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Charles Webb - El Graduado

Aquí puedes leer online Charles Webb - El Graduado texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 1985, Editor: Circulo de Lectores, S A, Género: Detective y thriller. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Charles Webb
El graduado
Titulo del original ingles, The graduate
Traducción, Julio F Yañez
Cubierta, Noguera-Nolla Circulo de Lectores, S A Valencia, 344 Barcelona 13 14 15 3 7 0 9 © Charles Webb Deposito legal B 20021-1973 Compuesto en Garamond 11 Impreso y encuadernado por Printer, industria gráfica sa Tuset, 19 Barcelona 1975 Printed ín Spain ISBN 84-226-0478-7 Edición no abreviada Licencia editorial para Circulo de Lectores Queda prohibida su venta a toda persona que no pertenezca a Circulo por cortesía de Ediciones Picazo Digitalización: Spirit96 – Noviembre 2004 A mediados de junio, Benjamín Braddock aprobó sus exámenes de fin de carrera, en una pequeña Universidad de la costa oriental de los Estados Unidos. Inmediatamente tomó el avión para regresar a casa. A la tarde siguiente sus padres ofrecían una fiesta; pero sobre las ocho, cuando la mayor parte de los invitados se encontraban presentes, Benjamín seguía arriba encerrado en su cuarto. Su padre lo llamó desde el rellano de la escalera, y al no obtener respuesta decidióse a subir. Una vez en el extremo del pasillo lo llamó, al tiempo que abría la puerta de la habitación. —Ben, los invitados te esperan. —Bajaré más tarde —repitió Ben. —Bajaré más tarde —repitió Ben.

El señor Braddock entró en el aposento, y cerró tras de sí. —¿Qué te pasa? —preguntó. Benjamín limitóse a mover la cabeza mientras se acercaba a la ventana. —¿Qué te pasa, Ben? —Nada. —Entonces, ¿por qué no bajas a reunirte con los invitados? El joven no contestó. —Papá —repuso Ben, volviéndose en redondo—. —Papá —repuso Ben, volviéndose en redondo—.

Quiero reflexionar respecto a ciertas cosas. —¿Qué cosas? —Pues eso; cosas. —¿No puedes aclarar de qué se trata? —No. El señor Braddock miró a su hijo, con el ceño fruncido, durante unos minutos. Consultó su reloj y dijo: —Ben, los invitados son amigos nuestros. Amigos míos y de tu madre.

Hay que ser educados con ellos. —Diles que, por el momento, prefiero estar solo. —El señor Robinson ha ido al garaje a ver tu nuevo coche deportivo. ¿Por qué no das una vuelta con él? Benjamín se metió una mano en el bolsillo, y sacó un par de llavecitas que pendían del extremo de una minúscula cadena. —Toma —dijo. —¡Pero es que quiere verte! —No tengo ganas de hablar con él —dijo Benjamín—. —¡Pero es que quiere verte! —No tengo ganas de hablar con él —dijo Benjamín—.

Ni con los Robinson. Ni con los Pearson... ni con los Terhune. —Escucha, Ben. El señor Robinson y yo llevamos diecisiete años trabajando como socios en la misma firma jurídica. —Ya lo sé. —Ha cancelado una consulta con un cliente de Los Ángeles para poder darte la enhorabuena. —Papá... —¿Te das cuenta de lo que significa tu actitud? —Prefiero quedarme solo. —¿Te das cuenta de lo que significa tu actitud? —Prefiero quedarme solo.

Su padre movió la cabeza. —No sé lo que te pasa —dijo—, pero haz el favor de dejarte de historias y baja ahora mismo. De pronto, se abrió la puerta y entró la madre de Benjamín. —¿Todavía no estás listo? —preguntó. —No. —¿Pasa algo? —insistió ella, cerrando. —Es que quiero reflexionar. —Vamos, Ben —dijo su padre cogiéndolo del brazo y empujándolo hacia la puerta. —¿Quieres hacer el favor de dejarme en paz? —protestó Benjamín soltándose y mirando fijamente a su padre. —Ben —dijo éste sin perder la calma, mirándolo a su vez cara a cara—. —Ben —dijo éste sin perder la calma, mirándolo a su vez cara a cara—.

No vuelvas a hablarnos de ese modo, ni a tu madre ni a mí. Benjamín movió la cabeza, dirigióse a la puerta y pasó entre los dos. —Voy a pasear un poco. Acercóse al rellano y empezó a bajar. Pero apenas hubo llegado a la puerta de la calle y puso la mano en el pomo, cuando el señor Terhune salió del saloncito. —Ben —dijo—, quiero estrecharte la mano.

