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Laura Cumming - Velázquez desaparecido: La obsesión de un librero con una obra de arte perdida

Aquí puedes leer online Laura Cumming - Velázquez desaparecido: La obsesión de un librero con una obra de arte perdida texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Ciudad: Barcelona, Año: 2016, Editor: Penguin Random House Grupo Editorial España, Género: Arte. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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    Velázquez desaparecido: La obsesión de un librero con una obra de arte perdida
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    Penguin Random House Grupo Editorial España
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    2016
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    Barcelona
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Velázquez desaparecido: La obsesión de un librero con una obra de arte perdida: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "Velázquez desaparecido: La obsesión de un librero con una obra de arte perdida" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

Velázquez desaparecido, una emocionante indagación en el complejo significado de la autenticidad, rastrea la inquebrantable determinación que impulsa a artistas y coleccionistas, y viaja de la extravagante corte española de la década de 1700 a las despiadadas casas de subastas de Londres y Nueva York en el siglo XIX.

En 1845, el librero inglés John Snare se topó con el retrato ennegrecido de un príncipe. Al sospechar que podía tratarse de un Velázquez perdido mucho tiempo atrás, compró el cuadro y se propuso averiguar su extraña historia. Cuando Laura Cumming tropezó a su vez con la historia de John Snare, emprendió su propia búsqueda, cuyo objeto incluía tanto la vida del librero como la vida y obra de Velázquez, un pintor tan maravilloso como escurridizo.

Velázquez desaparecido recoge esta enigmática historia y, además, constituye un magnífico acercamiento a la figura del pintor español que cambiará para siempre nuestra apreciación de su obra.

Reseñas:
«Velázquez desaparecido no solo es una apasionante historia detectivesca y una brillante reconstrucción de una controversia artística, sino que también es un homenaje a la obra de Velázquez, escrito por una crítica absolutamente hechizada por su genio, del mismo modo que los lectores quedarán hechizados por su libro.»
Colm Tóibín

«Ingenioso e intrigante. Cumming entreteje las dos historias -la de Snare y la de Velázquez- con tal sutileza que se iluminan entre sí de manera sorprendente.»
Mark Hudson, The Daily Telegraph

«Una historia extraordinaria. Este estupendo libro es muchas cosas, un estudio de la obsesión, un canto de alabanza a un artista de genio, una historia de detectives y, para el autor, un exorcismo de la pena.»
Honor Clerk, The Spectator

«Cumming admira la dignidad y la profunda individualidad que Velázquez confiere a sus personajes.»
Jennifer Senior, El Cultural (El Mundo)

«Habla de la obsesión por un lienzo perdido, pero también del amor por el arte y de las obras que al contemplarlas iluminan algún aspecto de nosotros mismos.»
J.L. Martín Nogales, Diario de Navarra

«Laura Cumming ya ha advertido de que ha escrito un ensayo abierto, que continuará añadiendo capítulos a medida que averigüe más cosas sobre el cuadro. Porque, según parece, la obsesión que terminó con la vida de John Snare también se ha apoderado de ella, y no piensa cejar en su empeño de desvelar uno de los misterios más apasionantes de la historia del arte.»
Álvaro Colomer, Yo Dona (El Mundo)

«Con datos, fechas y fuentes verificables, Cumming recrea en Velázquez desaparecido la fuerte atracción que el lienzo ejerció sobre Snare, quien, sorprendentemente, llegó a conclusiones sobre el arte de Velázquez en su Historia y linaje del retrato... que coinciden con lo demostrado más tarde por los avances científicos.»
José María Rondón, Diario de Sevilla

«Cumming nos ofrece un espléndido ensayo sobre la creación artística que se puede leer como una novela de aventuras, especialmente indicada para todos aquellos interesados en el mundo del arte, en la Historia, en las idas y vueltas que una pintura puede vivir a lo largo de las décadas, en un pintor tan genial como Velázquez y su manera de entender el mundo, tal y como expresa su formidable obra.»
Jorge Riet en Anika entre libros

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Para Hilla Thea Elizabeth y Dennis de todo corazón Y en memoria del - photo 6

Para Hilla, Thea, Elizabeth y Dennis, de todo corazón.

