SEXO: Y AHORA… ¿¡QUÉ DIGO?!??
GUÍA PARA PADRES
Cómo hablar de sexualidad con nuestros hijos.
Todas las respuestas a las preguntas que hacen los chicos.
Alessandra Rampolla
Introducción
A lo largo de mi carrera como sexóloga, he recibido consultas de miles de personas adultas, hombres y mujeres, insatisfechas y frustradas con sus vidas sexuales. En la mayoría de los casos, no tenían ningún impedimento físico para disfrutar y vivir plenamente de su sexualidad: no había problemas orgánicos que les impidieran tener orgasmos o consumar una relación sexual; tampoco causas fisiológicas que les provocasen eyaculación precoz, impotencia, dolor coital o falta de deseo.
Cuanto más profundizaba en estos casos para entender “el porqué de sus dificultades”, casi siempre llegaba al mismo lugar: la infancia. Una infancia donde estas personas, ahora adultas, recibieron mensajes negativos en torno a la sexualidad, mensajes distorsionados, prejuiciosos y repletos de tabúes. Generalmente se trata de personas en cuyos hogares paternos, la palabra “sexo” era considerada una mala palabra, y por lo tanto “de eso” no se hablaba. Padres que no hablaron, pero que sí educaron… Porque no hablar de sexualidad, no significa que no estemos educando sexualmente. Educamos y decimos muchísimo con el silencio, transmitimos mensajes cuando nombramos una palabra como “en secreto”, estamos “diciendo algo” cuando un bebé se toca su pene y apartamos su manitas bruscamente. Es que no sólo las palabras, sino los silencios, las omisiones, y sobre todo, nuestras actitudes, transmiten un mensaje con respecto a la forma en que sentimos y entendemos la sexualidad. Para bien o para mal, un niño lo absorbe todo. Y eso que le transmitimos moldea su personalidad sexual y la manera en que se comportará y se sentirá en su vida.
Cada vez que una persona adulta me consulta por un problema sexual que tiene sus raíces en su educación, no puedo dejar de decirme: “cuán diferente sería esta historia si sus padres le hubieran transmitido otro mensaje, uno positivo; en lugar de traspasarle esta pesada mochila de prejuicios y falsas creencias!”. Pero la realidad, es que a todas estas personas, una llega de manera tardía, cuando el mal ya está hecho, y ahora sólo queda lidiar con los conflictos que generó una mala educación sexual.
Con esta idea en mente es que decidí escribir “¿Y ahora qué digo?”, para que en lugar de resolver en el futuro, podamos prevenir en el presente. Y la mejor manera de prevenir futuros conflictos y problemas en nuestros hijos, es haciendo todo nuestro esfuerzo para transmitirles la mejor educación sexual posible. Y ésta es una responsabilidad inmensa que no puede ni debe eludir ningún padre, para la que paradójicamente, tal vez esté menos preparado. Porque por más educación sexual que se dé en los colegios, en nuestras comunidades o a través de campañas en los medios de comunicación, la obligación de educar sexualmente a nuestros hijos, es esencialmente de papá y mamá.
En este libro les propongo que tratemos juntos de encontrar las respuestas más acertadas, las más veraces para darles a nuestros niños; y sobre todo, los invito a descubrir cuál es la manera más adecuada de impartir sus propios valores, no los míos, ni los de cualquier otro sexólogo o profesional en materias relacionadas.
Y esto implica que sean padres y madres muy proactivos, porque si bien les ofrezco una guía, una orientación para que sepan qué hacer y qué decir, no les estoy dando un MANUAL DE INSTRUCCIONES, para seguir paso a paso, atornillar por acá, enchufar por aquí y ¡listo!
