Guervós - Historia Lógico Natural (Historia Lógico-Natural) (Spanish Edition)

Historia lógico-natural

Una novela por

Juan Julián Merelo Guervós

I Licencia

“ Historia lógico-natural” por Juan Julián Merelo Guervós se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-CompartirIgual 3.0 Unported .

II Dedicatoria

Esta novela está dedicada a mi familia empezando por los más cercanos, a los que se la leyeron y me sugirieron cambios o simplemente me animaron y a Cuba y a los amigos que tengo allí.

III Prólogo

Para empezar, la portada es de José Antonio Bautista, gran ilustrador, gran guionista de cómics y gran persona. Consulta su portafolios en http://jabcomics.com .

Escribí esta novela en el año 2010, empezando en mayo y acabando en octubre. La envié a una editorial y firmamos un contrato de edición, con compromiso de hacerlo un par de años más tarde. Pasaron los años y la editorial cerró. Lo envié a otro par de editoriales, que decidieron no publicarla tampoco. Así que, sin más remedio, me convierto de nuevo en eso que se llama ahora editor indie pero que de toda la vida se ha llamado usuario de editoras de vanidad. Lo que tiene bastantes ventajas, por cierto y quizás pocos inconvenientes desde el punto de vista del autor, que puede administrar lo que ha escrito como quiere y cuando quiera.

En todo caso, sirva este prólogo para agradecer a Javier García-Villanova, uno de los primeros lectores de este manuscrito (cuyo nombre entonces era, si mal no recuerdo, “El imperio que no fue”), a mi primo Alfonso Merelo, que tanto me ha animado y que me dio cientos de títulos posibles, a Fernando Tricas, otro lector y corrector de la novela, a Pepe Cervera, a Julio Arrieta que también me ayudaron y/o animaron a que este manuscrito apestara menos que en su versión original.

Esta novela también está en Internet. Sigue @historialn, https://www.facebook.com/pages/Historia-Lógico-Natural/457890944289265 o consulta http://historialn.es para presentaciones, reseñas, dar tu opinión o simplemente compartir algo con el resto de los lectores (y este escritor).

I Victoria

Los últimos de Cuba

La comandancia militar de Guantánamo ha comunicado la rendición final del fuerte El Salvador en el cual subsistían, tras la derrota de la invasión americana de nuestra patria, un regimiento bien armado y pertrechado. A los repetidos requerimientos de rendición de nuestras tropas, acompañados de los documentos que indicaban que el resto de las guarniciones ya lo habían hecho, contestaban con malas frases en el sentido de que se trataba de engaños y mentiras.

Ni los periódicos yanquis ni las cartas de sus papás les hicieron desistir de su empeño por resistir. Lo hizo, finalmente, el final de sus suministros de tabaco para mascar. Sin ellos, no podían seguir combatiendo, por consiguiente se rindieron. La mayoría expresó su deseo de quedarse en nuestro bello país; el resto han sido repatriados por dirigible a Ciudad de México, desde donde volverán a sus hogares o a donde deseen.

El Siglo de La Habana, 18 de enero de 1905

Capítulo 1 Capítulo 1

Archie abre los ojos. – Josh los cierra. – Camino del cautiverio. – Las noticias llegan a Madrid. – Ray reflexiona sobre la culpa. – Camino de la sombrerería.

Archie se volvió a despertar con el sonido de disparos, pero las voces que los acompañaban no hablaban en su idioma. Por eso esperó un instante antes de abrir los ojos; cuando lo hizo despegó sus párpados lentamente y con cautela.

-¡Eh! ¡Aquel negro de allí está vivo! - dijo un mulato andrajoso, armado con un enorme machete, dirigiéndose hacia él. Archie no lo entendió, pero se incorporó, dejando caer a Josh, que ya era sólo un peso muerto sobre sus piernas. Alzó las manos con las palmas hacia fuera y volvió a cerrar los ojos con fuerza, encogiendo a la vez los hombros.

