La moción
La crónica no contada de los diez días que cambiaron la Historia de España
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Derechos reservados © 2019, respecto a la primera edición en español, por:
© Lucía Gómez-Lobato
© Editorial Samarcanda
ISBN: 9788417672379
ISBN e-book: 9788417672836
Producción editorial: Lantia Publishing S.L.
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IMPRESO EN ESPAÑA – PRINTED IN SPAIN
Para Sandra. Tu sonrisa me explicó la vida.
To Chris. For raising me up to reach my dreams.
I
Está hecho
Son cerca de las tres de la tarde del miércoles 23 de mayo de 2018. A Mariano Rajoy y al resto de comensales de aquel reservado situado a pocos metros de la Puerta de Alcalá, acaban de retirarles el primer plato para empezar a servirles el principal. El presidente del Gobierno no llega a tenerlo delante. Un escolta que esperaba fuera ha entrado a darle el aviso que llega del Palacio de la Moncloa:
—Presidente, tiene una llamada importante.
El móvil no ha sonado porque en esa sala de paredes azules en la que Rajoy comparte mesa y mantel con la cúpula del Gobierno, del partido y del grupo parlamentario, no hay cobertura. Así que deja su servilleta sobre la pala de pescado aún intacta y sale al pasillo del restaurante a responder la llamada.
Allí se encuentra al hombre fuerte del Partido Popular, que unos minutos antes había salido también a hablar, él con su mujer. Fernando Martínez-Maíllo observa al «jefe» de reojo y deduce por su cara de satisfacción que está recibiendo buenas noticias.
Al otro lado del teléfono, uno de los hombres más poderosos del País Vasco: el gran jerarca del PNV, el carismático Andoni Ortuzar. Un hombre tan ameno y generoso en la corta distancia como enigmático y cauto en su vida pública. Pero, sobre todo, una persona capaz de convencer a un amigo de que debe morir bajo su espada sin que la amistad se resienta. Esa virtud ayudará a Rajoy a encajar unos días después el golpe más violento que se puede recibir en política. Pero esta vez, sin embargo, el vasco, periodista de profesión, disfruta llevando el mejor mensaje a su amigo Mariano.
—Apoyaremos los Presupuestos —le comunica sin rodeos.
Al presidente del partido hegemónico en Euskadi le ha costado más de un disgusto defender ante los suyos la conveniencia de apoyar estas cuentas a cambio de una subida de las pensiones con la que calmar las protestas semanales en el centro de Bilbao y millonarias inversiones públicas para avanzar en la llamada agenda vasca. El PNV de despacho, el suyo, ha conseguido hace unos minutos atraerse en la votación al PNV de territorios en el que el lehendakari, Iñigo Urkullu, tiene más influencia. Por respeto a una regla no escrita de este partido centenario, el lehendakari asiste a las reuniones de la dirección, el Euskadi Buru Batzar, pero no toma la palabra. Así que, en esta ocasión, la peculiar organización de este partido de férreas tradiciones ha favorecido los intereses del Gobierno central.
Rajoy no se prodiga en agradecimientos, pero no oculta tampoco su regocijo y, tras colgar el teléfono al presidente del partido vasco, se limita a responder con contención y aplomo a la mirada expectante de su coordinador general y también amigo, Fernando, con dos palabras:
—Está hecho.
Cuando vuelve a la silla, de madera y felpa azul oscuro, recoge su servilleta, y con una copa de Rioja en la mano comunica a sus más cercanos la noticia:
—Los Presupuestos se aprueban esta tarde. Tenemos dos años más.
A su derecha, la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal. A su izquierda, para evitar incluso el roce físico entre ellas, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría. Que Rajoy esté presente en el mismo lugar en el que están ellas dos es la única garantía de que no habrá tensiones durante la comida. Ambas mujeres, dirigentes del partido y del Ejecutivo solo a las órdenes de su jefe, arrastran su enemistad desde hace ya más de una década.
La hostilidad tiene su origen en el nombramiento de Cospedal como número dos del partido en el Congreso de 2008. Esa decisión del presidente marcó un punto de inflexión en la relación entre ambas mujeres, que empeoró primero en el ámbito político e, inevitablemente, pronto pasó al plano personal.
La animadversión ha ido a más desde entonces, hasta el punto de hacer sentir incómodos a los que comparten espacio con ellas. Quienes han tenido que respirar en esa atmósfera la describen como «espantosa». Una de las víctimas de esta animosidad asegura que se vio obligada a prescindir de su buena relación con Cospedal cuando su trabajo pasó a depender directamente de Sáenz de Santamaría:
—Si eras amiga de una no podías ser amiga de la otra, así que Cospedal dejó de hablarme sin más —explica.
La ministra de Defensa ha llevado tan lejos su resentimiento que no acude a ninguna reunión del Consejo de Ministros que tenga que presidir Soraya Sáenz de Santamaría en ausencia de Mariano Rajoy.
Ambas mujeres flanquean en esta ocasión a su presidente. No hay por tanto riesgo siquiera de que establezcan contacto visual. Las otras dos sillas alrededor de la mesa redonda las ocupan su jefe de gabinete, José Luis Ayllón, y el portavoz de los populares en el Congreso, Rafael Hernando. Cuando Martínez-Maíllo vuelve al comedor, todos celebran la proeza de haberse garantizado la legislatura con un sinfín de circunstancias en contra.
Imposible pensar en aquel momento que la de ese día sería la última noche de tranquilidad política para todos ellos; el último encuentro del núcleo duro de PP con algo que celebrar; la última vez que brindarían en ese restaurante al que volverán solo una semana después para llorar sus penas. La cuenta de esta última celebración en equipo corre a cargo del grupo parlamentario.
Mientras, en el Congreso de los Diputados, el debate sobre las cuentas públicas continúa. En el Grupo Popular apenas nadie escucha a los interlocutores. Saben que, salvo aberración parlamentaria, nada impedirá que salgan de allí con gloria.
Pero en la sede de los adversarios, el PSOE, en el número 70 de la madrileña calle Ferraz, hay alguien que asiste al éxito del Gobierno con cierta sensación de provisionalidad porque sabe que está al caer la primera sentencia de la causa Gürtel —el mayor caso de corrupción en la historia de un partido político en España: el Partido Popular—. El creador de «el Pedro Sánchez evolucionado», el estratega político sin ideología conocida, el experto en golpes de efecto y marketing de la Comunicación, Iván Redondo, fantasea con un plan desde hace un año para que la corrupción se lleve por delante al Gobierno de Rajoy.
Lo había desvelado en su blog The War Room tan claramente, que al cabo de los acontecimientos más de uno se daba golpes de pecho por no haberlo visto venir. Así lo había plasmado aquel «día de la victoria», como el propio Redondo había bautizado la jornada de coronación de Pedro Sánchez, tras el resultado de las Primarias en el PSOE:
Si enfocamos bien el ajedrez político que se avecina, deben saber que hay altas probabilidades de que Sánchez pueda ser presidente. Bien a través de una moción de censura, si se suceden más escándalos en el seno del PP y se conforma esa mayoría alternativa, o tras el resultado de unas elecciones anticipadas. (Sánchez puede ser presidente, 2 2/5/2017).
Del análisis constante de todos los escenarios posibles el asesor principal de Sánchez se había quedado con estos dos y, entre ambos, recién aprobados los Presupuestos Generales del Estado, el de las elecciones anticipadas había quedado fuera del tablero bicolor.