ÍNDICE
PRÓLOGO
S egún un estudio norteamericano, en la Primera Guerra Mundial se requirieron unos 7.000 disparos de fusil de media para abatir a un oponente en combate. En la Guerra de Vietnam, esta cifra se había incrementado a 25.000. Sin embargo, teniendo en cuenta que un tirador de élite con entrenamiento profesional solo precisa de una media de 1,3 disparos para conseguir ese mismo resultado, dichas magnitudes resultan llamativas.
Este libro está dedicado a uno de esos tiradores de élite, el legendario héroe finlandés Simo Häyhä, que sirvió a su país con distinción en la que se conoce como Guerra de Invierno, el conflicto de 1939-1940 contra la antigua Unión Soviética. También es conocida como Guerra Ruso-Finlandesa, pero será el término Guerra de Invierno el que se emplee a lo largo de la presente obra. El propósito principal de la misma es doble: en primer lugar, exponer la notable historia de un hombre que vivió durante casi un siglo y, en segundo lugar, honrar a un modesto combatiente que, con su ejemplo y logros personales en combate, encarnó las más altas virtudes de un soldado profesional y cumplió con su deber para con su nación sin objeciones; hizo lo que se le ordenó y lo hizo bien. Desempeñó sin vacilar sus cometidos como soldado y como jefe de pelotón; y fue un ejemplo de coraje y valentía personificado en el inquebrantable espíritu finlandés que contribuyó a unificar a esta orgullosa nación en esos tiempos difíciles. Sin embargo, a pesar de sus acciones de guerra, Simo Häyhä evitó la adulación pública y prefirió llevar una vida tranquila y modesta después de la guerra. Como le remarcó humildemente a este autor en una entrevista, «hice lo que me ordenaron lo mejor que pude. No existiría Finlandia de no haber hecho todos lo mismo». Ni que decir tiene que la actuación de Simo en la guerra no fue ni fácil ni agradable. Como tirador de élite, su deber era abatir su blanco; una tarea ineludible. Y, como este libro confirmará, cumplió con su deber con un éxito sin paralelo.
Quizá la fotografía más famosa de Simo Häyhä. El mariscal de campo C.G.E. Mannerheim ascendió al cabo Simo Häyhä a segundo teniente el 28 de agosto de 1940. El mariscal le mostró de esta forma su gratitud y admiración por el trabajo realizado. Fue también en reconocimiento del espíritu encarnado por Simo durante la Guerra de Invierno en sus acciones en el Frente de Kollaa. Ningún hombre en la historia de Finlandia ha recibido nunca un ascenso de esta naturaleza. Las condecoraciones otorgadas son también algo fuera de lo común. Representan su extraordinaria fortaleza de mente y alma, y su devoción en el cumplimiento de los cometidos que le fueron asignados.
En la vida, no todas las decisiones son fáciles de tomar. Esto es lo que rondaba por la mente de Simo Häyhä durante las primeras horas del alba en Kollaa en diciembre de 1939. En sus preparativos para cada una de las incontables misiones que realizó en la Guerra de Invierno, insertaba con cuidado cada una de las balas D 166 en el cargador fijo de su fusil, consciente del hecho de que los casquillos de este cartucho en particular requerían un alineamiento idóneo; situando cada uno de ellos ligeramente adelantado al anterior de modo que encajasen todos y se evitase el encasquillamiento. Ultimados los preparativos, comprobaba el cargador y comenzaba el sigiloso trayecto hasta su posición. Permanecería allí sin hacer ruido, esperando el amanecer, que le ayudaría a determinar con precisión la ubicación de su presa rusa. Entonces, su único pensamiento sería: un disparo, un muerto. Para un soldado finlandés que defendía su patria no importaba nada más.
Simo llegaba a su posición en pleno crepúsculo, casi de madrugada. En el terreno que lo rodeaba reinaba el silencio, lo que le permitía pensar y prepararse de acuerdo con la misión. Al operar en solitario, lejos de sus propias líneas, difícilmente podía permitirse cometer un error. En cualquier caso, Simo se mostraba confiado, seguro de que sus años de entrenamiento militar, su habilidad como cazador y su conocimiento del terreno le proporcionarían una ventaja sobre los rusos.
