Diego Borinsky
Gallardo monumental
Vida, pensamiento y método de un líder
Aguilar
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Con 12 años, se le acerca al examinador de turno y le pide que lo cambie de equipo porque no le pasan la pelota. A los 17 lo infiltran por primera vez en el tobillo, y empieza a entender que deberá convivir con el dolor durante toda la carrera. En Mónaco le patea la puerta al presidente del club porque no lo atiende por teléfono. Se enfrenta a la barra brava de River, a la que no está dispuesto a darle ni un solo peso. Sale campeón con las seis camisetas que usa como futbolista. Y con los dos equipos que dirige. Invita a cenar a los jugadores a los que tiene pensado contratar, para mirarlos a los ojos. Mete a una mujer en su cuerpo técnico y, por ende, en el vestuario.
¿Quién es? ¿Qué piensa? ¿Cómo lo hace? A través de diez charlas con Marcelo Gallardo y más de cuarenta testimonios de personas que lo rodean, el autor hace un viaje a la cabeza y al corazón del único hombre en la historia de River que consiguió ganar la Copa Libertadores como jugador y como técnico. Y encuentra unas cuantas respuestas.
Borinsky, Diego
Gallardo monumental. - 1a ed. - Buenos Aires : Aguilar, 2015
EBook.
ISBN 978-987-735-124-8
1. Biografías. I. Título
CDD 923
Edición en formato digital: diciembre de 2015
© 2015, Penguin Random House Grupo Editorial
Humberto I 555, Buenos Aires.
www.megustaleer.com.ar
Foto de cubierta: © AFP
Diseño de cubierta: Penguin Random House Grupo Editorial / Lucrecia Rampoldi
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ISBN 978-987-735-124-8
Conversión a formato digital: Libresque
A GRADECIMIENTOS
Además de a Marcelo, quiero agradecer a los más de 40 personajes que ofrecieron su testimonio y su mirada para este libro: Rodolfo D’Onofrio, Hernán Buján, Enzo Francescoli, Jorge Bombicino, Marcelo Bielsa, Javier Mascherano, Matías Biscay, Gabriel Rodríguez, Matías Patanian, Sandra Rossi, Rodrigo Mora, Juanma Lillo, Máximo Gallardo, Mariano Juan, el Chino Recoba, Osvaldo Riganti, Rodrigo Sbroglia, Jorge Sampaoli y su biógrafo Pablo Paván, Hernán Díaz, Pablo Dolce, Tato Montes, Mario Argenta, Daniel Enríquez, Guillermo Rivarola, Juanito Berros, César Zinelli, Luigi Villalba, Gabriel Mercado, Nahuel Hidalgo, Patricio Nogueira, Chamaco Rodríguez, Matías Ghirlanda, Pedro Hansing, Alex Saúl, Juan Carlos Olave, Rubén Sagarzazu, Gustavo Yarroch, Pichi Quiroga, César Saban, Pablo Nigro, Jonatan Fabbian y Nahuel Gallardo. También a Ramón Arias y Claudio Sánchez, del foro de historiadores de River, por sus aportes estadísticos.
Gracias a mi editora, Ana Pérez, por la contención y el empuje; a Elías Perugino, por las correcciones; a Juan Arcidiácono, por ordenarme el desorden del archivo; a Martín Rodríguez y Eduardo Rivas, ayuda permanente del otro lado del charco; a Ezequiel Fernández Moores, por escuchar y aconsejar; a Martí Perarnau, por intentar lo casi imposible (Guardiola); a mis compañeros de El Gráfico, Cadena 3 y Fox Sports, por bancarme en mis semanas críticas.
Y un agradecimiento especial para Eduardo Sacheri, que nunca pregunta “cuánto” ni “por cuánto” ni “por qué”, sino “para cuándo”.
I NTRODUCCIÓN
Conociendo a Gallardo
—Tengo unos mangos para apostar con mis amigos, ¿vas a ser el próximo técnico de River?
—¡¿El próximo...?! Sé que lo voy a ser en algún momento pero no sé cuándo.
El bosquejo de ese libro comenzó a tomar forma en febrero de 2014. Me encontré con Marcelo en un bar de Avenida del Libertador, cerca de su casa, en Martínez, para la nota de las 100 preguntas que suelo hacer todos los meses en El Gráfico. La que encabeza esta introducción era la primera. No en términos cronológicos de la entrevista, pero sí la que elegí que fuera como N° 1. Trucos válidos del ejercicio periodístico.
A Marcelo lo conocía casi desde que debutó en la Primera de River, en 1993. Le había hecho 4 o 5 notas en diferentes momentos de su carrera, pero el vínculo nunca se extendió más allá de apagado el grabador. Aquella tarde de verano, sin embargo, cuando se aproximaba a cumplir dos años sabáticos como entrenador tras su consagración en Nacional, la charla se extendió por tres horas, las dos habituales que en promedio me demandan las 100 preguntas, más otra de riquísimo off. Me volví a mi casa más que satisfecho con el contenido de las respuestas, pero además sorprendido por un par de detalles. En principio, me llamó la atención que no hubiera puesto reparos para dar la nota. En aquel amanecer de la era D’Onofrio, se vislumbraba una travesía áspera en el vínculo entre la dirigencia y Ramón Díaz, y Gallardo era uno de los apellidos que sonaba, en los míticos pasillos del Monumental, como uno de los posibles sucesores. En casos así, se le aconseja a ese candidato que se guarde, que no aparezca. Incluso muchas veces ese entrenador suele ser más papista que el Papa y se esconde sin que se lo pidan, por si acaso. Pero Gallardo en ningún momento exhibió esa preocupación ni me pidió que tuviera cuidado con tal o cual respuesta. Daba muestras de su personalidad. Otra característica que percibí en ese encuentro, fue su claridad conceptual al hablar de fútbol. Y su seguridad para expresarlo.
“¡Qué lástima que no aposté con mis amigos, me hubiera hecho rico!”, le escribí por whatsapp meses después, cuando lo eligieron director técnico de River tras la renuncia de Ramón Díaz. Y le propuse vernos a la vuelta del Mundial de Brasil.
Yo había decidido parar un poco con mi modesta producción “literaria”. Venía de escribir la biografía de Matías Almeyda en 2012, dos selecciones de mis entrevistas de El Gráfico en 2013, y uno más vinculado a la historia de la Selección Argentina en los Mundiales a comienzos de 2014. Es un esfuerzo muy grande escribir un libro. Intelectual y físico. Es gratificante, sí, cuando uno observa el producto final y tiene a su hijito en brazos pero el camino suele ser una carrera contra el tiempo, los nervios, el insomnio y la angustia. Sin embargo, me alcanzó con ver cinco partidos del River de Gallardo y escuchar la lucidez de sus explicaciones en las ruedas de prensa, para recuperar violentamente el entusiasmo.