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A los igualitaristas de todas las tribus
Hay en el corazón humano un gusto depravado por la igualdad que lleva a los débiles a querer rebajar a los fuertes a su nivel y que conduce a los hombres a preferir la igualdad en la servidumbre a la desigualdad en la libertad.
A LEXIS DE T OCQUEVILLE
Introducción
Cuando escribí La tiranía de la igualdad en el año 2015, lo hice pensando en el álgido debate chileno del momento. La izquierda, liderada por la presidenta Michelle Bachelet, planteaba terminar con el sistema de economía social de mercado que había prevalecido durante décadas para reemplazarlo por un esquema populista del tipo que se observa en otros países latinoamericanos. Si bien la igualdad ha sido durante siglos tema de discusión entre políticos, filósofos y científicos sociales, la intensidad y creciente ideologización que se observó en Chile, el país más exitoso de América Latina gracias a su economía libre y abierta, hizo necesario elaborar una revisión de las premisas filosóficas y económicas más elementales de aquellos que buscan una sociedad con igualdad impuesta desde el Estado. El libro fue un éxito que superó todas las expectativas. En pocas semanas era el segundo más vendido del país y se agotaba rápidamente llevando a la editorial a publicar ediciones cada vez más numerosas que tampoco lograban satisfacer la demanda. No hay registros de un libro liberal que en Chile tuviera ese nivel de éxito. Decenas de artículos para criticarlo y defenderlo fueron publicados en los diarios más importantes del país y su contenido fue objeto de intensos debates en la radio, la televisión y las universidades. El lanzamiento en Santiago fue un evento que también rompió récords por la cantidad de participantes y el nivel de los asistentes, entre los que se encontraban autoridades políticas, empresarios y conocidos intelectuales. A lo largo de Chile, allá donde el libro era presentado, los auditorios se llenaban de gente. Todo ello fue una clara señal de que el país necesitaba una visión alternativa al discurso igualitarista y estatista que se había instalado casi sin resistencia. Había hambre por algo diferente. Pero lo más interesante fueron los comentarios de mis amigos de fuera de Chile. Muchos de ellos leyeron el libro y me dijeron que un escrito así debía tener una edición internacional por la importancia y claridad de lo que ahí se planteaba y el potencial que tenía para alimentar el debate sobre la igualdad en América Latina y España. Este libro es el resultado de esas sugerencias. En esta versión he despejado la discusión propiamente chilena concentrándome en los argumentos más relevantes del libro original y agregado otros que serán del interés de todo lector. La intención sigue siendo refutar y aclarar la serie de falacias, errores y mitos en que se basan aquellos que promueven la igualdad material y ofrecer armas intelectuales para responder a esas falacias y errores que tanto daño han causado al bienestar de nuestras poblaciones. Como autor sólo me cabe esperar que esta versión tenga un éxito similar a la anterior y alimente el debate en los diversos países arrojando luces sobre un tema tan atravesado por dogmatismo que ha hecho casi imposible la discusión racional.
A XEL K AISER ,
Madrid, marzo de 2016
Capítulo I
El liberalismo como maldición,
el socialismo como salvación
El socialismo es el fantástico hermano menor del decrépito despotismo, al que pretende suceder. Sus esfuerzos son, por lo tanto, profundamente reaccionarios, pues desea tal poder estatal como sólo el despotismo poseyó. De hecho, va más lejos que cualquier cosa que haya existido en el pasado porque su fin es la aniquilación formal del individuo, al que considera un lujo injustificado de la naturaleza que debe ser mejorado por algún órgano útil de la comunidad general. Silenciosamente se prepara, por lo tanto, para el reino del terror y utiliza la palabra «justicia» como un clavo en la cabeza de las masas poco cultivadas, privándolas totalmente de su capacidad de comprender y proveyéndoles de buena consciencia para el juego maligno que han de jugar.
F RIEDRICH N IETZSCHE
Progreso, desigualdad y escándalo moral
La desigualdad es «el desafío decisivo de nuestro tiempo» dijo Barack Obama en un discurso el año 2013. del igualitarismo es entonces doble: por un lado atenta contra la libertad y la diversidad humana que son valores esenciales, y por otro condena a los que pretende ayudar a menores niveles de progreso.
La ficción del interés general
Aunque teóricamente es posible igualar hacia arriba incrementando la riqueza como hace el mercado, en la práctica política igualar necesariamente implica nivelar hacia abajo, es decir, redistribuir la riqueza. ¿Cómo igualaríamos a Bill Gates con el resto de la humanidad si no es quitándole lo que tiene? Es la única forma porque los recursos no dan para que todos tengan lo mismo que el magnate norteamericano, y políticamente es más fácil quitarle a un rico que generar condiciones para que mejore un pobre. Ahora bien, esta visión es la que propone el igualitarista, porque como vimos lo que le importa no es que todos estén mejor sino que todos estén igual. Retomemos un caso sensible para ilustrar las implicaciones de esta visión: la salud. Sólo existe una cierta cantidad de tratamientos completos para enfermedades catastróficas, por ejemplo. Por desgracia, no son infinitos los recursos, lo cual significa que si hay más personas con una enfermedad grave que recursos disponibles alguien tendrá que decidir quién recibe el tratamiento y quién no, como siempre en los hospitales estatales. Los recursos son finitos y no existe magia que permita multiplicarlos indefinidamente. Frente a esa realidad, la idea igualitarista implicaría que es mejor que nadie se salve a que se salven sólo algunos, pues ésa sería una desigualdad injusta. Como es obvio, esta alternativa igualitaria es de lejos la más inmoral. Más inmoral aún si se entiende que el aumento de recursos en una sociedad, también para la salud, está estrechamente vinculado con los incentivos para crearlos y con la capacidad de gasto que tienen quienes están en la cima de la pirámide económica. Son ellos, como sugiere Deaton, quienes pueden pagar por remedios y tratamientos nuevos y caros que después se masifican bajando sustancialmente de precio haciéndose accesibles para la mayoría. Esto no significa, por supuesto, que no deba haber planes de salud para personas sin recursos. El punto es que siempre hay y habrá, en todos los países, personas que pueden acceder a medios mientras otros no, lo cual cuenta tanto para la salud como para cualquier otra cosa y eso es fundamental para que la producción se masifique.
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