Simo Häyhä en su apartamento del municipio de Ruokolahti el 25 de abril de 2001. Esta fue la última visita a su hogar. Estaba recogiendo sus objetos personales antes de regresar al Instituto de Veteranos de Guerra Mutilados de Hamina, donde llevaba viviendo un tiempo. Era muy consciente de que quizá no regresase. Se mostró tranquilo mientras nos bebimos las últimas tazas de café juntos en su casa. Lo último que hizo antes de marcharse fue levantarse y disfrutar de las impresionantes vistas del lago Saimaa. Un momento inolvidable lleno de melancolía pero también de emoción. (Veikko Vento).
Cabe destacar que, como experto francotirador, Simo Häyhä se mostraba satisfecho con la fiabilidad de su arma. Se trataba del modelo 28-30, un fusil que le dio un buen servicio durante la década de 1930 y que, sin duda, continuaría dándoselo en esta guerra. Con un mantenimiento apropiado su funcionamiento era impecable y rara vez se encasquillaba, si es que lo hizo alguna vez. Era algo muy significativo, teniendo en cuenta que las temperaturas alcanzadas en la Guerra de Invierno fueron extraordinariamente frías, con una oscilación de entre -20 y -40 grados Celsius. Simo estaba acostumbrado a las condiciones climatológicas frías. Lo único que le molestaba eran los invasores rusos. Sin embargo, no sentía odio hacia ellos. Todo lo que le importaba en ese momento era esperar la llegada del amanecer, que había de emerger por el cielo de oriente. Una vez ocurriera, los rusos quedarían claramente fijados en el punto de mira de su arma. La muerte sería rápida.
Cualquiera que haya servido en las fuerzas armadas sabe que cumplir la misión es de suma importancia. Cualquier cosa que no sea un compromiso total con su consecución es inaceptable. Como tirador de élite, la misión de Simo Häyhä consistía en matar al enemigo; y su compromiso en el cumplimiento de este desagradable cometido fue la parte central de su esfuerzo durante la Guerra de Invierno. El suyo era un deber solitario y exigente; uno que lo abocaba a soportar los elementos más extremos de la Madre Naturaleza. Cualquiera que haya vivido en invierno en Finlandia te dirá que no es apta para cardíacos. Además, Simo Häyhä tenía responsabilidades para con las vidas de otros hombres. Era suboficial y jefe de pelotón, responsable del cuidado de sus hombres y de ser un ejemplo para ellos a diario. Desempeñó con tanto éxito su papel que a menudo se le atribuye lo que habría de ser conocido por todos los finlandeses de esta guerra como el «Espíritu de Kollaa». No obstante, dicho esto, nunca buscó un reconocimiento personal por sus acciones, pese a que estaba destinado a ser el tirador de élite más exitoso de la historia con una marca total de 542 muertes. Simo Häyhä participó en la Guerra de Invierno durante 98 días. Por desgracia, en los últimos días de la misma sufrió una grave herida que estuvo a punto de acabar con su vida. Aunque como diría Simo a cualquiera que le preguntase, nadie puede elegir su propio destino.
Cuando se estudia el pasado de Finlandia, uno no puede sino preguntarse cómo parece repetirse la historia. Durante los últimos noventa años, esta pequeña y orgullosa nación de tres millones de habitantes emergería libre e independiente en 1918 tras la devastación de la Primera Guerra Mundial, sufriría a continuación un terrible periodo de violencia en su propia Guerra Civil y lucharía con heroísmo desenfrenado contra una abrumadora superioridad enemiga en la Guerra de Invierno de 1939-1940, antes de soportar nuevos sufrimientos y penurias indecibles entre 1941 y 1944 en lo que la nación llama Guerra de Continuación contra la Unión Soviética.
Página siguiente