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Max Lucado - Aligere su equipaje: Despojémonos de las cargas que nunca debimos llevar--la promesa del Salmo 23

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Max Lucado Aligere su equipaje: Despojémonos de las cargas que nunca debimos llevar--la promesa del Salmo 23
  • Libro:
    Aligere su equipaje: Despojémonos de las cargas que nunca debimos llevar--la promesa del Salmo 23
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    Grupo Nelson
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    2001
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Aligere su equipaje: Despojémonos de las cargas que nunca debimos llevar--la promesa del Salmo 23: resumen, descripción y anotación

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Lucado trae una nueva luz a un pasaje antiguo: el Salmo 23. Él dice que este salmo fue «escrito por un pastor que se convirtió en rey—porque Él quería que nosotros supiéramos sobre un Rey que se convirtió en un pastor». Lucado nos reta a considerar el equipaje que todos cargamos y la necesidad abrumadora de dejar estas cargas a un Dios que ya está dispuesto a ser nuestro todo.

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Betania es un sello de Editorial Caribe

© 2001 Editorial Caribe
Una división de Thomas Nelson, Inc.
Nashville, TN—Miami, FL (EE.UU.)

email: editorial@editorialcaribe.com
www.caribebetania.com

Título en inglés: Traveling Light
© 2001 Max Lucado
Publicado por W Publishing Group,
una división de Thomas Nelson, Inc.
Nashville, TN, 37214

Traductor: Pedro Vega

ISBN: 0-88113-673-5
ISBN: 978-0-88113-673-9
ISBN: 978-1-41858-854-0 (eBook)

Reservados todos los derechos.
Prohibida la reproducción total
o parcial en cualquier forma,
escrita o electrónica, sin la debida
autorización de los editores.

21ª Impresión, 3/2009

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A mi querido amigo Joey Paul
Que celebra treinta años de trabajo en Word,
en la difusión de la Palabra

Contenido

E stas son algunas palmaditas de gratitud sobre algunos hombros esforzados:

A Liz Heaney y Karen Hill, mis editoras y ayudantes, las parteras del manuscrito. Lamento haber refunfuñado tanto.

A Steve y Cheryl Greenway, mis representantes y mis amigos. Gracias a ustedes, los contratos están listos, las cuentas ya han sido pagadas y este viejo duerme bien por las noches.

A Greg Pruett, traductor bíblico y estudioso del hebreo. Gracias por sus valiosas y brillantes ideas.

A Eugene Peterson, traductor bíblico, autor y héroe de muchos. Gracias por permitirme usar el título. Por sobre todo, gracias por compartir tu corazón.

A Steve Halliday, autor de guías de estudio por excelencia.

A mis amigos de Word Publishing. Nuevamente ustedes son lo mejor.

A Laura Kendall y Carol Bartley, grandes investigadoras del idioma inglés. Gracias porque me hacéis parecer inteligente.

A Jenna, Andrea y Sara mis deliciosas hijas. No podría estar más orgulloso.

A Denalyn, mi esposa de dos décadas. Antes de que nacieras, ¿en qué se inspiraban los poetas?

A usted, lector. Que el verdadero Autor le hable.

Y por sobre todo, a ti, Jesús. La única razón por la que podemos desprendernos de la carga es porque estás dispuesto a llevarla. Para ti la totalidad de los aplausos.

N unca he sido un viajero de equipaje liviano.

Lo he intentado. Créanme, lo he intentado. Pero desde que levanté tres dedos e hice la promesa como Boy Scout de estar siempre preparado, he estado decidido a estar exactamente así: preparado.

Preparado para un bar mitzvah, la dedicación de un bebé o una fiesta de disfraces. Listo para lanzarme en paracaídas tras las líneas del enemigo o participar en un campeonato de cricquet. Y si por casualidad me encuentro con el Dalai Lama en mi vuelo y me invita a cenar en el Tibet, llevo los zapatos de nieve. Uno tiene que estar preparado.

No sé viajar con una carga liviana.