No recordaba haberse apoyado en esa pared la noche anterior, pero sí que era la única que quedaba en pie del fuerte que llevaban defendiendo varias semanas contra los jodidos cubanos y los aún más jodidos españoles. Las mismas semanas que llevaban esperando tropas de refresco, comida, municiones, o la muerte. Muerte que, con los ojos cerrados, esperaba con más fastidio que miedo. Ya había tenido suerte en ser el último en estar vivo, tampoco había que forzarla.

-No quiero ni una tontería – le dijeron en inglés. Archie abrió los ojos, para ver quién le hablaba - Levántate y echa a andar en esa dirección. Como bajes las manos te las corto. Y algún pie de camino.

Éste que se dirigía a él llevaba uniforme, por lo que debía de ser español. Joven, más o menos de su edad. Un par de estrellitas de seis puntas en la bocamanga, un teniente recién salido de la academia, quizás. O un comandante ascendido por méritos de combate; Archie tampoco entendía muy bien cómo iban los galones españoles, pero dos estrellas eran más de una, así que este no era ningún cabo. Su uniforme rayado estaba cubierto de manchurrones rosas y marrones, igual que su cara barbilampiña.

Comenzó a andar hacia donde le indicaron, que era donde se había erigido uno de los muros del fuerte, en dirección a Holguín. A su alrededor no había ni un uniforme caqui americano en pie, sólo los azules y rayados españoles y los harapos cubanos. Era el último, pues. Quizás el último americano vivo en Cuba.

El resto estaba acabando en esos instantes de morir con las botas puestas, porque la banda de pelafustanes que había tomado el fuerte se dedicaba sistemáticamente a expoliar los cadáveres de calzado y enseres, no dejándoles encima ni los dientes, sin que los oficiales vestidos de uniforme hicieran mucho para evitarlo; algunos, incluso, participaban en el expolio. Antes de salir del fuerte, a él también le habían quitado las botas, la correa, y todo lo que llevaba encima salvo la tela del uniforme y la ropa interior. Y aunque no parecían haber respondido a ninguna orden, un par de soldados rasos españoles le agarraron de los brazos y le conminaron para que echara a andar camino de la ciudad.

T ardaron varias horas porque sus custodios se paraban continuamente a saludar, a mear, a trapichear... Incluso lo dejaron solo durante veinte minutos mientras hacían algo dentro de una cabaña donde una chica, sonriente, los había recibido.

Al salir se habían mostrado bastante sorprendidos de que Archie siguiera en el mismo sitio; uno de ellos incluso se cabreó y le propinó un par de golpes. El otro, más joven, le dijo algo, lo que tuvo su efecto porque dejó de pegarle. Los dos se recompusieron un poco la ropa y continuaron su camino.

La última vez que Archie había pasado por el mismo camino, en dirección contraria, llevaba un fusil al hombro y una antorcha en la mano y muchas de las cabañas y campos de cultivo habían sido ya arrasados o estaban a punto de serlo, devoradas por las llamas. La estación de las lluvias y una derrota habían sido suficientes para devolver la zona a su estado anterior. Archie, como carpintero, no pudo por menos de admirar si no la buena factura, al menos la eficacia de los cubanos a la hora de levantarlas.

Habían llegado a Cuba con la intención de liberarlos del yugo español. Sin embargo, los habían recibido con indiferencia o, más adelante, con hostilidad. Ahora, una vez llegados a la ciudad de Holguín, un soldado yanqui escoltado por dos españoles no despertaba la más mínima curiosidad. La gente paseaba en calesas, a caballo, a pie, compraban, hablaban, se zurraban y se amaban y se odiaban, cada uno a su aire y aparentemente en total libertad. La guerra parecía no haber pasado por allí a pesar de que, a sólo unas horas a pie los restos de muchos soldados americanos se pudrían en los escombros del fuerte.

Raymond Ferdinand Buffet compró, procurando no decir una palabra para no despertar sospechas, el ABC que gritaba a cinco columnas “Los yanquis, derrotados”, haciendo que el resto de las noticias que pululaban por la portada parecieran simples salpicaduras de tinta a su lado.