BIBLIOGRAFÍA
Bergua, J. B. Mitología Universal, Clásicos Bergua, Ed. Ibéricas, Madrid.
BERMEJO, J. C. Mitología y mitos en la Hispania prerromana, Akal, Paracuellos, 1986.
BLOCH, R.; Cousin, J. Roma y su destino, Ed. Labor, 1967.
CARDONA, Francesc Lluís. Mitología Griega, Edicomunicación s. a., Barcelona, 1996.
CELIAR, E., Scgarra, M. La civilización Romana, Cincel-Kapelusz, Madrid, 1980.
D’ARBOIS de JUBAINVILLE, H. El ciclo mitológico irlandés y la mitología céltica, Edicomunicación, s. a., Barcelona, 1986 (reimpr. 1996).
ELIOT, Alexander y Cols. Mitos, Ed. Labor, Barcelona, 1976.
ESCOBEDO, J. C. Diccionario enciclopédico de la Mitología, ed. de Vecchi, Barcelona, 1985.
FOSTER, William G. Razas y costumbres. Ed. Mundilibro, Barcelona, 1973.
GRIMAL, P. Diccionario de la mitología griega y romana. Ed. Labor, Barcelona, 1966.
HAMILTON, Edith. La Mitología (Grecia, Roma y norte de Europa), ed. Daimon, Barcelona, 1984.
HOMERO. La Ilíada. Con un estudio preliminar de Francesc Lluís Cardona, Edicomunicación, s. a, Barcelona, 1992.
HOMERO. La Odisea. Con un estudio preliminar de Francesc Lluís Cardona, Edicomunicación, Barcelona, 1992.
HUMBERT, J. Mitología griega y romana. Ed. Gustavo Gili, Barcelona, 1984.
LECOUTEUX, C. Pequeño diccionario de Mitología germánica, Alejandría, Barcelona, 1995.
MARKALE, J. Pequeño diccionario de mitología céltica, Alejandría, Barcelona, 1993.
MONTANELLI, indro. Historia de los griegos. Ed. Plaza y Janés, Barcelona, 1963.
MONTANELLI, indro. Historia de los romanos, Ed. Plaza y Janés, Barcelona, 1963.
MONTANELLI, indro. Mitología Romana, Edicomunicación s. a., Barcelona, 1996.
NIEDNER, H. Mitología nórdica, Edicomunicación, 1986 (reimp. 1997).
NOËL, J. F. M. Diccionario Universal, 2 vols. Edicomunicación, s. a., Barcelona, 1991.
OBRHERVART, M. D. Mitología Ibérica, Edicomunicación, s. a., Barcelona, 1998.
PANYELLA, Augusto. Enciclopedia de la Razas Humanas. De Gassó Hnos. Ed., Barcelona, 1956.
PEROWNE, Stewart. Mitología Romana, Ed. La Magrana, Barcelona,
PERICOT GARCÍA, L. Ballester Escalas, R. Historia de Roma, Montaner y Simón, Barcelona, 1963.
RUIPÉREZ, MartÓn S.; Tovar, A. Historia de Grecia, Montaner y Simón, Barcelona, 1963.
SAINERO, R. Los grandes mitos celtas y su influencia en la Literatura, Edicomunicación, s. a., Barcelona, 1988 (reimpr. 1996).
SAINTINE, X. B. Mitología del Rin, Edicomunicación s. a., Barcelona, 1988 (reimpr. 1996).
USHER, kerry. Emperadores, Dioses y Héroes, Ed. Anagrama, Madrid,
VARIOS. Diccionario de la Mitología Clásica, Alianza Editorial, Madrid, 1983.
CAPÍTULO I
EL MUNDO CLÁSICO:
EUROPA ENTRA EN LA HISTORIA
INTRODUCCIÓN
Todo cuanto reseñamos seguidamente nos es tan familiar y vivo que se diría que estamos caminando por un campo que parece nuestro sino cotidiano y permanente.