Y en memoria del pintor James Cumming.

1

U N DESCUBRIMIENTO

M i padre murió repentinamente cuando yo estaba próxima a cumplir los treinta años. Era pintor. Una enfermedad mortal le atacó el cerebro, después los ojos. Atenazada por el dolor, no podía soportar mirar ninguna pintura que no fuera suya; era una forma de mantener su recuerdo tan cercano e íntimo como fuera posible, supongo, y una protesta ciega por que su vida y su arte se hubieran malogrado.

Pasaron varios meses. Fui a Madrid en pleno invierno; elegí esa ciudad porque ni él ni yo habíamos estado allí, y yo no hablaba español. No habría viejas asociaciones ni nuevas conversaciones; el tiempo podría detenerse mientras yo no pensaba en nada ni en nadie más que en él. Cada día salía de la habitación del hotel y daba vueltas sin parar por las calles, alejándome poco a poco hasta los helados suburbios y, más allá, las montañas con las cumbres nevadas. No sabía qué otra cosa podía hacer.

Pero Madrid no es grande. Me encontré pasando por delante del Museo del Prado una y otra vez, incluso dos veces en el mismo día, obstinándome en no entrar. Al final, el esfuerzo por evitar aquel lugar se convirtió en una distracción en sí misma y fue allí, en esa populosa ciudad en el corazón de otra ciudad, donde tuve la más afortunada de las revelaciones. Mientras buscaba a El Greco, uno de los pintores favoritos de mi padre, pasé por la entrada de una gran sala y percibí de refilón un extraño destello de luz. Cuando me volví para mirar, todas las personas que se encontraban en el otro extremo de la sala se apartaron al mismo tiempo, dejando libre la vista a la fuente de esa luz. El monumental cuadro de Las meninas de Velázquez. No había pensado en esa obra, ni sabía que estaría allí, ni me imaginaba lo enorme que sería: una imagen con la profundidad y el tamaño de la vida real. Las personas de carne y hueso habían dejado ver a las personas pintadas detrás de ellas como si todos fueran actores de una misma representación, y ante mí se materializó la visión cristalina de una pequeña infanta, sus jóvenes sirvientas y el propio artista, bañados en la luz bajo un gran espacio en penumbra, una oscuridad acechante que de inmediato marca el carácter de la escena. En el momento en que pones la vista en estos maravillosos niños, sabes que van a morir, que ya están muertos y, no obstante, viven en el aquí y ahora de este momento, efímeros y brillantes como luciérnagas bajo las tinieblas sepulcrales. Y lo que les mantiene aquí, lo que les mantiene vivos —o eso es lo que da a entender el artista— no es simplemente la pintura, sino tú .

Estás aquí, has aparecido: ese es el descubrimiento instantáneo que se lee en sus ojos, todas esas personas que te devuelven la mirada desde su lado de la sala. La infanta con su reluciente vestido, las doncellas con sus lazos y sus cintas, el pequeño paje y el pintor, alto y oscuro, la monja, cuyo murmullo está desvaneciéndose y el aposentador esbozado en la puerta iluminada al fondo: todos son conscientes de tu presencia. Eran como invitados a una fiesta sorpresa que estaban aguardando tu llegada, y en este momento acabas de entrar en la habitación — su habitación, no la real en la que te encuentras—, o eso es lo que misteriosamente parece. Toda la escena palpita expectación. Esto es lo primero que sentimos en el umbral de esa sala del Prado en la que se encuentran Las meninas: que hemos entrado en su mundo y de súbito somos tan reales para ellos como ellos para nosotros.

