E. L. Todd - Martes

Esta es una obra de ficción. Todos los personajes y eventos descritos en esta novela son ficticios, o se utilizan de manera ficticia. Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción de parte alguna de este libro de cualquier forma o por cualquier medio electrónico o mecánico, incluyendo los sistemas de recuperación y almacenamiento de información, sin el consentimiento previo por escrito de la casa editorial o de la autora, excepto en el caso de críticos literarios, que podrán citar pasajes breves en sus reseñas.

Hartwick Publishing

Martes

Copyright © 2018, E. L. Todd. Todos los derechos reservados.

C OMO CADA MAÑANA, aquello era un caos.

Los empleados estaban preparando desayunos y almuerzos en un extremo de la pastelería, desde donde partía una cola enorme que atravesaba la puerta y rodeaba la tienda. Todas las mesas estaban ocupadas y, cuando alguna quedaba vacía, otros clientes se sentaban antes de que llegara la camarera. La fila para los productos horneados era igual de larga. Habíamos dejado de poner música porque había siempre tanto bullicio que no se oía nada.

Yo estaba en el obrador de la pastelería revisando un nuevo diseño para una tarta de boda. Era una creación peculiar, pero de gran significado para los novios. Tenía la mente abierta a cualquier cosa e iba a hacer todo lo posible para ofrecerles lo que deseaban en su gran día.

Frankie. Liz apareció proveniente del mostrador. Tenía la camiseta negra cubierta de harina y el sudor le brillaba en la frente.

¿Qué ocurre? No despegué los ojos de la amasadora.

Un tipo quiere hacer un pedido grande para catering. Dice que es para una conferencia de trabajo. Y quería que te dijera que es Matt.

Había conocido a Matt gracias a sus numerosas visitas a la pastelería. Fue mi primer cliente el día de la gran apertura, y seguía viniendo dos veces a la semana.

Voy en un segundo.

De acuerdo. Liz regresó al caos.

Después de coger el cuaderno me dirigí a la zona de atención al público. Cuanto más me acercaba, más bullicio se oía. El nivel de ruido siempre estaba al máximo. Cuando llegaba por la mañana, el local estaba silencioso como una tumba y se me hacía muy raro.

A Matt se le iluminaron los ojos al verme.

Un día ajetreado, ¿eh?

Siempre son ajetreados. Le dediqué una sonrisa rápida e hice un gesto señalando la trastienda. ¿Quieres hablar en mi despacho?

¿Qué? Matt se inclinó hacia mí como si no me hubiera oído. Era imposible mantener una conversación en ese lugar.

Le señalé la parte de atrás con la mano y subimos las escaleras hasta llegar al pasillo y entrar en el despacho.

Ya vuelvo a oír mis propios pensamientos. Matt caminaba con una mano metida en el bolsillo del traje. Llevaba un reloj muy brillante en la muñeca y olía a Hugo Boss.

A veces me pongo tapones en los oídos.

Matt rio entre dientes.

Buena idea.

Nos sentamos a la mesa y saqué el menú para catering.

¿Qué tienes pensado?

Bueno, es para un banquete benéfico.

No me gustó cómo sonaba aquello.

¿Cuántas personas?

Se encogió, como si supiera que yo no querría oír el número de invitados.

Seiscientas.

Sacudí la cabeza lentamente.

Eso es mucha gente, Matt.

Lo sé. Pero tus productos son increíbles. Se volverán locos.

Le dediqué una leve sonrisa.

Agradezco el cumplido. Pero... no estoy segura de poder encargarme de eso y preparar los artículos para la pastelería al mismo tiempo.

¿Y si te pago el doble?

Aquello no era lo que buscaba.

No, por supuesto que no.

Matt se inclinó sobre la mesa, y su hermoso rostro casi se transformó en el de un niño mientras me rogaba.

Venga, Francesca. Ayúdame.

Dejé escapar un suspiro, porque sabía que iba a lamentarlo.

Está bien.

Matt sonrió, haciendo que destacaran sus hermosos pómulos y sus dientes rectos.

Gracias. Te lo agradezco de corazón.