Así es la historia de Grecia de la que somos sus descendientes gracias al genio romano. Nuestra civilización y cultura, la vida cotidiana, tanto pública como privada, es hija de la Hélade clásica. A Grecia le debemos los tres conceptos físicos del mundo moderno: ciudadanía, libertad y patria. En el orden del pensamiento, el pueblo griego hizo nacer la Filosofía apoyada en las solas luces de la razón, no en lucubraciones místicas y fabulosas, como las de los pueblos orientales. Con ella intentaron resolver las grandes incógnitas del Universo y del Hombre y su trascendencia.
Todas las artes en lo que representan como ideal de la belleza, proporción y medida a escala humana, tiene su cuna en Grecia. Las ciencias recibieron de los griegos el aliento vital que debía proyectarlas a través de la Roma y de los siglos, en el Renacimiento. Por último, en los estilos literarios crearon unos modelos que permanecen inmutables.
Cierto que los griegos tomaron las mejores facetas de las anteriores civilizaciones, mas no sólo no las transformaron (como hicieron otros pueblos) sino que supieron crear algo original, de universal proyección e imperecedero recuerdo.
Roma no puede concebirse sin el aliento griego. A la caída del Imperio Romano de Occidente, Bizancio heredó el bagaje cultural helénico, prolongando su existencia hasta la Edad Moderna. La filosofía árabe, santo Tomás y la Escolástica, bebieron ávidamente en el pensamiento aristotélico y los grandes adelantos en todos los órdenes de los tiempos modernos y del siglo XVIII, el «Siglo de las Luces», no hubieran tenido lugar de no haberse desarrollado la Historia de la Hélade clásica.
Nuestro propósito será exponer tan maravillosa evolución haciendo resaltar los aspectos culturales y civilizadores del pueblo griego de los que nosotros nos sentimos sus herederos. Ofreceremos los hechos políticos sumariamente y a grandes rasgos por considerarlos el marco histórico de esta obra.
El marco geográfico
Grecia ocupa la mayor parte de la más oriental de las tres penínsulas mediterráneas de Europa, sólo separada de Asia Menor por el Mar Egeo «sembrado de islas». Es un país pequeño de tan recortado contorno que con un quinto de superficie de la Península Ibérica, el desarrollo de sus costas alcanza casi la mitad de las de ésta.
Su suelo es muy montañoso y los macizos principales se entrecruzan con otros perpendiculares que dividen al país en una serie de pequeños valles o cuencas aisladas entre sí.
Esta disposición del relieve ha sido de fundamental importancia para el desarrollo histórico de los griegos, pues cada una de esas verdaderas comarcas naturales, se transformó en torno a una pequeña ciudad predominante en un minúsculo estado o polis, en lucha constante con sus vecinos.
La tierra es pobre, el clima es seco, mediterráneo puro, con un sol abrasador y un cielo de intensa luminosidad. Unicamente en los valles abrigados se dan cultivos de cereales, hortalizas, olivo y frutas, mantenidos mediante ingeniosos sistemas de regadío.
Pero lo que la tierra concede sólo con parquedad, el mar lo da con abundancia, o sea: buenos refugios costeros, aguas tranquilas, islas próximas. Por eso es por lo que cuando los griegos se han unido momentáneamente ha sido gracias al mar. En él encontraron su ruta natural de expansión y consiguieron relacionarse con otros pueblos, creando y extendiendo —con la mentalidad abierta, propia de los pueblos marítimos— una elevadísima cultura de la que se sintieron orgullosos.
A pesar de la extraordinaria variedad de estirpes, tribus y ciudades helénicas, todos los griegos poseyeron plena conciencia de su comunidad de raza, de lengua, de religión, de civilización, de ideales y sentimientos. De esta forma, denominaron a los demás pueblos no griegos con el calificativo de bárbaros, que quería decir extranjeros, con un cierto sentido de desprecio.
Los habitantes
Las antiguas tradiciones consideraban a los pelasgos como los habitantes que precedieron a los griegos propios. Junto a ellos se citan los lelegos y carios que poblaron también las costas de Asia Menor.
Página siguiente