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Elaine Pagels - Los evangelios gnósticos

Aquí puedes leer online Elaine Pagels - Los evangelios gnósticos texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2016, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Elaine Pagels Los evangelios gnósticos
  • Libro:
    Los evangelios gnósticos
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    2016
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Los evangelios gnósticos: resumen, descripción y anotación

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AGRADECIMIENTO

La redacción del presente libro comenzó hace varios años al investigar la relación existente entre la política y la religión en los orígenes del cristianismo. Los cuatro primeros capítulos ya han sido publicados, de forma más técnica, en diversas revistas académicas (las referencias concretas preceden a las notas a pie de página correspondientes a cada capítulo).

Al preparar este volumen he utilizado generalmente las traducciones que se ofrecen en The Nag Hammadi Library, editada por James M. Robinson, toda vez que están al alcance de todos los lectores. En algunos casos, sin embargo, he cambiado la traducción en aras de la claridad, la consistencia o la interpretación (por ejemplo, la transcripción copta del término griego τελειωσις no la he traducido por «perfección» sino por «realización», palabra que me parece más exacta; en otros casos, allí donde el término copto πϱωμε parece ser la traducción del griego ανθρωπος, no lo he traducido por «hombre», sino por «humanidad»). En el caso de dos textos he utilizado traducciones distintas (véase más abajo).

Estoy especialmente agradecida a aquellos colegas y amigos que han leído y criticado la totalidad del manuscrito: Peter Berger, John Gager, Dennis Groh, Howard Kee, George MacRae, Wayne Meeks y Morton Smith. Por otros consejos y críticas, sobre todo referentes a aspectos de la introducción, estoy en deuda con Marilyn Harran, Marvin Meyer, Birger Pearson, Gilles Quispel, Richard Ogust y James M. Robinson. También doy las gracias a Bentley Layton por permitirme utilizar su traducción del Tratado de la resurrección, y a James Brashler por permitir que utilizara su traducción del Apocalipsis de Pedro.

Debo también expresar mi gratitud especial a las Fundaciones Rockefeller, Lita A. Hazen y Guggenheim por su apoyo, que me permitió dedicar tiempo a la preparación del libro; y a la presidente Jacqueline Mattfeld y al vicepresidente Charles Olton por dar su aprobación a que abandonase durante un año mis responsabilidades en el Barnard College. Deseo agradecer de manera especial a Lydia Bronte y Uta A. Hazen el aliento que me dieron durante todo el proyecto.

La presente versión del libro no habría podido producirse sin la magnífica labor editorial de Jason Epstein, vicepresidente y director editorial de Random House; los excelentes consejos de John Brockman; y el concienzudo trabajo de Connie Budelis y Barbara Wilson, encargadas de mecanografiar el texto y de prepararlo respectivamente.

Finalmente, deseo agradecer a mi esposo el cariño y el aliento que me dio durante todo el proceso.

Capítulo 1
LA CONTROVERSIA SOBRE LA RESURRECCIÓN DE CRISTO: ¿HECHO HISTÓRICO O SÍMBOLO?

«Jesús salió del sepulcro». Con esta proclamación empezó la iglesia cristiana. Puede que sea éste el elemento fundamental de la fe cristiana; desde luego, es el más radical. Otras religiones celebran ciclos de nacimiento y muerte: el cristianismo insiste en que en un momento histórico singular el orden del ciclo se invirtió ¡y un hombre muerto volvió a la vida! Para los seguidores de Jesús éste fue el punto crucial de la historia del mundo, el signo de su próximo fin. Desde entonces los cristianos ortodoxos han confesado en el credo que Jesús de Nazaret, «crucificado, muerto y sepultado», resucitó «al tercer día». Hoy día muchos recitan ese credo sin pensar en lo que dicen y mucho menos creyendo en ello. Recientemente, algunos clérigos, teólogos y estudiosos han puesto en entredicho la interpretación literal de la resurrección. Para justificar esta doctrina, señalan el atractivo psicológico que la misma tiene para nuestros temores y esperanzas más profundos; para explicarla, ofrecen interpretaciones simbólicas.

