Este libro bellamente ilustrado y fotografiado es un potente método para desarrollar buenos hábitos y eliminar los malos, sin ser demasiado duro contigo mismo en el camino. Pone el foco en tener paciencia, dar forma a soluciones que te sirvan a ti (para que no te limites a hacer lo que ha servido a otros) y a no rendirse cuando las cosas no funcionan. En lugar de centrarse en analizar tus fallos, pone el énfasis en un cambio positivo y consciente. Conocido en el mundo empresarial y deportivo como un método para trazar objetivos incrementables, Kaizen es también una herramienta maravillosa para mejorar aspectos de tu vida, sin sentirte intimidado o abrumado por el desafío.
PRÓLOGO
EL KAIZEN Y YO
En septiembre de 2017, decidí dejar el trabajo en una editorial de Londres y mudarme a Japón. Me gustaba mi trabajo y llevaba una vida social divertida, pero estaba quemada y tensa. El panorama político era incierto y me sentía cada vez más descontrolada. Intenté hacer yoga y practicar mindfulness tanto como pude, pero me di cuenta de que nada era suficiente para combatir la ansiedad y la sensación de inestabilidad con respecto a mi futuro. Quería cambiar algunos de mis comportamientos que sabía que no me estaban haciendo ningún bien, pero me resultaba difícil desarrollar hábitos nuevos. En resumen: estaba cansada, poco inspirada y necesitaba clarísimamente un descanso de mi rutina.
Tan pronto como me mudé a Japón me di cuenta de que incluso estando en un sitio ajetreado y concurrido se respiraba siempre una cierta calma. El metro de Tokio en hora punta estaba tan lleno como el metro de Londres (si no más), pero no había los típicos empujones pasivo-agresivos para ganar un poco de espacio. Estabas apretujado en los vagones como en una lata de sardinas, pero no había alboroto. El tráfico estaba casi siempre congestionado, pero nadie tocaba el claxon ni conducía erráticamente. Casi nunca veías a personas con prisas; había un sentido del orden y un ritmo más tranquilo. Mi nueva ciudad japonesa era más grande y en algunas partes más ajetreada, pero de alguna manera era menos frenética y mucho más acogedora, limpia y relajada. Y a partir de entonces me sentí con ganas de aflojar el ritmo, hacer algunos cambios en mi estilo de vida y aceptar retos nuevos, más enriquecedores y creativos. Adentrarme en una cultura diferente hizo que me diera cuenta de que estaba haciendo algunas cosas mal con respecto a mis hábitos y a mi rutina en Londres, donde solía ir corriendo de un lado a otro en piloto automático y no siempre me cuidaba de la mejor forma.
Después de vivir en Japón durante seis meses y de notar estas diferencias en mi propio comportamiento, me fascinó observar que en la vida cotidiana en Japón se les daba más importancia a los pequeños detalles y al cambio progresivo. Si te encontrabas una calle en obras, veías un gran equipo trabajando en ello, cada uno centrándose en una tarea muy concreta, tanto si se trataba de medir el espacio o de excavar como de redirigir a los peatones. Y las obras no llevaban semanas (¡ni mucho menos años!), sino que la calle entera volvía a estar operativa a los pocos días. Descubrí que los chefs de sushi se forman durante siete años para aprender meticulosamente cada parte del proceso. En mis clases de japonés, me enseñaron la importancia de que los trazos de la escritura japonesa se ejecuten en un orden determinado, el kakijun , y resulta que los niños tardan casi la totalidad de su educación obligatoria en aprender los 2.136 caracteres de uso común. Los detalles pequeños son importantes en la cultura japonesa. Empecé a investigar este aspecto de la vida japonesa y, a través de ello, descubrí la filosofía y la práctica del kaizen.
La traducción aproximada de este término japonés sería «cambio para bien» o «mejora». Así pues, la filosofía kaizen no consiste en cambiar por cambiar, sino en identificar los objetivos concretos (tanto a corto como a largo plazo) y luego dar pequeños pasos asequibles para lograr dichos objetivos. En vez de forzarnos a hacer grandes cambios drásticos, el método promueve hacer las cosas gradual y progresivamente.
El kaizen utiliza los conocimientos psicológicos sobre por qué nos resulta difícil abandonar los malos hábitos y embarcarnos en nuevos retos, y ofrece un marco estructural claro para abordar el cambio. Se suele aplicar como parte de una metodología de negocios, pero también tiene beneficios evidentes para el desarrollo personal. Puede transformar tu autopercepción, así como la importancia que das a tus objetivos y a tu entorno.
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Aprender sobre el kaizen me hizo pensar en la tendencia que tenemos a recurrir a los demás (sobre todo en Oriente) para empaparnos de su sabiduría con respecto a vivir bien y felizmente. En la actualidad vivimos tiempos de incertidumbre y de estrés, y no creo que sea una coincidencia el hecho de que en los últimos tiempos haya una oleada de interés por buscar orientación en otras culturas y tradiciones. Lo podemos ver claramente en las tendencias de todo lo escandinavo (hygge , lagom , lykke o sisu ) o de conceptos japoneses, como ikigai , wabi-sabi , kakeibo , kintsugi , shinrin-yoku y el famoso método de ordenar de Marie Kondo.
El cambio de escenario y la introducción de nuevas experiencias en mi vida hicieron que me fuera más fácil romper con mi rutina anterior. Comencé a adquirir nuevos hábitos positivos gracias al kaizen. Me volví a sentir inspirada para escribir y empecé a hacer yoga cada día por la mañana, una actividad con la que había disfrutado antes, pero que había abandonado. También cambiaron mis hábitos: algunos no porque yo lo eligiera (¡en Tokio es muy difícil encontrar queso cheddar para atiborrarse!), pero otros aspectos me dispuse a cambiarlos por voluntad propia. Estar lejos de mis tentaciones y detonantes habituales puso de manifiesto aquellas cosas que antes estaba haciendo mal, tanto en mi vida personal como en mi vida laboral. Comencé a trabajar como autónoma, lo cual me hizo ver muchas de las cosas que había estado haciendo mal en mi vida laboral anterior, en una oficina. También significaba que de repente tenía que aprender a ser disciplinada con el tiempo de trabajo y no dejar que este se comiera mis noches (¡aunque, a decir verdad, solía fracasar en este aspecto!).