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Josefina Estrada - Señas particulares

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Josefina Estrada Señas particulares

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JOSEFINA ESTRADA nació en la Ciudad de México el 14 de mayo de 1957 Es - photo 1

JOSEFINA ESTRADA nació en la Ciudad de México el 14 de mayo de 1957. Es escritora, editora, catedrática y periodista. Licenciada en Ciencias de la Comunicación, por la UNAM. Trabajó en la Dirección de Literatura del INBA, donde desempeñó diversas labores (1977-1991). Becaria INBA/Fonapas, en narrativa, 1980. En 2002 y 2003 recibió el estímulo económico del programa de Artes Por Todas Partes. En 2002 obtuvo el primer lugar en el Primer Concurso de Crónica Salvador Novo, por Señas particulares. En 2003 obtuvo el Premio Nacional de Testimonio, por su libro Con la rienda suelta. En 2007 fue finalista del premio Internacional de cuento Juan Rulfo, en París. Colaboradora semanal del diario unomásuno durante cuatro años, 1987-1991. Impartió un taller de literatura en el Reclusorio Femenil Oriente, durante varios años. Imparte la materia Periodismo y Lenguaje Narrativo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, desde 1991. Ha publicado 17 títulos, entre ellos: Malagato, Para morir iguales y Desde que Dios amanece. Su obra ha sido antologada y traducida.

A Ricardo Garibay y Luis Mario Schneider in memoriam Escribo para verme en lo - photo 2

A Ricardo Garibay y Luis Mario Schneider, in memoriam

Escribo para verme en lo que escribo,

para nombrarme en lo que nombro,

para oírme pronunciado por mis palabras,

para sentirme caminar sin cuerpo

por el cuerpo presente de la memoria.

—Francisco Hernández

ESTABA ANTE UN CADÁVER a punto de reventar: jabonoso cuero verde. La cabeza colgaba de la plancha de aluminio, como si estuviese conociendo a su público. Aquí y allá los pellejos negros enrollados como ligas dejaban al descubierto una pigmentación blanca y resbalosa de pescado. Dos tetillas, un par de pezones de biberón: ubres amarillentas y avaras. Una cubeta blanca recibía la sangre de la cabeza. Los brazos y las piernas, abiertas como las de una rana. Como las de una mujer que ha sido expulsada de su líquido sepulcro.

—Este cuerpo fue hallado en un canal de Xochimilco —me informó el médico forense.

Durante dos semanas había estado buscando a un muerto. Alguien que hubiera fallecido en un hecho violento. Cualquier persona de las 6,000 que mueren al año en esas circunstancias en la Ciudad de México: teporochos, indigentes, atropellados. Los cadáveres que amanecen en el parque, hoteles de paso o de lujo, domicilios, lotes baldíos, colonias populares, zonas residenciales… Quería conocer los sucesos que se desencadenan a partir de una muerte súbita o desconocida. Saber si todos los casos se investigaban y cómo. O si sólo se atendían los decesos de personalidades. Pero no podía salir a la calle y buscarlos a tontas y locas. Sencillamente la policía no me dejaría saber más allá de lo que estaba mirando. Debía obtener el consentimiento de las autoridades relacionadas con estos sucesos para que desde dentro me permitieran ver su trabajo. Por ello decidí entrevistarme con el doctor Pedro Estrada González, coordinador general de Servicios Periciales de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal. Y con el doctor José Ramón Fernández Cáceres, director del Servicio Médico Forense, Semefo.

Yo soy el pararrayos de esta torre y soy la llave y la puerta del infierno.

Miércoles 5 de junio, 2002

El doctor Pedro Estada me recibió en su oficina de Avenida Coyoacán. A lo largo de dos horas me dio cátedra sobre la participación de Servicios Periciales en los casos de muerte violenta. Me descubrió un mundo que sólo había visto en la televisión, el cine y en las novelas negras: cómo actúan los investigadores para llegar al asesino o determinar la causa del deceso. Estrada respondió ampliamente a mi interrogante principal: Qué sucede a partir de una muerte violenta. Sus estadísticas echan abajo la idea generalizada que la sociedad tiene de la Ciudad de México, la cual se siente expuesta a morir a manos de la delincuencia. Es equívoca esta percepción porque habitualmente, los asesinos eliminan a las personas que están íntimamente relacionadas con ellos.

