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Cat Schield - Parte de mí

Aquí puedes leer online Cat Schield - Parte de mí texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2015, Editor: HarperCollins Ibérica S.A.., Género: Detective y thriller. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

© 2013 Catherine Schield

© 2015 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Parte de mí, n.º 2067 - octubre 2015

Título original: The Nanny Trap

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

I.S.B.N.: 978-84-687-7266-0

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice
Capítulo Uno

Ver varias limusinas aparcadas junto a la acera del St. Vincent, uno de los colegios privados de mejor reputación de Manhattan, era bastante habitual, y Bella McAndrews no reparó de manera especial en ninguna de ellas cuando se arrodilló para despedirse de sus alumnos. Era el último día de colegio, y doce niños habían formado una fila para abrazara. Cada niño era único y precioso, y cuando el último de ellos se acercó, Bella casi no podía hablar de la emoción.

–Es para ti –dijo un pequeño muy serio cuando le entregó un dibujo hecho a lápiz–. Para que no me olvides.

–¡Nunca podría olvidarte!

Lo que el pequeño Justin le ofrecía no era un dibujo corriente. Tenía talento, y sus padres lo habían apuntado a clases de dibujo.

–Es precioso, Justin.

–Gracias –una sonrisa transformó la solemnidad de su expresión, pero enseguida volvió a ponerse serio para decir:– que tengas un buen verano.

–Tú también.

Y se levantó intentando sonreír. Le costaba un triunfo separarse de sus niños. Ojalá pudiera retenerlos para siempre, pero la vida no funcionaba así.

–Bella…

Alguien la había llamado por su nombre, haciéndose oír por encima del estrépito reinante. Era la voz de Blake Ford, sin duda, aunque no había vuelto a oírlo desde el verano anterior. La alegría la dejó clavada al suelo. Las pesadas puertas de madera de St. Vincent, a unos pasos detrás de ella, eran el lugar perfecto para esconderse. Lo mejor que podía hacer era huir, y no pensar en lo mal que lo había pasado aquellos últimos nueve meses.

Hizo como si no lo hubiera oído y dio media vuelta, pero antes de que pudiera escapar, sintió la mano de Blake en un brazo.

Sus hombros de nadador enfundados en un jersey gris no la dejaban ver nada más, y respiró hondo. Olía a jabón, el olor fresco y limpio de un arroyo de montaña. Blake Ford no necesitaba colonias.

Enigmático. Intenso. Imponente. Blake la había impresionado desde su primer encuentro en la clínica de fertilidad, pero la intuición heredada de la abuela Izzy, le sugirió que lo escuchase.

Se había trasladado a Nueva York para ser madre de alquiler de una pareja que había decidido intentar tener hijos de ese modo, pero antes de que pudiera verse con ellos, la mejor amiga de la mujer se ofreció a hacerlo.

Pero en esos mismos días, Blake y Victoria aceptaron que esa era la única posibilidad que les quedaba de tener un hijo, y el médico los puso en contacto.

Ante una taza de café, mientras Blake y Victoria compartían con ella la profunda tristeza que les provocaba no poder tener familia, Bella llegó a la conclusión de que él no era solo el presidente de una empresa de inversiones, sino un hombre con un profundo deseo de tener familia.

–Blake, cuánto me alegro de verte –la voz le había sonado algo ahogada, y apretó las manos para controlarse–. ¿Qué te trae a St. Vincent?

–Tú.

–¿Yo? –el estómago se le encogió–. No entiendo.

La separación no había demasiado cordial entre ellos. Él no entendía por qué no quería seguir manteniendo el contacto con su familia, y ella no tenía intención de explicarle las razones. ¿Cómo explicarle que de pronto no sentía deseo alguno de desprenderse del niño que había llevado en su vientre durante nueve meses? ¿Cómo revelarle que su mujer le había pedido en términos tajantes que no volviera nunca a ponerse en contacto con ellos? ¿Cómo confesar que el más mínimo roce con él despertaba en ella algo prohibido?

–No has vuelto a Iowa como dijiste.

Sus palabras, y más aún su mirada, estaban cargadas de acusaciones. No parecía satisfecho de verla.

–St. Vincent’s me ofreció un segundo año –explicó, a pesar de que la culpa no la dejaba en paz. No le debía más explicaciones de las que les había dado a todos los demás. La verdadera razón era demasiado personal para compartirla–. Pagan mejor que los colegios públicos de mi zona. Y he descubierto que Nueva York me encanta.

–Eso me dijo tu madre.

–¿Has llamado a mis padres?

–¿Cómo iba a encontrarte si no? Estuvimos charlando un rato. No les habías contado la verdad sobre lo que habías venido a hacer aquí, ¿no?

Bella lo miró exasperada. ¿Debía haberles contado a sus padres que había alquilado su útero a unos desconocidos nueve meses para evitar que el banco se quedara con la granja que llevaba cuatro generaciones en su familia? De ningún modo. Era mejor que pensaran que había encontrado un trabajo bien remunerado en Nueva York y que había pedido un préstamo. Ya se había enfadado bastante su madre por ello.

–No quería que se preocuparan.

–En los últimos nueve meses he descubierto que los padres no hacen otra cosa.

–Ya. Supongo que los míos sentirían curiosidad por saber por qué los habías llamado preguntando por mí, ¿no? ¿Qué les dijiste?

–Que habías trabajado para mí hacía un tiempo.

En cierto modo, era verdad.

–¿Solo eso?

Le resultaba difícil de creer que su madre le hubiera dado razón de su paradero a un completo desconocido, pero también era cierto que Blake sabía cómo convencer. Le habían bastado treinta minutos para convencerla de que les alquilara su útero.

–Le dije que habías cuidado a nuestro hijo y que quería saber cómo te iba.

–Me va bien.

La miró de arriba abajo como si quisiera asegurarse.

–Estás estupenda, sí.

–Gracias.

Aunque su examen no contenía connotaciones sexuales, Bella sintió un calor incómodo por las venas.

–¿Y tú, cómo estás?

–Ocupado.

–Como siempre –espetó. Era curioso cómo los meses que habían transcurrido parecían no haber significado nada–. Sigues siendo un adicto al trabajo.

–Ya no. Ahora llego a casa a las cinco todos los días. Mi hijo es demasiado importante para mí.

Hablaba con firmeza, decidido a dejar constancia de que sus prioridades eran distintas a las de su padre, un hombre que para él había sido un extraño por el tiempo que pasaba fuera por negocios. Mientras duró el embarazo, a Bella la preocupaba la cantidad de horas que Blake pasaba en la oficina, pero tras mantener una conversación seria sobre su niñez, quedó convencida de que su hijo iba a ser prioritario en su vida.

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