JUNICHI SAGA (Tsuchiura, prefectura de Ibaraki, Japón, 1941) estudio medicina en la universidad de Keio de Tokio e hizo su residencia en un hospital de Honolulú, Hawái. De regreso al Japón, se instaló en Tsuchiura, junto al lago Kasumigaura, setenta kilómetros al norte de Tokio, y allí sigue practicando la medicina. Pronto empezó a grabar los testimonios de sus pacientes, recopilando sus relatos en varios libros. Dos de ellos, dedicados a la vida cotidiana del Japón rural anterior a la II Guerra Mundial, se tradujeron al inglés con los titulos Memories of Silk and Straw y Memories of Wind and Waves. En 1989 publicó Memoria de un yakuza.
Epílogo
Como una salamandra, me sentaba cada día en la silla de mi consulta. Sentía intensamente la necesidad de que me tocara el aire del exterior. Aprovechando que salía a hacer visitas, paseaba por la ribera o me adentraba en la montaña. Pero, cuando me daba cuenta, ya volvía a estar sentado en la misma silla pasando visita. De ese modo transcurrieron veinte años. Es difícil expresar bien con palabras la profunda maravilla, la fascinación que supuso para mí ese hombre llamado Eiji Ijichi.
Enciendo el magnetófono y resuena esa voz ronca y pesada; y revivo aquellos días pasados junto a él en el kotatsu. Inconscientemente, lo sigo caminando por Fukagawa, o estoy sentado en el garito de Uguisudani. La tranquila voz del crupier resuena por la habitación encalmada, los fajos de billetes se deslizan sobre el tapete y dentro del cubilete los dados hacen que salga una voz ronca. Un mundo totalmente distinto del mío me hace recordar la tierra donde nací. Yo, que nunca he puesto un pie en un prostíbulo de Fukagawa ni he apostado nunca. Sin embargo, no sé por qué, ya no me parece posible afirmar que, en el pasado, no haya hecho alguna de esas cosas.
Quizá su mundo sea mi mundo, el mismo universo compartido por mi padre, mis abuelos y una multitud de gente corriente. Tal vez la heterogeneidad del tiempo en que él vivió sea simplemente una cuestión de apariencias, y en la profundidad fluía el mismo aire que respiramos nosotros.
Y, sin embargo, su recuerdo me hace sentir añoranza, y también es cierto que durante mucho tiempo me ha hecho sufrir en secreto.
Desde que él se fue a otro mundo, yo quería convertir lo antes posible sus historias en un solo relato. Pero, en cuanto me ponía a escribir, me daba cuenta de que era un trabajo mucho más complicado de lo que había pensado. Lo que él me legó era algo enorme. Me ponía a escuchar las cintas y me quedaba perplejo y alterado. Regresaba de mis visitas a mi habitación, sacaba las cintas, escuchaba un fragmento y tomaba notas. Y las notas fueron creciendo hasta salirse de la mesa. Pero estaban llenas de repeticiones y eran tan complicadas, estaban tan mal hechas que no se podían dejar leer a nadie. Así es como me peleaba un día tras otro con su voz, sin lograr escribir ni una sola página con sentido. Y así, sin darme cuenta, fue pasando el tiempo.
Era igual que un gran árbol enterrado, no sabía por dónde cogerlo. Pero cada día me presionaba, dirigiéndose hacia mí y diciéndome «quiero que me arranques deprisa».
Un día, no sé por qué, de repente empecé a poder escribir. Y fue tan fácil que me sorprendió a mí mismo. Casi sin pensar, sin escuchar las cintas, iba escribiendo, y terminé en tres meses. No acabo de entender por qué me sucedió. A lo mejor fue bueno rendirme y dejarlo aparcado. Aquella impresión tan fuerte con el tiempo se fue haciendo más ligera, y con ello salió a flote en mi corazón la imagen natural de Eiji Ijichi. ¿Hice bien al transcribirla de forma obediente? Me parece extraño que no pudiera hacerlo desde el principio.
Ya dije en el prólogo que, cuando iba escribiendo frases, fue surgiendo una montaña de cosas que no le había escuchado y otras que debería haberle preguntado. Pero, llegado a aquel punto, ya no podía hacerlo, así que me dediqué a buscar datos y a visitar —y tomar como modelos— a personas que habían vivido en esa misma época.
Especialmente, Yuzuru Ogaiua, Magoichi Arakawa, Kisaburo Tagawa, Masujiro Tsukada, Hisakichi Tsumura, Seiichiro Akiba e lku Miyazaki; todos me ayudaron a comprender correctamente cuál era la situación en los alrededores del río Onagi en Fukagawa, y cuáles las circunstancias del barrio de Asakusa, de Corea del Norte y de Manchuria, y me permitieron escuchar lo suficiente para verificar y completar la memoria del señor Ijichi. También recibí consejos importantes del guionista Izuho Sudo. Quiero aprovechar esta oportunidad para mostrarles mi agradecimiento.
Diciembre del año 1988,
SAGA JUNICHI
Título original: Memorias de un yakuza
Junichi Saga, 1989
Traducción: Jordi Juste Garrigós
Editor digital: Skynet
ePub base r2.0
Notas
[1] El kotatsu es una especie de mesa camilla baja (para sentarse junto a ella sobre el tatami), por lo general cuadrada, con un brasero debajo y unos faldones que cuelgan por los lados para retener el calor.
[2] El shamisen es un instrumento de tres cuerdas que se usa en la música tradicional japonesa.
[3] La palabra futón sirve en japonés para designar tanto la colchoneta sobre la que se duerme en las habitaciones con suelo de tatami, como los edredones con los que se cubre. En este libro se ha optado por circunscribirla a la primera acepción, y se ha usado «edredón» para la segunda.
[4] El tokonoma es un espacio elevado empotrado en la pared de una habitación de estilo japonés, donde se cuelgan pinturas o piezas de caligrafía, se colocan adornos florales o se sitúa el altar ante el que se rinde culto a los ancestros.
[5]Bon es la celebración budista del retorno de las almas de los difuntos que tiene lugar en Japón a mediados de agosto.
[6] Los empleados tocaban con la frente sobre el tatami porque estaban sentados a la japonesa, es decir, sobre sus talones, y se inclinaban hacia delante para mostrar su respeto.
[7] El shimada es un estilo de peinado tradicional, hoy en día utilizado sobre todo por geishas y por las mujeres que se casan siguiendo el rito sintoísta.
[8]Bijin-ga significa retrato de una persona hermosa; normalmente se refiere a los grabados con planchas de madera ukiyo-e de la era de Edo (1603-1868).
[9] Un mochi es un pastelillo hecho con pasta de arroz glutinoso.
[10] Un kadomatsu es una decoración tradicional japonesa hecha con vegetales, como troncos de bambú y ramas de pino.
[11] La era Taisho (1912-1926) corresponde al tiempo en que estuvo en el trono de japón el emperador Yoshihito (1879-1926).
[12] Un furin es una campanilla de cuyo badajo cuelga una tira de papel para proporcionar con su sonido sensación de frescor en verano.
[13] Un hibachi es un recipiente, normalmente parecido a una maceta, hecho para contener carbón ardiendo.
[14] La guerra ruso-japonesa (1904-1905) enfrentó a ¡as dos potencias por el control del noreste de Asia. Terminó con la victoria de Japón.
[15] Ieyasu Tokugawa (1543-1616) fue el fundador del régimen que gobernó Japón desde 1603 hasta 1868.
[16] Gyotoku es una zona del municipio de Ichikawa, en la provincia de Chiba, al este de Tokio.
[17] Edo era el nombre de Tokio hasta 1868.