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José Luis Martín Descalzo - Razones para la esperanza

Aquí puedes leer online José Luis Martín Descalzo - Razones para la esperanza texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 1984, Editor: ePubLibre, Género: Niños. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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José Luis Martín Descalzo Razones para la esperanza

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JOSÉ LUIS MARTÍN DESCALZO Nació en 1930 en Madridejos Toledo A los tres - photo 1

JOSÉ LUIS MARTÍN DESCALZO. Nació en 1930 en Madridejos (Toledo). A los tres años se trasladó con sus padres a Astorga. Allí transcurrió casi toda su infancia, hecho que evoca de manera entrañable a menudo en sus obras, hasta que a los 12 años ingresa en el Seminario de Valladolid.

Licenciado en Teología y en Historia Eclesiástica por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma; allí formó parte del grupo poético reunido en la revista Estría del Colegio Español. Ejerció como profesor de Literatura en el Seminario de Valladolid, dirigiendo también allí una compañía de teatro de cámara.

Fue ordenado sacerdote en 1953. En 1956 obtuvo el Premio Nadal por La Frontera de Dios y en 1962 el Premio Teatral de Autores. Trabajó en diferentes medios de comunicación, entre los que destacan Televisión Española, el diario ABC y la revista Vida Nueva.

José Luis Martín Descalzo, padeció una grave enfermedad cardíaca y renal, que le obligó a estar sometido a diálisis durante muchos años, en los que tuvo a su lado a su hermana Sor Angelines; en ese tiempo escribió muchas de las mejores páginas de su prolífica obra, además de continuar interviniendo en televisión y escribiendo artículos en prensa. Vivió en todo momento sin dejar de sembrar esperanza y vida, hasta su muerte en Madrid, el martes 11 de junio de 1991.

Título original Razones para la esperanza José Luis Martín Descalzo 1984 - photo 2

Título original: Razones para la esperanza

José Luis Martín Descalzo, 1984

Editor digital: Titivillus

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INTRODUCCIÓN Dicen que la gran enfermedad de este mundo es la falta de fe o la - photo 3

INTRODUCCIÓN

Dicen que la gran enfermedad de este mundo es la falta de fe o la crisis moral que atraviesa. No lo creo. Me temo que en nuestro mundo lo que está agonizante es la esperanza, las ganas de vivir y luchar, el redescubrimiento de las infinitas zonas luminosas que hay en las gentes y en las cosas que nos rodean.

Lo mismo que se dice que la gran victoria del demonio en nuestro tiempo es haber conseguido convencer a todos de que no existe, creo que el gran triunfo del mal consiste no tanto en habernos vuelto ciegos como en habernos puesto a todos unas gafas negras para que terminemos de creer que el mundo es mal y sólo en el mal puede revolcarse.

¿Qué va a creer un pobre ser humano que abre los periódicos y sólo encuentra en sus páginas violencia y polémicas y que, cuando abre a la tarde o la noche el televisor, vuelve a recibir una segunda ración de metralletas, ambiciones y sexo? Desde el día en que decidimos que era noticia un hombre que muerde a su perro y que, en cambio, no fueran noticia diez millones de hombres que todos los días lo sacan a pasear, hemos logrado convertirnos en algo peor que ciegos: en gentes que sólo tienen capacidad para ver lo negro e ignoran toda la ancha gama de colores luminosos que les rodean.

¡Y, sin embargo, qué hambre tiene el hombre de ternura y buen humor! ¡Qué necesidad de que alguien le limpie los ojos y le ayude a confiar en sí mismo y en cuanto le rodea!

