Ernesto Ballesteros Arranz - Arte Colonial

ERNESTO BALLESTEROS ARRANZ (Cuenca, España, 1942) es Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad Complutense y doctor en Filosofía por la Autónoma de Madrid. El profesor Ernesto Ballesteros Arranz fue Catedrático de Didáctica de Ciencias Sociales en la Facultad de Educación, además de su labor como enseñante en el campo de la Geografía, manifestó siempre un particular interés por la filosofía, tanto la occidental como la oriental, en concreto la filosofía india. Buena prueba de ellos son sus numerosas publicaciones sobre una y otra o comparándolas, con títulos como La negación de la substancia de Hume, Presencia de Schopenhauer, La filosofía del estado de vigilia, Kant frente a Shamkara. El problema de los dos yoes, Amanecer de un nuevo escepticismo, Antah karana, Comentarios al Sat Darshana, o su magno compendio del Yoga Vâsishtha que fue reconocido en el momento de su edición, en 1995, como la traducción antológica más completa realizada hasta la fecha en castellano de este texto espiritual hindú tradicionalmente atribuido al legendario Valmiki, el autor del Ramayana, y uno de los textos fundamentales de la filosofía vedanta.

Ha publicado también Historia del Arte Español (60 Títulos), Historia Universal del Arte y la Cultura (52 Títulos).

En los primeros años de la conquista y colonización todavía se construyen edificios góticos, entre los que es monumento capital la Catedral de Santo Domingo, construida hacia 1523, y con la que se abre la serie de catedrales del Nuevo Mundo. También se alzaron en La Española y en Cuba importantes construcciones militares, como el alcázar de Diego Colón, en Santo Domingo, y la fortaleza del Morro, en La Habana.

La creación arquitectónica más interesante de la primera mitad del siglo XVI en América es el tipo de iglesia y recinto conventual fortificado, que alcanzó amplio desarrollo en Méjico. Eran iglesias de una sola nave con cubierta de crucería gótica y con el exterior coronado de almenas. Pero estos recintos resultaron pronto insuficientes para albergar a la gran cantidad de indígenas que era preciso evangelizar. Por esta razón se formó ante ella un gran patio rodeado de una cerca almenada, en cuyos cuatro ángulos se alzaron otros tantos templetes o «posas» para enseñar la doctrina y posar o hacer estación las procesiones que en él se celebraban. Al fondo de este patio se construyó, además, una capilla abierta para celebrar la santa misa ante los indios allí reunidos. Ejemplo típico de esta clase de convento con posas es el franciscano de Huejotzingo (1550), en Puebla.

Entre las capillas abiertas de indios, que pueden ser de diversas formas, merecen recordarse las de Cholula y Teposcolula. La llamada Capilla Real de Cholula hace pensar en una influencia árabe o mudéjar a causa de su gran semejanza con el interior de la mezquita de Córdoba por la abundancia de columnas y la distribución del espacio interior.

Algunas veces la capilla estaba situada en alto, como es el caso de los monasterios de Acolman y Tlahuelilpa. Varias iglesias presentan doble camino de ronda para su defensa, como ocurre en Tepeaca.

El plateresco, que tan amplio desarrollo había alcanzado en la Península en los primeros años del XVI, sobre todo en Castilla, tuvo su repercusión en América en varias obras, como la portada de la citada Catedral de Santo Domingo, atribuida a un arquitecto español, y las de los monasterios agustinianos de San Agustín de Acolman (1560), Yuririapúndaro y San Miguel de Actopan, las tres en territorio mejicano y que recuerdan las mejores obras platerescas que existen en Castilla, sobre todo la fachada de la Universidad de Alcalá de Henares.

También dejó su huella el renacimiento en varias construcciones de carácter civil, como la fachada de la casa de Montejo, en Mérida de Yucatán, con ciertos recuerdos de los edificios del último gótico, y en el palacio que ordenó construir Hernán Cortés en Cuernavaca (1523-1528), cuya fachada presenta un aspecto de castillo con arquerías bastante similar al citado alcázar de Diego Colón, en Santo Domingo. Junto a estas obras, que en poco se distinguen de las que se construyen en la península Ibérica, hay otras en cuya decoración se hace patente la influencia indígena. Así, las portadas de Yuririapúndaro y San Andrés Calpan, en Méjico, que presentan temas de la flora americana, mientras que otras veces la decoración característica de grutescos recibe de los artistas nativos un carácter hasta entonces desconocido, cual es el caso de la decoración de la capilla de indios de Tlalmanalco.

A Claudio de Arciniega se debe la de Méjico (1573), que se levantó sobre las ruinas del gran «teocalli» o templo principal de la Tenochtitlán azteca. Consta de tres grandes y anchas naves, más dos de capillas y una capilla absidal de forma trapezoidal cubierta con cúpula. Tiene pilares cruciformes con medias columnas en sus frentes, si bien es probable que en un principio se concibiesen a la manera de los de Siloé en la Catedral granadina con un trozo de entablamento a guisa de capitel. Las torres fueron terminadas ya en época neoclásica, al igual que la cúpula rebajada con esbelta linterna.

La Catedral de Puebla, comenzada hacia 1555 y a cuya construcción están vinculados los nombres de Arciniega y Francisco Becerra, repite en lo esencial el modelo anterior, si bien es de menores dimensiones. Tanto la de Puebla como la de Méjico se proyectaron con cuatro torres, aunque solo se construyeron las de los pies.

En la Catedral de Guadalajara, de Méjico (1571-1618), se sigue en los pilares la solución de Siloé en la Catedral de Granada al coronar el pilar un trozo de entablamento. Tiene tres naves y carece de capillas laterales, siendo la cubierta de crucería gótica y de igual altura en las tres naves.

En Nueva Castilla las grandes catedrales peruanas del siglo XVI son las de Lima y el Cuzco. Ambas presentan las típicas características de la arquitectura peruana de época colonial, con torres poco elevadas a causa de los frecuentes terremotos. Las dos catedrales peruanas son gemelas y consta que fueron trazadas por el extremeño Francisco Becerra, quien ya había intervenido en la construcción de varias iglesias mejicanas. En ambas se conserva el trozo de entablamento granadino en los pilares, aunque se utilizan pilastras en lugar de medias columnas. A pesar de lo avanzado de la fecha, las bóvedas todavía son de crucería, pero las que posee actualmente datan del siglo XVIII y son de madera, a fin de que resistan mejor los movimientos sísmicos. La Catedral limeña se inició en 1548, pero el edificio resultó muy pequeño y hubo que esperar la llegada de Francisco Becerra hacia 1581 para que se levantase un edificio mejor.