Benjamín se detuvo. —Me siento orgulloso de ti, ¡diantre! —exclamó el señor Terhune, reteniéndole la diestra. Benjamín asintió. —Gracias —dijo—, pero ahora perdóneme. Quiero dar una vuelta. Regresaré dentro de poco.

La señora Pearson apareció al extremo del vestíbulo. —¡Oh!, Benjamín —exclamó sonriente. Y avanzando a toda prisa, le tomó la cabeza entre las manos y lo besó—. Benjamín, no tengo palabras para expresarte... El joven hizo una señal de asentimiento. —Lamento parecerles descortés —dijo Benjamín—, pero quisiera salir a tomar el aire un poco. —Lamento parecerles descortés —dijo Benjamín—, pero quisiera salir a tomar el aire un poco.

El señor Robinson se aproximaba con un vaso en la mano. Al ver a Benjamín sonrió y, al igual que los demás, le estrechó la mano. —Ben, ¿qué tal estás, muchacho? ¡Tienes un aspecto magnífico! —Me siento perfectamente. —¡Caray con el «italiano» que tienes en el garaje! ¿Te ha dado tu padre esa joya con motivo de tu fin de carrera? —¡Oh! Es fantástico —exclamó la señora Robinson. Benjamín se sacó las llaves del bolsillo. —¿Qué dices? —Que si sabe cómo se maneja un cambio de marchas extranjero. —Desde luego —respondió el señor Robinson—. —Desde luego —respondió el señor Robinson—.

Pero, creí que ibas a llevarme tú mismo. —Me es imposible —replicó Benjamín—. Perdone. Y tomando el pomo, abrió la puerta. Pero cuando iba a salir, el señor y la señora Carlson aparecieron en el pórtico. —¡Aquí los tenemos! —exclamó la señora.

Y abrazó estrechamente a Benjamín—. Ben —dijo dándole palmaditas en un hombro—, confío en que no te moleste saber que estamos muy, pero que muy orgullosos de tu éxito. —No me molesta —expresó Benjamín—. Pero tengo que hacer unas cosas... —Esto es para ti —dijo el señor Carlson entregándole una botella adornada con una cinta roja—. Espero que en la Universidad te hayan enseñado a ser prudente con el licor —añadió a la vez que ponía un brazo sobre el hombro de Benjamín, obligándolo a entrar de nuevo en la casa.

Benjamín se agachó un poco y dejó la botella en el dintel de la puerta. —Por favor —dijo—. ¿Quieren dejarme salir a dar una vuelta? —¿Cómo? —Lamento no ser más sociable —dijo Benjamín—. Les agradezco que hayan venido, pero... —Vamos, vamos, Ben —dijo la señora Carlson, mientras su marido le quitaba el abrigo—. Quiero que me cuentes cómo has ganado ese premio.

Fue por tu labor didáctica, ¿verdad? Benjamín agarró de nuevo el pomo, pero antes de poder darle la vuelta su padre se interpuso ante él y lo abrazó por la cintura. —Vamos a entonarnos. Echemos un trago —susurró. —Papá... —Vamos, Ben — insistió su padre con voz tranquila—. —¡Déjame salir! —¡Vamos! —repitió el señor Braddock, alejándolo de la puerta. —De acuerdo —asintió Benjamín y empezó a caminar ante su padre, dirigiéndose al living sin dejar de mover la cabeza. —¡Oh, Benjamín! —exclamó una señora. —¡Oh, Benjamín! —exclamó una señora.

El joven la saludó con un gesto. —¿No te mueres de emoción? Atravesó la estancia, saludando con movimientos de cabeza a otros varios invitados y entró en el comedor, donde se había dispuesto una bandeja con botellas, una heladora y numerosos vasos. Escogió uno de los mayores y lo llenó de «Bourbon». Echó unos tragos, cerró los ojos y bebió de nuevo. Llenó el vaso una vez más y se volvió hacia su madre que estaba frente a él. —¿Esto? —Sí. —No lo sé —repuso el joven—. —No lo sé —repuso el joven—.

Creo que bebida. Su madre lo miró con aire de preocupación. —Ben, ¿qué te sucede? —preguntó. —Simplemente que quiero salir. —Pero ¿porqué? —Por varias causas, mamá. —¿No podrías dejarlas para luego? —No.

La señora Braddock le quitó el vaso. —Vamos a la cocina un momento. Benjamín movió la cabeza, pero acabó por seguirla, y ambos atravesaron la puerta oscilante que llevaba a la cocina. La señora Braddock se acercó a la fregadera, vació el contenido del vaso, y volvió a llenarlo con agua. —¿Por qué no me cuentas lo que te sucede? —preguntó fregando el vaso y secándolo con un paño. —Mamá, estoy pensando en varias cosas.

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