Los artículos que componen este libro han sido para mí una experiencia apasionante. Después de dieciocho años de periodismo, en los que escribí millares de artículos, descubría —¡por fin!— que los lectores podían seguir con más o menos interés mis comentarios ideológicos, pero sólo vibraban cuando me dirigía a su corazón y a su condición de hombres. Un poco por casualidad comencé en los dominicales de ABC esta serie titulada sencillamente «Cuaderno de apuntes», en la que intenté, también con sencillez, hablar a la gente de mi corazón, de las pequeñas alegrías de cada día, de esas zonas luminosas del mundo de las que nadie hablaba, y descubrí, con gozo y asombro, que aquellos artículos ¡servían! Quienes me escribían comentándolos —y eran muchos cientos— no decían que mis comentarios les gustasen o que estuvieran de acuerdo con sus ideas; contaban que esos artículos les eran útiles, les ayudaban a vivir, que los esperaban cada domingo como un alimento, casi como una comunión. No eran ya (¡horror!) mis admiradores, sino mis amigos. En torno a mi palabra se había creado un corro de amistad, mi página se volvía una casa habitable para muchos.

Viví durante meses en éxtasis: si mis artículos podían alimentar a alguien, llevarle el entusiasmo de vivir, escribir se me volvía un oficio sagrado, hermano gemelo de mi sacerdocio, una tarea que sólo podía cumplirse descalzándose el alma como ante la zarza ardiente.

Fui dándome cuenta de cuánta soledad hay en el mundo: descubrí cuántos miles de muchachos no tienen a nadie con quien hablar, cuántas mujeres no conviven espiritualmente con sus maridos, cuantísimos son los que se «dejan vivir» por puro aburrimiento. Y pensé que ayudar a todos estos desesperanzados a descubrir las zonas luminosas de la aventura humana era el más apasionante de los empeños.

Y no es que yo debiera mentir: pintar un mundo color de rosa, distribuir la morfina del falso optimismo, ocultar las zonas negras de la existencia. No, nada debía ser escamoteado. Al contrario: parte del oficio era mostrar y reconocer nuestras llagas; pero era imprescindible, en todo caso, asumir la desgracia sin desposarse con la amargura, aprender a mirar más allá del dolor, sabiendo siempre que, si es necesario que vivamos con los pies en el barro, nadie va a impedirnos nunca levantar los ojos hacia las estrellas.

Así fue surgiendo, semana tras semana, este cuaderno de pequeños apuntes que hoy recojo en volumen con la ¿ilusión?, ¿esperanza?, de que sigan sirviendo de casa para muchos. Yo creo en la alegría. Creo cada vez más en lo apasionante de la aventura humana. Ojalá supiera contagiar a mis lectores esta doble confianza.

Una colección de artículos publicados en periódicos por el autor. Cada breve artículo pretende hacer renacer en el lector esa hermosa virtud que permite maravillarse ante el acontecer simple de cada día.

«Dicen que la gran enfermedad de este mundo es la falta de fe o la crisis moral que atraviesa. No lo creo. Me temo que lo que está agonizante es la esperanza, el redescubrimiento de las infinitas zonas luminosas que hay en las gentes y cosas que nos rodean».

José Luis Martín Descalzo Razones para la esperanza Cuaderno de apuntes - 1 - photo 4

José Luis Martín Descalzo

Razones para la esperanza

Cuaderno de apuntes - 1

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Titivillus 24.07.2017

1

QUERIDO LADRÓN

M e gustaría que este primer apunte de mi cuaderno llegase a tus manos, amigo ladrón, que hace dos semanas violentaste mi puerta, registraste mis cajones y abriste uno a uno todos mis armarios. Me gustaría, al menos, darte las gracias, más, incluso, que por no haberte llevado nada, por no haber alterado el orden de uno solo de mis papeles.

Supongo, muchacho —porque estoy seguro de que eres poco más que un chiquillo—, que debiste maldecir a toda mi ascendencia al descubrir que en mi casa había sólo cosas que —desgraciadamente para ti, por fortuna para mí— no te interesaban en absoluto: libros, discos y algún objeto de arte muy cercano a mi alma, aunque no muy valioso. Tú buscabas —supongo que para seguir hundiéndote en el infierno de la droga— joyas, oro, dinero. Te hubieras ahorrado el trabajo de romperme el marco de la puerta de haberme conocido. Habrías sabido que el oro y las joyas me parecen las dos cosas más estúpidas del mundo. Y que, en cuanto al dinero, tengo una demoníaca habilidad para gastarlo más de prisa de lo que lo gano. No encontraste lo que no podías hallar. Y, sin embargo…

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