida que se presentaba en el evangelio. Era un medio para llevar una vida buena. En un punto de su Regla, Benito escribió: «Al escuchar la señal que llama a una de las horas de El Oficio Diario, el monje debe dejar de inmediato todo lo que está haciendo y acudir con la mayor rapidez posible. De hecho, no se debe preferir nada a la Obra de Dios [es decir, el Oficio Diario]».
Todas estas personas se daban cuenta de que detenerse para estar con Dios, por medio de El Oficio Diario, era la clave para crear una familiaridad continua y fácil con su presencia para el resto del día. Yo sé que esto es lo que logra en mí.
El gran poder que tiene apartar tiempos breves para la oración de la mañana, el mediodía y la noche infunde en el resto de mis actividades del día una profunda sensación de lo sagrado… de Dios. Recuerdo que todo el tiempo es suyo. El Oficio Diario, cuando se practica con constancia, obra para eliminar la división entre lo sagrado y lo secular en nuestras vidas. Una de las mayores barreras que nos impiden a muchos de nosotros que pasemos momentos a solas con Dios, es la falta de una estructura flexible y equilibrada que nos guíe. Esta presentación de El Oficio Diario tiene la intención de proporcionarte un medio de servirte en tus momentos con Dios. Recuerda: Dios ha hecho diferente a cada uno de nosotros. Lo que funciona para una persona, no tiene por qué funcionar forzosamente para otra.
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