Annotation
Después de Los presidentes en zapatillas, M.ª Ángeles López de Celis nos introduce de nuevo en el Palacio de la Moncloa, en esta ocasión de la mano de las primeras damas de la democracia española. Seis mujeres excepcionales, muy distintas entre sí, y en general poco conocidas para la opinión pública.
¿Quiénes son? ¿Cómo enfocaron su vida mientras sus esposos dirigieron los destinos de España? ¿Cuáles fueron sus funciones? ¿Qué papel jugaron en el devenir político de nuestro país? A todas estas preguntas responde la autora desde el conocimiento directo de la sede del poder Ejecutivo, de sus estructuras y sus inquilinos, para los que trabajó durante más de tres décadas.
Un relato diferente, bien estructurado y apasionante, salpicado de situaciones y anécdotas de interés humano e histórico. Un homenaje a la cara femenina del poder, que convierte a las esposas de los presidentes del Gobierno en las auténticas protagonistas de nuestra historia reciente.
MARÍA ÁNGELES LÓPEZ DE CELIS
Las Damas de la Moncloa
Espasa
Sinopsis
Después de Los presidentes en zapatillas, M.ª Ángeles López de Celis nos introduce de nuevo en el Palacio de la Moncloa, en esta ocasión de la mano de las primeras damas de la democracia española. Seis mujeres excepcionales, muy distintas entre sí, y en general poco conocidas para la opinión pública.
¿Quiénes son? ¿Cómo enfocaron su vida mientras sus esposos dirigieron los destinos de España? ¿Cuáles fueron sus funciones? ¿Qué papel jugaron en el devenir político de nuestro país? A todas estas preguntas responde la autora desde el conocimiento directo de la sede del poder Ejecutivo, de sus estructuras y sus inquilinos, para los que trabajó durante más de tres décadas.
Un relato diferente, bien estructurado y apasionante, salpicado de situaciones y anécdotas de interés humano e histórico. Un homenaje a la cara femenina del poder, que convierte a las esposas de los presidentes del Gobierno en las auténticas protagonistas de nuestra historia reciente.
Autor: López de Celis, María Ángeles
©2013, Espasa
ISBN: 9788467024579
Generado con: QualityEbook v0.62
A Lourdes, Yolanda e Isabel,
mis hermanas... sin serlo.
INTRODUCCIÓN SER O NO SER... LA PRIMERA DAMA
E STA es la duda existencial a la que se enfrenta la esposa de cualquier profesional de la política cuando atisba en su marido brotes verdes de genuina aspiración a disputar, en buena lid, la presidencia del Gobierno del país. Y desde ese momento, mientras su carismático compañero cumple el más ansiado de sus sueños, ella se colocará en la casilla de salida de un largo y tortuoso camino que desembocará, sin posibilidad de excusa, en un marco controvertido, en un escenario hostil, habitará una vivienda carcelaria y decadente de la que nunca poseerá las llaves, y sus actuaciones o la ausencia de ellas, su perfil, su imagen y sus declaraciones serán puestas en tela de juicio permanentemente. Habrá un antes y un después de ese día D y hora H en los que atraviese, junto a su familia, la verja del Palacio de la Moncloa, que se cerrará tras de sí dejando al otro lado, aparcados sine die, intenciones y proyectos, sueños, deseos y legítimas ambiciones.
Pero empecemos por centrar el tema.
Tanto en la terminología protocolaria como en la popular, la primera dama de un país es la esposa del presidente de la nación o del Gobierno. Lógicamente, este término no se aplica a las reinas. La reina es la reina. Primera dama no es un cargo político ni un título institucional; es un calificativo de carácter social. En el ceremonial y el protocolo oficial español, quien recibe este tratamiento es la consorte del jefe del Gobierno o primer ministro.
En las monarquías parlamentarias, las Familias Reales adquieren un rol arquetípico en el que se miran todas las familias del país, teniendo en cuenta, además, que las reinas, princesas, infantas y consortes desempeñan un papel constitucional. Para empezar, comparten responsabilidades con sus cónyuges, puesto que de todos los miembros de la Casa Real depende la continuidad de la dinastía, al contemplarse la posibilidad de ejercer la Jefatura del Estado como regentes. La Corona como institución involucra desde los ámbitos privado, público y oficial a cualquier miembro de la Familia Real en la representación del país.
Muy distinto es el modelo de First Lady, de origen estadounidense, que se limita tradicionalmente a atender de manera privada a la familia, a acompañar al marido en actos públicos y, en un alarde de iniciativa personal, a participar en actividades sociales, culturales o humanitarias. El marketing político ha incorporado en las contiendas electorales a las cónyuges de los candidatos a las más altas responsabilidades de la nación, actividades que, por otra parte, no dejan de tener índole privada y no oficial. Como consecuencia, cuando se produce el triunfo electoral y el ganador es oficialmente investido presidente o primer ministro, no resulta fácil separar las campañas de imagen basadas en la vida familiar de la vida pública institucional.
Con el paso del tiempo, el papel de las primeras damas ha ido evolucionando, de modo que algunas, además de lo señalado, han considerado autoconveniente seguir ejerciendo su actividad profesional. En la actualidad parece existir, cada vez con más frecuencia, un nuevo modelo de esposa de gobernante: aquella que no se resigna a ser «la señora de», título con matiz de pertenencia. Hablamos de mujeres que no se conforman con ser «la cara amable», «la sombra» o «la sonrisa» de la presidencia de la nación o del Gobierno, e intentan, a veces no con demasiado éxito, desempeñar ciertas responsabilidades de gestión.
Pero los árboles no deben distorsionar la visión global del bosque. Por ello es preciso recordar con contundencia que los suyos son cargos que no existen a efectos legales. No han sido elegidas por sufragio popular. La Constitución no las nombra ni especifica sus atribuciones. Su labor no está sujeta a revocación de mandato ni juicio político, y su cuota de poder está determinada por el carácter y la forma de ser y actuar del presidente. Precisamente, al no ser un cargo electo, no tienen asignada una partida presupuestaria específica, por lo que sus gastos forman parte de los presupuestos de la Presidencia. Sin embargo, cierto es que la primera dama cuenta con un amplio margen de libertad para elegir y baremar tanto sus funciones de representación como sus apariciones públicas. En lo que se refiere a las normas de protocolo, cuando una primera dama acude como consorte a una recepción o un acto oficial, tiene el mismo rango protocolario que el presidente. Por el contrario, si asiste sola a un evento, pierde el rango citado.
Entonces, ¿ser primera dama es un juego de adivinanzas? Afirmativo. Su papel es ambiguo y sus responsabilidades se identifican con las costumbres o las pautas históricas. Por otro lado, dos actitudes con una amplia gama de matices predominan en la forma de actuar de estas mujeres. Unas se caracterizan por querer participar de manera categórica en los asuntos de gobierno, con intervención directa en la toma de decisiones, y las otras, en un ejercicio de simplificación extrema, optan por limitarse a cumplir con las reglas del juego estrictamente protocolarias, sin salirse ni un milímetro del guión establecido. A tenor de lo expuesto, el papel de las primeras damas se definiría según su impronta, su personalidad, según los términos del «convenio» que firmen con la otra parte, o sea, sus maridos, y el modelo presidencial que ambos establezcan de mutuo acuerdo. De lo que no hay duda es de que, desde el instante en que una mujer se convierte en primera dama y, por tanto, en imagen pública, ostenta la representación del modelo femenino asimilado a un Gobierno. Toda ella tiene que transmitir unos valores: ser el reflejo, el estilo de un país.