Nota de las autoras
El presente libro es el fruto de más de mil horas de entrevistas a más de cuatrocientos individuos, en su mayoría ejecutivos, empleados antiguos y actuales de Facebook, junto con sus familias, amigos y compañeros de estudios, así como inversores y consejeros de dicha compañía. También nos hemos basado en diversas entrevistas a más de un centenar de legisladores y reguladores y a sus asistentes, a defensores del consumidor y de la privacidad y a académicos de Estados Unidos, Europa, Oriente Próximo, Sudamérica y Asia. Las personas entrevistadas participaron directamente en los hechos descritos o, en unos pocos casos, fueron informadas de dichos hechos por individuos involucrados en ellos. En determinados casos, las alusiones a periodistas de The New York Times se refieren a nosotras o a nuestros colegas.
El presente libro está basado en correos electrónicos, informes y documentos técnicos que contaron con la participación o la aprobación de altos cargos, y que nunca habían salido a la luz. Muchas de las personas entrevistadas han recordado con gran detalle numerosas conversaciones y han aportado anotaciones, fechas y otro tipo de información que hemos utilizado para reconstruir y verificar los hechos. Debido a los litigios federales y estatales que hoy en día se mantienen contra Facebook, a los pactos de confidencialidad en los contratos de trabajo y al miedo a posibles represalias, la inmensa mayoría de los entrevistados ha decidido hablar con la condición de que se les identifique solo como fuente de información, y no por su nombre. En la mayor parte de los casos, una multiplicidad de personas ha confirmado los hechos, ya sea como testigos presenciales de estos, ya sea por haber sido informadas de lo acontecido. Así pues, es importante que el lector no asuma que la persona que cuenta un suceso en concreto sea la que ha proporcionado esa información. En los casos en que los portavoces de Facebook han negado ciertos hechos o lo que se cuenta sobre la actitud de sus directivos y sobre distintos eventos, varias personas con conocimiento directo de lo ocurrido han verificado la información que aportamos.
Los individuos que han hablado con nosotras, poniendo a menudo sus carreras en peligro, han desempeñado un papel crucial en la elaboración del presente libro. Sin su voz, la historia del experimento social con más repercusiones de nuestros tiempos no habría podido salir a la luz en su totalidad. Esas personas nos permiten adentrarnos en los entresijos de una empresa que supuestamente tiene la misión de crear un mundo interconectado en el que poder expresarse con libertad, pero cuya cultura empresarial exige un gran secretismo y una lealtad ciega.
Si bien en un primer momento tanto Mark Zuckerberg como Sheryl Sandberg habían indicado a su oficina de prensa que querían que sus puntos de vista quedaran reflejados en el presente libro, lo cierto es que se negaron repetidas veces a que pudiéramos entrevistarlos. Sandberg nos invitó en tres ocasiones a mantener una conversación en privado con ella en Menlo Park y en Nueva York, con la promesa de que nuestra charla daría lugar a una entrevista más larga de carácter oficial. Cuando se enteró del carácter crítico de alguna de nuestras investigaciones, cortó de golpe cualquier tipo de comunicación directa con nosotras. Por lo visto, el relato puro y duro de la historia de Facebook no encajaba ni con su visión de la compañía ni con su papel como segunda al mando.
Según nos comentaron, Zuckerberg no tuvo el más mínimo interés en participar en nuestro proyecto.
Prólogo
A cualquier precio
Según un antiguo alto ejecutivo de Facebook, los tres grandes temores de Mark Zuckerberg eran que su sitio web fuera hackeado, que sus empleados sufrieran daños físicos y que los legisladores acabaran un día por hacer pedazos su red social.
A las 14.30 del 9 de diciembre de 2020, ese último temor se convirtió en una amenaza inminente. Con el objetivo de desmantelar la empresa, la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos (FTC, por sus siglas en inglés) y casi todos los estados de ese país presentaron una demanda contra Facebook por perjudicar a sus usuarios y competidores.
Las pantallas de decenas de millones de smartphones se hicieron eco de la noticia de última hora. La CNN y la CNBC interrumpieron su programación para dar la noticia. The Wall Street Journal y The New York Times escribieron grandes titulares en la cabecera de sus portadas.
Al cabo de unos minutos, la fiscal general del estado de Nueva York, Letitia James, y específicamente contra sus dirigentes, Mark Zuckerberg y Sheryl Sandberg.
«Revela una historia desde el principio, la creación de Facebook en la Universidad de Harvard», dijo James. Durante años, Facebook había venido practicando una estrategia despiadada, la de «comprar o enterrar», para acabar con la competencia. El resultado era la creación de un poderoso monopolio que causaba un gran perjuicio. Violaba la privacidad de sus usuarios y propagaba una epidemia de contenido tóxico y dañino que afectaba a tres mil millones de personas. «Mediante la utilización de una cantidad ingente de datos y dinero, Facebook ha aplastado, o ha inutilizado, todo aquello que la empresa percibía como amenaza potencial —añadió James—. Ha reducido las posibilidades de elección del consumidor, ha obstaculizado las innovaciones y ha degradado las medidas de protección de la privacidad de millones de americanos.»
Citado más de un centenar de veces por su nombre en la denuncia, Mark Zuckerberg fue presentado como el padre transgresor de las reglas de un proyecto casero que alcanzó el éxito por medio del acoso y el engaño. «Si entrabas en territorio de Facebook o te resistías a vender, Zuckerberg pasaba al “modo destrucción”, y sometía tu actividad a la “cólera de Mark”», alegaron los fiscales generales, citando correos electrónicos de diversos inversores y de la competencia. El presidente de la compañía tenía tanto miedo de quedar en desventaja ante sus rivales que «en vez de superar en prestaciones o innovación cualquier amenaza por parte de la competencia, optó por acabar con sus rivales u obstaculizar su actividad». Espiaba a sus competidores, e hizo caso omiso de los compromisos adquiridos con los fundadores de Instagram y WhatsApp en cuanto logró hacerse con estas startups, alegaron también los fiscales generales de los distintos estados.
Junto a Zuckerberg permanecería siempre Sheryl Sandberg, la antigua ejecutiva de Google que convirtió su motor tecnológico en un importante generador de dinero mediante la utilización de un innovador y pernicioso negocio publicitario que «vigilaba» a los usuarios para obtener información personal. El modelo de publicidad de Facebook se basaba en un peligroso circuito de retroalimentación: cuanto más tiempo pasara el usuario en el sitio web, más información podía recabar este. La trampa consistía en ofrecer libre acceso a los servicios, pero en realidad el usuario pagaba un alto precio de distintas maneras. «Los usuarios no pagan dinero en efectivo para poder utilizar Facebook. En lugar de ello, entregan su tiempo, su atención y su información personal para poder tener acceso a sus servicios», decía la denuncia de los distintos estados.
Se trataba de una estrategia basada en el crecimiento y la expansión a cualquier precio, y Sandberg era la mejor del sector a la hora de escalar un modelo de empresa. Sumamente organizada, analítica, trabajadora y con unas excelentes habilidades interpersonales, era el complemento perfecto de Zuckerberg. Supervisaba todos los departamentos que no suscitaban el interés de él (política de empresa y comunicación, legislación, recursos humanos y generación de ingresos). Gracias a sus años de preparación en el dominio de la oratoria y a los asesores del mundo de la política que se encargaron de realzar su imagen, Sandberg se había convertido en el rostro amable de Facebook ante los inversores y la opinión pública, logrando así desviar su atención del meollo del problema.