La imagen nos retiene ahí, paralizados de sorpresa, tan inmóviles como el momento que representa en el que todas estas personas también han quedado suspendidas, excepto el pequeño paje que está empujando con el pie al estoico perro. Todo está quieto menos el aire que les rodea y la trémula luz sobre el pelo rubio blanquecino de la infanta, que nos mira con la ingenua curiosidad de un niño en el centro de una pintura que a su vez rebosa atención. La enana nos estudia abiertamente, con la mano en el corazón, una doncella se arrodilla y la otra hace una reverencia, los criados nos observan y, al fondo, el hombre de negro se ha detenido en el umbral de esta estancia, esperando para conducirnos a la siguiente. Y por detrás del gran lienzo en el que está trabajando, del mismo tamaño que este, aparece el propio pintor, taciturno, atento, el mago revelado momentáneamente.

Pero si nos acercamos unos pasos a esta pintura con toda su asombrosa veracidad, la visión se vuelve vacilante. El lustroso cabello de la infanta empieza a parecer un espejismo, o el aire caliente que reverbera sobre el asfalto en verano y desaparece en cuanto nos aproximamos. El rostro de la dama enana se disuelve en unas pinceladas ilegibles. Las figuras del fondo se vuelven indistintas a quemarropa y ya no se ve dónde termina una mano y dónde empieza la paleta que está sujetando. Cuanto más nos acercamos a la pintura, más desaparecen estas apariencias de realidad hasta el punto de que resulta imposible imaginar cómo pudo haberse creado la imagen. Es como si todo fuera a disolverse y, sin embargo, está tan vívidamente presente que la luz del sol del cuadro parece flotar libremente y entrar en la sala. Es la visión más mágica del arte.

Con toda probabilidad Velázquez pintó Las meninas en 1656, cuatro años antes de su súbita muerte (lámina A). Muestra una estancia del Real Alcázar en Madrid, que también ha desaparecido hace mucho, destruido en dos días por un incendio. Es la misma estancia en la que el cuadro se exhibió por primera vez: solo cabe imaginar lo perfectamente que debió de fundirse la ilusión con la realidad cuando estaba colgado allí, y los dos lados de la cámara, el real y el representado, seguramente parecían contiguos sin solución de continuidad. Entrar en ella y encontrar a esas personas esperando allí debió de ser asombroso —como penetrar en un sueño, o en una vacilante proyección de la vida, inimaginable antes de la invención del cine—, porque aún sigue maravillándonos hoy. Velázquez mantiene ante nosotros este círculo de personas ausentes como el reflejo momentáneo en un espejo, y su cuadro también tiene las características de un espejo: lo miramos y al mismo tiempo somos vistos. Muchos cuadros tienen la capacidad de cambiar el escenario y trasladarnos a otro tiempo y lugar, pero este va más allá, pues crea la ilusión de que las personas que vemos también son conscientes de nuestra presencia, que su escena está completa con nosotros. Velázquez inventa una nueva clase de arte: la pintura como teatro vivo, como una representación que se asoma a nuestro mundo y nos asigna un papel a cada uno de nosotros, incorporando a todos los observadores. Pues todo el que se coloca ante Las meninas, retenido por los ojos de esos niños y sirvientes desaparecidos, se halla exactamente donde estuvieron situadas otras personas en el pasado. Y esto forma parte del contenido del cuadro. Nos pone en compañía de todos los que lo han visto, desde la pequeña infanta y sus doncellas, que debieron de acercarse corriendo para verse en el momento en que Velázquez lo terminó, hasta el rey y la reina, que aparecen en miniatura en ese espejo que se vislumbra al fondo. Nos encontramos donde ellos estuvieron una vez, da a entender el espejo (y la mirada de los sirvientes), observando la escena, el momento que se ha mantenido intacto a lo largo de los siglos. Este cuadro pone el mundo boca abajo, de forma que los ciudadanos puedan ocupar el lugar de los reyes, y los reyes aparezcan empequeñecidos en comparación con los niños. Estamos todos juntos en la historia, y Las meninas nos reúne en su democracia sin límites.

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