Ustedes tienen que asumir la responsabilidad de la educación sexual de sus hijos, y eso implica que tienen que informarse y entender que están emprendiendo una tarea que es de por vida. La educación sexual no es simplemente hablar de reproducción o explicar la mecánica del coito. La educación sexual también implica:
• Transmitir salud sexual. • Transmitir afecto y sentimientos: no podemos hablar de sexualidad como si los sentimientos no fuesen parte intrínseca de ella. Atrevámonos, aunque sea más difícil al principio, a hablar de las emociones que la sexualidad implica. • Enseñar a cuidar del propio cuerpo y del ajeno. • Seguridad: la información adecuada es la única herramienta y la mayor protección que le podemos dar a nuestros hijos en contra de los abusos sexuales y la violencia. • Derecho a elegir: sólo con el conocimiento apropiado podemos realmente elegir, y esto implica desde elegir cuándo nos iniciamos y cómo nos cuidamos; pasando por cuándo queremos ser padres, hasta elegir realmente a quién amamos y cómo lo hacemos.
En síntesis, la educación sexual es preparar a nuestros hijos emocionalmente para que puedan aceptarse tal cual son, disfrutar, quererse y por sobre todas las cosas, respetar su cuerpo y sus deseos. Educamos a nuestros hijos para que se apropien de su sexualidad y ejerzan su derecho a elegir de manera consciente, responsable e informada de qué manera quieren vivirla.
Cómo leer el libro
La idea es que este libro los ayude a lo largo de una conversación que tendrán con sus hijos durante un largo tiempo, más precisamente, durante toda su vida.
Se los organicé por edades, tomando como base “promedios”, “generalidades” en el desarrollo de los niños. Pero siempre teniendo en mente que cada niño es único, especial, y que no existen fórmulas que los abarquen a todos. Tal vez, mientras tu niña de 8 está pendiente de su cuerpito, tu hija mayor de 11 aún sigue jugando con muñecas; o un varón entra en la pubertad más tardíamente que otro y a los 12 años aún no presenta ninguno de los cambios físicos señalados para su edad. ¡Y no hay nada malo en ello! Sucede que, afortunadamente, no somos todos iguales!
Por eso es importante que te muevas con este libro, al ritmo de las necesidades y particularidades de tu hijo: si tu niña de 6 te pregunta algo que está contemplado entre los 9 y 12, entonces avanza hacia esa etapa; y si recién empiezas a hablar de sexualidad con tu hijo cuando tiene 10 años, te recomiendo que comiences a leer desde la Primera Etapa. Muévete libremente entre los capítulos, de atrás para adelante y de adelante para atrás.
No hay un orden rígido, simplemente asegúrate de que tu hijo/a maneja la información recomendada para cada etapa. Es un mínimo promedio de los conceptos que debería conocer. Un mínimo!!! Recuerda que el problema es siempre saber de menos, pero nunca saber de más.
También debo decirles que LEÁNLO TODOS: Papá, mamá, abuelos, tíos, en definitiva, todos aquéllos que estén a cargo de la crianza del niño. Y no olviden que éstas son mis recomendaciones, pero la decisión de cómo, cuándo y de qué manera van a educar sexualmente a sus hijos, ¡es básicamente suya!
Miedos y Mitos de hablar de sexo con nuestros hijos
Los Miedos
C omo adulto debes enfrentarte a tus miedos respecto a tu rol como educador sexual principal. No es para nada extraño que algunas de los siguientes temores se presenten en la mente de un padre o una madre ansiosa por la responsabilidad que esto conlleva.
• Miedo a lo desconocido: el tema de la sexualidad no es fácil de abordar para la mayoría de los adultos, particularmente cuando lo intentan con sus propios hijos. Inclusive la experiencia de hablar sobre sexo con los niños puede resultar vergonzosa y sumamente incómoda para muchos padres. ¡Y esto tiene mucho sentido!
Piénsenlo… si sus padres nunca les hablaron de sexo, o si los mensajes que recibieron sobre este tema en la niñez fueron negativos, ¡esta incomodidad es lógica, nada que debería extrañarnos! Pero no hay razón por la cual tú no le puedas explicar estas razones a tu hijo. Si te sientes así, no dudes en decirle a tu niño “No estoy acostumbrado a hablar de sexo, porque la abuela no me hablaba de esto a mí. Pero para mí es importante que lo hagamos”.
• Miedo a enfrentarte con sus propios prejuicios: los miedos, prejuicios y dificultades forman parte de lo que somos, están ahí y no los podemos obviar. Reflexionen sobre esos temas que les generan dudas, confusión; no los esquiven, sepan que están ahí, y aborden los problemas de la manera más objetiva y analítica posible.
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