Pero gran parte de la tradición primitiva insiste literalmente en que un hombre —Jesús— había vuelto a la vida. Lo que hace extraordinarias a estas justificaciones cristianas no es la afirmación de que los amigos de Jesús le habían «visto» después de su muerte —las historias de fantasmas, las alucinaciones y las visiones eran entonces aún más corrientes que ahora—, sino que vieron un ser humano real. Al principio, según Lucas, los propios discípulos, presos de asombro y terror ante la aparición de Jesús entre ellos, inmediatamente dieron por sentado que estaban viendo su fantasma. Pero Jesús les espetó: «Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo». Como seguían mostrándose incrédulos, pidió algo de comer; mientras le miraban asombrados comió un trozo de pescado asado. La cosa queda clara: ningún fantasma podía hacerlo.

De haber dicho que el espíritu de Jesús seguía viviendo, sobreviviendo a la descomposición del cuerpo, tal vez sus historias hubieran tenido sentido para sus contemporáneos. Quinientos años antes los discípulos de Sócrates habían afirmado que el alma de su maestro era inmortal. Pero lo que decían los cristianos era distinto y, en términos ordinarios, totalmente implausible. El carácter definitivo de la muerte, que siempre había formado parte de la experiencia humana, se estaba transformando. Pedro contrasta el rey David, que murió y fue enterrado, y cuya tumba era sobradamente conocida, con Jesús, quien, aunque fue muerto, surgió de la sepultura, «pues no era posible que quedase bajo su dominio», es decir, el de la muerte.

Tertuliano, escritor de talento brillante (h. 190 d. C.), hablando en nombre de la mayoría, define la posición ortodoxa: como Cristo resucitó corporalmente de la tumba, también todo creyente debe anticipar la resurrección de la carne. No deja lugar a dudas. No está hablando, dice, de la inmortalidad del alma: «La salvación del alma creo que no necesita disensión: porque casi todos los herejes, la acepten como la acepten, cuando menos no la niegan».

Sin embargo, algunos cristianos —a los que él llama herejes— disienten. Sin negar la resurrección, rechazan la interpretación literal; algunos la encuentran «extremadamente asquerosa, repugnante e imposible». Los cristianos gnósticos interpretan la resurrección de varias maneras. Algunos dicen que la persona que experimenta la resurrección no se encuentra con Jesús vuelto físicamente a la vida; sino más bien que encuentra a Cristo en un nivel espiritual. Esto puede ocurrir en sueños, en trance extático, en visiones o en momentos de iluminación espiritual. Pero los ortodoxos condenan todas las interpretaciones de esta índole; Tertuliano declara que cualquiera que niegue la resurrección de la carne es un hereje, no un cristiano.

¿Por qué la tradición ortodoxa adoptó la interpretación literal de la resurrección? La cuestión se hace aún más desconcertante cuando leemos lo que el Nuevo Testamento dice sobre ella. Algunas crónicas, cual es el caso de la historia de Lucas que hemos citado antes, nos dicen que Jesús apareció ante sus discípulos bajo la forma que ellos conocían de cuando su vida terrenal; come con ellos y les invita a palparle para demostrarles que «no es un espíritu». Juan cuenta una historia similar: Tomás declara que no está dispuesto a creer que Jesús había resucitado realmente de la tumba a menos que pueda verle y tocarle personalmente. Cuando Jesús aparece ante Tomás le dice: «Acerca tu dedo y aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente».

Así pues, si algunas historias del Nuevo Testamento insisten en una interpretación literal de la resurrección, otras se prestan a interpretaciones diferentes. Cabría sugerir que ciertas personas, en momentos de gran tensión emocional, de repente tuvieron la sensación de estar experimentando la presencia de Jesús. La experiencia de Pablo puede leerse de esta manera. Al viajar por la ruta de Damasco, con la intención de arrestar a los cristianas, «de repente le rodeó una luz venida del cielo, cayó en tierra», oyendo la voz de Jesús que le reprochaba por la persecución que se proponía desencadenar. la transformación de la existencia física en la espiritual.

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