Levanté el bolígrafo sobre el papel y tomé nota del pedido. Estaba claro que tendría que recurrir a todos mis empleados y pedirles que trabajaran toda la noche si quería tener listo ese pedido. Mi negocio había crecido tanto que estaba considerando seriamente la posibilidad de ampliar el local o abrir otra tienda.

¿Tienes planes para el sábado?

Trabajo. Le tendí las notas. Y trabajo todo el día.

Pero ¿y por la noche? Matt era un chico agradable. Era amable y considerado, además de guapo. Me había pedido discretamente una cita en un par de ocasiones y, cuando dije que no, había abandonado el asunto... durante una temporada.

Estaré agotada. Intenté rechazarlo con una excusa sencilla. A veces me preguntaba si en realidad le gustaba tanto mi pastelería o si se trataba sólo de una excusa para hablar conmigo.

Un breve destello de decepción cruzó por sus ojos y luego desapareció.

Tienes razón. Dudo que puedas mantenerte en pie cuando acabes. Me dedicó una sonrisa que dejaba claro que no me guardaba rencor.

Bueno, te veré entonces. Debería volver al trabajo. Me levanté de la mesa con el pedido en la mano.

Yo también. Si me quedo mucho tiempo, acabaré por comer algo que no debería. Bajó la mano hasta el estómago.

Como si tú tuvieras que preocuparte por eso...

Bajamos las escaleras y regresamos a la batalla diaria con la multitud de clientes.

Te veré más tarde, Matt.

Adiós, Francesca. Me hizo un guiño rápido antes de salir y regresar al trabajo.

Me escabullí del gentío y regresé detrás del mostrador.

¿Frankie? Liz estaba de nuevo a mi lado.

¿Qué ocurre?

Marie está aquí y quiere verte.

El corazón me iba a estallar en el pecho y la emoción me embargaba.

¿Dónde está?

La he llevado al obrador de pastelería. No sabía en qué otro sitio hacerla esperar.

Gracias. Pasé rápidamente entre los empleados del obrador y me dirigí al fondo.

Allí estaba Marie, caminando de un lado a otro como si no pudiera quedarse quieta. Lucía una falda de tubo negra y una blusa rosa. Su cabello rubio le caía sobre los hombros. La vista se me desvió de inmediato hacia su dedo anular izquierdo.

Cuando Marie se dio cuenta, prácticamente gritó.

¡Frankie! Marie levantó la mano izquierda. ¡Mira quién se casa!

¡Dios mío! grité, y la abracé con fuerza. Felicidades. Me alegro mucho por ti.

Fue tan romántico... Se declaró en la playa.

Le sostuve la mano izquierda y examiné el anillo, aunque ya lo había visto.

Es precioso. Ha acertado de pleno.

Vamos a ser hermanas oficialmente.

Lo sé... Es genial. Le apreté el hombro. Estáis hechos el uno para el otro. Estoy contentísima.

Apareció un destello de sospecha en sus ojos.

Ya lo sabías, ¿verdad?

¿Crees que Axel no me lo habría contado? pregunté incrédula. Incluso le ayudé a elegir el anillo.

Ahora entiendo por qué es tan perfecto dijo Marie riéndose. No me puedo creer que fueras capaz de guardar el secreto.

Intenté no pensar en ello.

Marie examinó el anillo con cariño.

Me pilló totalmente desprevenida. Simplemente me di la vuelta y ahí estaba él, con la rodilla hincada en la arena. Lloré...

Axel también me había pillado desprevenida a mí. No tenía ni idea de que pudiera ser tan romántico.

¡Qué tierno!

¡No me puedo creer que el día haya llegado por fin! gritó en medio del obrador.

El corazón se me inundó de felicidad. Marie se merecía todo lo mejor. Cuando Axel y ella empezaron a tontear, nunca esperé que aquello condujera a nada. Pensé que Axel le rompería el corazón y se largaría. Pero, por suerte, me equivoqué.

¿Serás mi dama de honor? Marie me apretó la mano.

¿De verdad me lo tienes que preguntar? dije sarcásticamente. Más te vale que sea yo. De lo contrario te patearé el trasero.

Marie soltó una risita.

Fantástico. He pensado que podíamos celebrar una fiesta de compromiso.