—Los homicidios que son producto de la violencia y la delincuencia en el Distrito Federal son un porcentaje mínimo. Si diariamente atendemos un promedio de 15 a 20 muertes repentinas o de caso médico legal, dos de ellas son por homicidio doloso —10 por ciento—, las cuales pasan a la fiscalía de Decesos y Homicidios, que a su vez, buscará esclarecerlas. Muchos victimarios asesinan por factores estrechamente relacionados entre víctima y victimario: rencillas, rencores, odios… No me refiero al transeúnte al cual se le aparece un delincuente, lo asalta y después lo mata. Los casos en los cuales la víctima no conocía al victimario, son mínimos. La capital es la que menos sufre ese tipo de incidencias; esa circunstancia ofrece un mayor panorama de investigación y especialización.

—Doctor, está bien lo que usted me ha descrito, pero debo verlo por mí misma.

Su gesto afable se tornó severo y fue categórica su negativa:

—Aquí no hay prensa; no tenemos periodistas en la calle. Por norma, aquí no se le da ninguna referencia de ningún asunto a nadie más que no sea el Ministerio Público, incluidas las personas involucradas —familiares, testigos, gente que ha sido agraviada—. Todo lo que aquí se hace se va al Ministerio Público y es él, como responsable de la investigación, quien determina si da a conocer un dato. También está prohibido que entren periodistas al anfiteatro. Lo saben y ya no buscan entrar. Abrimos, metemos el cadáver, trabajamos dentro, terminamos, cerramos y le avisamos al Ministerio Público: «Ya está el cuerpo para que dispongas el envío al Servicio Médico Forense».

Le insistí y ahora él me interrogó. Quién era yo, qué había escrito, dónde había colaborado y, sobre todo, por qué quería saber de estos asuntos. Le expliqué lo mejor que pude. Guardó silencio y removió unos expedientes que estaban a su mano derecha. Pensé que era una señal que me indicaba que ya debía retirarme y empecé a balbucir algunas palabras de despedida. Sin embargo, él quería mostrarme un legajo de hojas que contenía el reporte de las muertes más recientes. De cada caso había un mínimo de cuatro gráficas.

Atravesada en un alfiler, en tu vientre aletea una mariposa negra.

—Aquí tenemos a este bebé masculino de tres meses que fallece en domicilio. Nos dan todos los datos, esperamos la necropsia y determinamos que fue asfixia por obstrucción. La experiencia y el conocimiento ya nos habían orientado a ese resultado porque no hay cianosis ni otro tipo de lesiones. Se ve que el niño está bien hidratado, bien alimentado, querido (sus ropas se ven también dentro de un contexto de cuidados) hasta que sobreviene un descuido… Si se detecta una asfixia mecánica, se va a investigar al papá, a la mamá, la relación que había entre ellos. ¿Están casados? ¿Cómo se llevaban? ¿Cuántos niños tienen? ¿Todos son de la misma pareja? ¿Él es el padrastro?

»Éste es un atropellado. La persona es levantada del lugar de los hechos y es llevada a Xoco. Allí fallece.

»Este señor tiene 31 años. Se le toma una muestra de orina y de sangre y se determina que estaba celebrando el triunfo de México en el fútbol y se broncoaspiró. Murió. No hay nada que investigar ahí.

»Este caso tiene foquitos rojos. La mujer estaba embarazada y aparece muerta en su casa, sin mayor dato. Su pareja dice que ahí la dejó y que cuando regresó ya estaba muerta. Las características de la cara, de color negro, no nos hablan de un proceso de muerte de 24 horas, sino de un periodo de más de 48 horas. Si él dice que salió en la mañana y cuando regresó ya estaba muerta, mintió. Viene el trabajo criminalístico. No es posible que esto se produzca en menos de 24 horas. Ya estando en el anfiteatro, por el proceso de la putrefacción, formación de gases al interior y relajación de tejidos, expulsa a la criatura. Al expirar la mamá, nosotros le calculamos más de tres días de fallecida, lógicamente, la criatura también murió.

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