Un año en los Salmos: 365 devocionales para tu caminar con Dios
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ISBN: 978-1-0877-5197-9
Impreso en EE. UU.
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UNA NOTA DEL EDITOR
C arlos Spurgeon, el famoso predicador del Siglo xx , alguna vez dijo: «He aprendido a amar las olas que me golpean contra la Roca eterna». El sufrimiento tiene una cualidad única de mostrarnos nuestra necesidad de Dios, ¿no es así? Primero, nos desestabiliza de las cosas que pensábamos que perdurarían para siempre. Luego, nos muestra lo frágiles que son los ídolos de nuestro corazón. Finalmente, si estamos en Cristo, nos lleva a la Roca eterna para anclarnos en Él y recordarnos que Él es nuestro inconmovible sostén en la tribulación.
El Libro de los Salmos es, en su mayoría, una colección de respuestas piadosas a las olas de esta vida. En ellos encontramos a personas vulnerables que nos hablan de su experiencia con el dolor, la ansiedad, la depresión y el temor. En los Salmos encontramos oraciones inspiradas por Dios que nos enseñan que Él se complace en escucharnos en nuestra fragilidad. Oraciones como «Roca mía, ¿por qué te has olvidado de mí?» (Sal. 42:9) y «Me has puesto en el hoyo profundo, en tinieblas, en lugares profundos» (Sal. 88:6) son bienvenidas ante el trono de la gracia. Parte de lo que significa amar a Dios con todo nuestro corazón es precisamente llevar nuestra alma tal y como está delante de Él.
Así, te animo a que uses estos devocionales de esperanza en los Salmos como una guía de oración y una brújula ante tu propia situación. Mi oración es que, al pasar por aguas turbulentas, estos devocionales puedan recordarte en Quién estás parado, y puedas decir como el salmista: Nada me faltará.
Gracia y paz,
Giancarlo Montemayor
Director editorial, B&H y Biblias Holman
1 DE ENERO SALMO 1:1
«Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado»
(SAL. 1:1, RVR1960).
E ste salmo puede ser considerado como el salmo prefacio, puesto que en él hay una idea del contenido de todo el libro. El deseo del salmista es enseñarnos el camino a la bienaventuranza y advertirnos de la destrucción segura de los pecadores. Este es, pues, el asunto del primer salmo, que puede ser considerado, en ciertos aspectos, como el texto sobre el cual el conjunto de los Salmos forma un sermón divino.
¡Observa cómo este Libro de los Salmos empieza con una bendición, lo mismo que el famoso Sermón del monte! La palabra traducida como «bienaventurado» es una palabra muy expresiva. En el original es plural, y es una cuestión discutida si se trata de un adjetivo o de un sustantivo. De ahí podemos colegir la multiplicidad de las bendiciones que reposan sobre el hombre, a quien Dios ha justificado, y la perfección y grandeza de las bendiciones de que gozará.
Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos. Este hombre sigue el consejo prudente, y anda en los mandamientos del Señor, su Dios. Para él los caminos de la piedad son caminos de paz y bienandanza. Sus pisadas son ordenadas por la Palabra de Dios y no por la astucia y argucias del hombre carnal. Es una señal cierta de gracia interior cuando el modo de andar ha cambiado y la impiedad es apartada de nuestras acciones.
Cuando los hombres viven en el pecado, van de mal en peor. Al comienzo andan meramente en el consejo de los descuidados e impíos, que no se preocupan de Dios —el mal es más bien de carácter práctico que habitual—, pero después de esto se habitúan al mal y andan en el camino de los pecadores declarados que voluntariamente quebrantan los mandamientos de Dios; y si se les deja solos, van un paso adelante y se vuelven maestros y tentadores deplorables respecto a los demás, y con ello se sientan en la silla de los escarnecedores. Se han graduado en el vicio, y como verdaderos doctores de condenación, se les ha concedido el título, y los demás los consideran como maestros en Belial. Pero el hombre bienaventurado, el hombre que posee todas las bendiciones de Dios, no puede tener contacto con personas de esta clase. Se mantiene puro y libre de estos leprosos; aparta las maldades de él como vestidos manchados por la carne; sale de entre los perversos y se va fuera del campamento llevando el reproche de Cristo. ¡Oh, si pudiéramos tener gracia para mantenernos separados así de los pecadores!
2 DE ENERO SALMO 119:38
«Confirma tu promesa a este siervo…»
(SAL. 119:38).
U no de los grandes enemigos en la vida son las dudas. Pero todas nuestras dudas se disipan cuando encontramos una firme confirmación de la verdad. El enamorado que duda del amor es su prometida vuelve de tanto en tanto a leer las cartas de su amada para poderse decir a sí mismo en voz baja: «Sí me ama». El heredero que duda si la casa donde vive es suya, regresa a sus archivos y al ver el título de propiedad exclama: «Sí es mía».
Del mismo modo pueden llegar las dudas a la vida del cristiano. Puedes sentirte abatido, cansado, frustrado, pero al regresar a la Palabra una y otra vez las promesas de Dios afirman la verdad en tu corazón. Una de las escenas más dramáticas de El progreso del peregrino , de John Bunyan, es cuando Cristiano y Esperanza son hechos prisioneros por un gigante en el Castillo de la Desesperación. Son del todo incapaces de escapar, hasta que descubren la llave de las promesas con la cual abren la puerta del calabozo que los retenía.