En realidad, hay muchas cosas acerca de viajar que yo no sé. No sé interpretar las restricciones de un asiento supereconómico: a mitad de precio si viaja el miércoles durante la temporada de caza del pato y regresa durante la luna llena en un año en que no hay elecciones. No sé por qué no construyen todo el avión del mismo metal que usan para fabricar la pequeña caja negra. No sé como salir del toilet del aeroplano sin sacrificar una de mis extremidades en las fauces de la puerta plegadiza. Y no sé qué responder al taxista en Río que al saber que soy americano me pregunta si conozco a su primo Eddie que vive en los Estados Unidos.

Hay mucho acerca de los viajes que yo no sé.

No sé por qué los hombres preferirían limpiar los dientes de un cocodrilo con seda dental en vez de preguntar una dirección. No sé por qué no se usan las diapositivas de las vacaciones para curar el insomnio, y no sé cuándo aprenderé a no comer platos cuyos nombres no puedo pronunciar.

Pero, por sobre todo, no sé viajar con una carga ligera.

No sé viajar sin barras de cereal, sodas y un equipo para la lluvia. No sé viajar sin linternas, sin un generador, y sin un sistema global de rastreo. No sé viajar sin una caja frigorífica con salchichas vienesas. ¿Qué hago si de repente me encuentro en medio de un asado en el patio de una casa? ¡No llevar nada en un caso así sería falta de cortesía!

Cada compañía de catálogos de viajes tiene el número de mi tarjeta de crédito. Tengo una plancha que me sirve también de pisapapel, un secador de pelo del tamaño del silbato de un entrenador, un cortaplumas del ejército suizo que se expande y se transforma en una tienda de campaña, y un par de pantalones que se inflan ante un impacto. (En un vuelo, Denalyn, mi esposa, me dio una palmadita en la pierna, y luego yo no podía salir de mi asiento.)

No sé viajar con poca carga. Pero necesito aprender a hacerlo. Denalyn se niega a tener más hijos aunque las líneas aéreas permitan que cada pasajero lleve tres valijas controladas y dos bolsas de cabina.

Necesito aprender a viajar con poco equipaje.

Usted se preguntará por qué no puedo. «¡Tranquilo!» piensa usted. «Con tanta impedimenta no puedes disfrutar tu viaje. ¿Por qué simplemente no sueltas ese equipaje?»

Es curioso que me lo pregunte. Me gustaría hacerle la misma pregunta. ¿No se ha dado cuenta que lleva unas cuantas bolsas? ¡Apuesto a que lo hizo esta mañana! En algún punto entre el primer paso al salir de la cama y el último al salir de casa, tomó algún equipaje. Caminó hasta la estera del equipaje y tomó su carga. ¿No recuerda haberlo hecho? Es porque lo hizo sin pensar; automáticamente. No recuerda haber visto una cinta transportadora. Es porque no es la del aeropuerto; esta otra está en la mente. Las valijas que llevamos no son de cuero; están hechas de cargas. La maleta de la culpa. Llevas un talego de descontento en un hombro y una bolsa de mano llena de penas en el otro. Agréguese a esto una mochila de dudas, un saco de dormir de soledad y un baúl de temores. Pronto estará llevando más cargas que un maletero de aeropuerto. No es extraño que al final del día esté tan cansado. Arrastrar equipaje es agotador.

Lo que usted me decía Dios se lo dice a usted: ¡Deja todo eso! ¡Llevas cargas que no necesitas llevar!

«Venid a mí», invita, «todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar» (Mateo 11.28).

Si lo dejamos entrar, Dios aligerará nuestras cargas... pero, ¿cómopodemos hacerlo? Vamos a invitar a un antiguo conocido nuestro para que nos lo muestre. Se trata del Salmo 23:

Jehová es mi pastor; nada me faltará.

En lugares de delicados pastos me hará descansar;

Junto a aguas de reposo me pastoreará.

Confortará mi alma;

Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre.

Aunque ande en valle de sombra de muerte,

No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo;

Tu vara y tu callado me infundirán aliento.

Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores;

Unges mi cabeza con aceite, mi copa está rebosando.

Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán
todos los días de mi vida,

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