Gabriel Cardona - El Gigante descalzo

Durante el franquismo, el Ejército concentraba las mayores reservas de poder aunque sólo ejercía bajo la batuta del dictador. La enorme organización era arrolladora en el interior y tigre de papel en el extranjero y, bajo su imponente y uniforme apariencia, escondía un mundo desordenado y empobrecido. Durante el mandato de Franco, se sucedieron tres generaciones distintas de militares, el principal modelo de referencia evolucionó desde el alemán al norteamericano y toda la sociedad española se transformó profundamente.

Gabriel Cardona

El ejército de Franco

ePub r1.0

Titivillus 14.02.15

Título original: El Gigante descalzo

Gabriel Cardona, 2003

Editor digital: Titivillus

ePub base r1.2

A Joana y Toni

GABRIEL CARDONA ESCANERO (Villacarlos, Menorca, 1938 – Barcelona, 5 de enero de 2011). Cardona pertenecía a una familia de militares y además de cursar la carrera militar para seguir la tradición familiar, se doctoró en Historia por la Universidad de Barcelona. Su oposición al franquismo le llevó a formar parte del grupo fundacional de la Unión Militar Democrática, y dejó el Ejército tras el intento de golpe de Estado del 23-F para dedicarse a la enseñanza de la Historia en la Universidad de Barcelona. Entre la abundante bibliografía creada por Cardona destacan libros como El poder militar en la España contemporánea hasta la guerra civil (1983), Franco no estudió en West Point (2002), El gigante descalzo: El ejército de Franco (2003) o Los Milans del Bosch: Una familia de armas tomar (2005). También escribió Historia militar de una guerra civil (2006), El poder militar en el franquismo (2008), Alfonso XIII, el rey de espadas (2010) y Cuando nos reíamos del miedo (2010).

Agradecimientos.

Para escribir este libro he recibido directa o indirectamente la ayuda de muchas personas. Me han sido muy útiles los comentarios e informaciones de Alfred Bosque sobre los paracaidistas; las interminables conversaciones con mi amigo melillense, ya fallecido, Pepe Morala que revivía el Marruecos colonial donde su familia permaneció durante generaciones; Juan Martí Rosal me contó sus experiencias de la independencia del Protectorado; mantuve con Gerardo Acereda largas charlas sobre los últimos tiempos del Sáhara; Valentina Fernández Vargas me facilitó documentos y referencias; la tesis de Xavier Moreno me ha hecho conocer múltiples cuestiones sobre la División Azul; Julián Delgado me traspasó muchas de sus experiencias legionarias junto con útiles y atinados comentarios sobre el Sáhara y la caballería.

He podido verificar numerosas cuestiones gracias a Fernando Martínez de Baños, que me envió su libro de fotografías sobre la historia y la vida de la Academia General. Muchas personas me han contado su servicio militar ayudándome a depurar mis conocimientos; entre ellos debo destacar a Josep Benet con su miliincreíble de republicano oficialmente reciclado y a Andreu Murillo, que me contó inteligentemente sus años de soldado.

Las investigaciones impulsadas por Fernando Fernández Bastarreche me han puesto en contacto con variados problemas historiográficos; he aprovechado numerosas informaciones contenidas en los libros de Javier Fernández López, Fernando Reinlein y Javier Tusell; Rafael Tejero me ha transmitido amistosamente sus puntos de vista y múltiples conocimientos sobre la vida interna del Ejército en los últimos tiempos de Franco; con José María Caparrós y sus alumnos he comentado el cine del franquismo; debo a Pedro Rodero agudos y humorísticos comentarios sobre la formación profesional y los servicios técnicos; Miquel Durán confirmó mis informaciones sobre los misteriosos cálices polacos regalados por Hitler; David Ginar y Lorens Capellá me han hecho observaciones; debo a Juan Carlos Losada muchas informaciones sobre los provisionales y la ideología de los militares; Alberto Reig me ha hecho atinados comentarios sobre la naturaleza del franquismo; con Joaquim Leixá he mantenido muchas conversaciones sobre el militarismo español; Hilari Raguer me ha aclarado mis dudas sobre cuestiones eclesiásticas; con Paul Preston he intercambiado numerosos puntos de vista acerca del franquismo; Ángel Viñas me hizo puntualizaciones sobre mis ideas y tuvo la generosidad de entregarme un capítulo de su próximo libro. En su día, Julio Busquets me proporcionó innumerables pistas, materiales e informaciones sobre muchas tensiones internas del franquismo y la extraña historia de Forja.

Todas estas aportaciones se han convertido en un libro gracias al entusiasmo de Ana Rosa Semprún, las orientaciones editoriales de Santos López y Miryam Galaz, la inestinable puesta en orden del texto hecha por Isabel Prieto y, sobre todo, al amor de Sili, que, como siempre, me ha aconsejado con tino y ha sacrificado a estas páginas muchas horas de compañía.

A todos, muchas gracias.

Prólogo.

Franco y sus amigos se apropiaron de un Ejército que pertenecía a todos los españoles e hicieron que, en lugar de defender a los ciudadanos, constituyera un peligro para muchos de ellos. Aquel Ejército ya no existe y lo ha sustituido otro más modesto, que se ha ganado el respeto con sus trabajos de ayuda internacional y de mantenimiento de la paz. Incluso en contra de la opinión de los viejos franquistas, partidarios de que los militares sean más temidos que respetados.

No puede achacarse al viejo régimen toda la responsabilidad de los defectos militares españoles, porque el Ejército anterior a la guerra tampoco vivía en la Arcadia. La Arcadia no existe y, como cualquier Edad de Oro, forma parte de los mitos reaccionarios, destinados a desprestigiar el presente, desbaratar la fe en el futuro y propiciar el regreso al pasado. El Ejército de los años treinta dejaba mucho que desear. Sin embargo, la guerra civil y la dictadura incrementaron sus defectos.

Hora es ya de convertir nuestro pasado en Historia y de saber que una cosa fue el Ejército de Franco y otra distinta es el Ejército de España, que, entre 1936 y 1939, no fue uno, sino dos, empeñados en defender conceptos opuestos. La propaganda franquista se esforzó en desnaturalizar el Ejército Popular de la República, tachándolo de no ser español con el argumento de que encuadraba a los internacionales, a pesar de que siempre hubo muchos más extranjeros en las filas de Franco que en las republicanas.

Acabada la guerra, el Ejército Popular fue condenado al exilio, al cementerio, a la cárcel, a la marginación, y borrado del pasado oficial. Los vencedores inventaron una falsa historia sobre la República y la guerra civil que, durante muchos años, impidió conocer que Franco y sus amigos se sublevaron contra un gobierno legítimo, lanzaron al país a una guerra terrible y luego echaron las culpas sobre las espaldas de los vencidos.

Nuestra vida está marcada por los mitos. Percibimos muchos aspectos de la realidad a través de ellos, hasta el extremo de convertirnos en sus rehenes, porque nos creemos incapaces de vivir sin nuestro particular universo de irrealidades, figuraciones y espejismos.