La estructura de las revoluciones científicas
Thomas S. Kuhn
Traducción de Carlos Solís Santos
Primera edición en inglés, 1962
Segunda edición, 1970
Primera edición en español, 1971
Decimoctava reimpresión, 2002
Segunda edición, 2004
Segunda reimpresión, 2004
Tercera edición, 2006
Primera reimpresión, 2007
Primera edición electrónica, 2010
Título original: The Structure of Scientific Revolutions
Edición autorizada por The University of Chicago Press, Chicago, Illinois, USA.
© 1962, 1970, by the University of Chicago.
Fotografía de portada: JupiterImages Corporation
D. R. © 1971, Fondo de Cultura Económica
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ISBN 978-607-16-0825-3
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Acerca del autor
Thomas Samuel Kuhn nació en Cincinnati, EUA en 1922. Realizó su formación académica en la Universidad de Harvard, donde se licenció en Física, obteniendo en 1949 el doctorado en Humanidades. Ha sido profesor en las universidades de Berkeley, Princeton y Harvard, y desde 1979 trabaja en el Instituto de tecnología de Massachusetts. Probablemente La estructura de las revoluciones científicas de Thomas S. Kuhn sea el libro más importante y polémico en su género aparecido en los últimos treinta años. Editado en 1962, desde entonces encendió los debates entre filósofos, lógicos e historiadores de la ciencia. Es que la tesis sustantiva de Kuhn apuntaba claramente al corazón del positivismo anidado en la epistemología tradicional o clásica (más allá de Popper), creyó siempre ver en el desarrollo de las ciencias un progreso ininterrumpido, que podemos denominar ¨por acumulación¨. Acumulación de conocimientos - construcción ¨ ladrillo a ladrillo, nos dice Kuhn - se produce en los períodos tranquilos de la ciencia ¨normal¨, cuando los grandes conceptos rectores, la visión de la comunidad científica acerca del mundo natural, están sólidamente instalados, bajo el paraguas de uno o varios ¨paradigmas¨. Es entonces cuando los científicos exploran las anomalías, los puntos oscuros que las teorías no han podido resolver aún, y de cuya resolución depende el ¨progreso científico¨. Para esa labor, el paradigma científico provee de una suerte de protección, el marco conceptual y epistemológico en el que se discute la problemática; pues naturalmente hay muchas cosas para ser resueltas por la labor y el esfuerzo cotidiano de físicos o biólogos. Son esos ¨enigmas¨que la ciencia normal transforma en el objeto de su esfuerzo regular los que pueden calificarse de ¨anomalías¨del paradigma aceptado, ya que ningún paradigma resuelve el conjunto de cuestiones, sino que provee de las herramientas, las técnicas y las reglas (incluidas, naturalmente, las leyes) que permitirán la extensión continua del conocimiento.
Una revolución del siglo XX
por Carlos Solís Santos
The Moon shines bright: in such a night as this,
When the sweet wind did gently kiss the trees…
William Shakespeare
Las revoluciones discurren con frecuencia en direcciones inesperadas por quienes las iniciaron. Copérnico quería conseguir los mismos resultados que Ptolomeo, respetando incluso las invisibles esferas celestes que transportan los planetas, aunque cumpliendo fielmente el requisito cosmológico de que los movimientos habrían de ser perfectamente circulares y uniformes en torno a sus centros. Sin embargo, la revolución copernicana llegó a término cuando Kepler introdujo sus órbitas elípticas recorridas con movimientos acelerados. También Newton compuso su sistema para llevar a las personas a creer en la divinidad, por lo que redujo la materia a casi nada, e incluso esa nada era pasiva y bruta, mientras que todo el dinamismo cósmico descansaba en fuerzas inmateriales dependientes de la voluntad de Dios. Así pretendía combatir el mecanicismo ateo. No obstante, los newtonianos continentales que completaron su revolución terminaron por considerar las fuerzas como propiedades innatas de la materia e inauguraron una sólida visión mecánica de la naturaleza que podía prescindir de la hipótesis de Dios.
De ahí que para entender las motivaciones e intenciones de un innovador haya que ver su obra desde lo que había antes de él y no desde lo que vino después de él, lo que sugiere empezar mostrando la historia de las concepciones filosóficas e históricas acerca de la ciencia con las que se topó Thomas Samuel Kuhn (1922-1996) y que él transformó. Sólo después se produjeron otras interpretaciones y modificaciones de sus ideas en contextos culturales y profesionales muy distintos de aquellos en los que él inició su trabajo. Especialmente notables fueron las transformaciones sociologistas de su filosofía, según las cuales las teorías científicas serían adoptadas como las modas y estarían imbuidas de cualquier clase de intereses sociales externos a los problemas en juego. En realidad la visión kuhniana de la ciencia es profundamente internista, pues en ella lo importante es el progreso en la “resolución de rompecabezas”, por más que para poder proseguir esa tarea en ocasiones se imponga transformar completamente la ontología y los marcos lingüísticos que la expresan, lo cual entraña, como apuntaremos más abajo, la sustitución de unos conocimientos sintéticos a priori por otros, que es la fuente de las inconmensurabilidades que tanto han preocupado a algunos filósofos a la antigua, a la manera en que la inconmensurabilidad entre magnitudes espantó a los viejos pitagóricos.
El descubrimiento de Kuhn
En el ensayo de Kuhn, al que aludiremos abreviadamente con La estructura , se insiste (véanse las secciones VIII o XIII ) en que cuando un campo de investigación se halla en dificultades, es frecuente que la solución se le ocurra a un joven o a un recién llegado que, al no estar habituado a los viejos modos de hacer las cosas, posee una mayor disponibilidad y flexibilidad para ingeniar una salida novedosa. Kuhn fue especialmente consciente del divorcio entre, por un lado, las expectativas sobre lo que debería ser la conducta científica correcta, según los análisis de los filósofos positivistas, inductivistas o falsacionistas y, por otro, las conductas reales exhibidas por los científicos más creadores e importantes mostradas por la historia de la ciencia. Sin embargo, él no era un filósofo de formación ni un historiador de la ciencia profesional, de modo que pudo proceder desde sus intuiciones ingenuas de juventud a sus meditadas propuestas de madurez sin verse constreñido por el proceso de endoculturación que paralizó la capacidad de reacción de los otros grupos más profesionales.
Thomas Kuhn fue un estudiante de física en Harvard que obtuvo el Bachelor en 1943, el Master en 1946 y el Doctorado en 1949. Bien dotado para las matemáticas, recibió una instrucción rápida como parte del esfuerzo bélico y fue reclutado para trabajar en medidas antirradar, lo cual lo convenció de que eso no satisfacía sus intereses de comprensión de la ciencia y la naturaleza. De manera que vio el cielo abierto cuando en 1947 el químico orgánico James Bryant Conant (1893-1978), rector de Harvard y alto comisario para Alemania occidental desde 1953, le ofreció colaborar en uno de sus cursos de ciencias para no científicos. Conant era un excelente organizador y descubridor de jóvenes promesas que deseaba dotar a la emergente nación americana, compuesta de retazos de inmigraciones diversas, de una actitud científica, positiva, racional y práctica que la inmunizase de los marasmos de la “vieja Europa”, a la que ya había sido necesario sacar dos veces del atolladero.