El progreso del hombre en México no delata ninguna influencia del viejo continente durante este periodo (del 1000 al 650 a.C.) excepto por un marcado sustrato negroide vinculado a los magos sumos sacerdotes).
– Frederick Peterson, Ancient Mexico (1959)
EL EXTRAÑO MUNDO DE LOS OLMECAS
Los olmecas constituyen el misterio más antiguo y, quizás, el más grande de los albores de México y América del Norte en general. En la actualidad, los arqueólogos a menudo se refieren a ellos como protomayas u olmecas, que significa «habitantes de la Olman», es decir, de la «tierra olmeca» como ahora se la denomina. Cuando se observan las enigmáticas pinturas rupestres, las colosales cabezas talladas a la perfección, el característico «ceño fruncido» y la apariencia violenta y bélica de los olmecas, es inevitable preguntarse quiénes son estos extraños personajes.
La reconstrucción del extraño mundo de los olmecas no comenzó sino hasta ahora. Su arte generalmente los muestra con cascos de piel, rostros grandes, labios gruesos y narices anchas, con una expresión hosca. Fácilmente se los puede comparar con un montón de enfurecidos jugadores de rugby africanos, tal vez de Nigeria o Tanzania. Mientras que la mayoría de los arqueólogos asegura que los africanos jamás colonizaron México o Centroamérica, el hombre promedio que observa estas estatuas y cabezas no logra entender cómo los académicos pueden incurrir en una aseveración a todas luces errónea, que en esencia ni siquiera es científica. Si bien el consenso académico es contarle a los estudiantes y a los turistas que no se trata de africanos, no puede hacerse otra cosa que concluir que los académicos están ciegos, locos, o ambas cosas a la vez.
Lo fascinante de esta civilización enigmática para los observadores modernos es la forma en que se autorretrataron. Además de las facciones negroides, en muchos objetos se ven representados individuos con rasgos orientales o europeos. Por lo tanto, es muy interesante analizar con detenimiento el modo en que se presentan las figuras: la forma en que están vestidas, lo que llevan puesto en la cabeza, la forma de los ojos, nariz, orejas y boca, la posición de las manos, las expresiones en el rostro. Todo constituye un arte maravilloso en su máxima expresión. La gestualidad y el simbolismo en los objetos que sostienen o con los que interactúan parecen indicar un elevado nivel de sofisticación y el uso de una iconografía compartida... ¿Qué significa todo esto? ¿Quiénes son estas personas? ¿Eran aldeanos aislados o forasteros de una tierra remota?
EL DESCUBRIMIENTO DE LOS OLMECAS
Hasta los años treinta, se sostenía que la civilización maya era la más antigua del continente americano. La enorme cantidad de monumentos, estelas, alfarería, estatuas y otros objetos mayas que se hallaron a lo largo de Yucatán, Guatemala y la costa del Golfo de México había convencido a los arqueólogos de que la maya era la civilización madre de Centroamérica.
Pero algunas supuestas piezas de la cultura maya eran levemente distintas de las demás. Una de las diferencias consistía en que algunas grandes esculturas de cabezas tenían rostros con facciones más africanas que muchos de los otros elementos mayas. Las pinturas y esculturas mayas suelen ser bastante variadas, pero las facciones africanas claramente no constituían una característica del arte de ese pueblo. Las cabezas de aspecto africano a menudo exhibían el ceño fruncido y llevaban máscaras o parecían ser bestias mitad jaguar, mitad humanas. Este motivo recurrente no encajaba con otros hallazgos de la cultura maya.
En 1929, Marshall H. Saville, el director del Museo del Indio Americano en Nueva York, clasificó esas piezas como pertenecientes a una cultura completamente nueva, sin herencia maya. De una forma un poco impropia, denominó a esta cultura olmeca (término acuñado en 1927), que significa «gente del país del hule» en náhuatl, el idioma de los mexicas (aztecas). La mayoría de esos primeros objetos diferentes se halló en las regiones de Tabasco y Veracruz, en el sur de México, una zona pantanosa que se explotaba para extraer gas natural pero que en tiempos ancestrales había sido una fuente de caucho. Los antiguos mesoamericanos, desde los olmecas hasta los aztecas, extraían látex de Castilla elastica, un tipo de árbol de caucho de la zona. Ya en 1600 a.C. (y posiblemente antes) se mezclaba el zumo de una enredadera regional, la Ipomoea alba, con el látex extraído para crear hule. Los habitantes de la zona que vivieron allí en épocas posteriores, bajo el dominio azteca, fueron denominados «olmecas» por ellos.
Actualmente se atribuye a los olmecas la creación del juego de pelota que fue tan importante en todas las civilizaciones mesoamericanas y también la creación de las pelotas de hule que se utilizaban en ese juego. Este podría ser aún más antiguo que los propios olmecas. La popularidad de los campos de juego y el juego de pelota maya-olmeca se extendió hacia el norte, hasta Arizona y Utah, y hacia el sur hasta Panamá.
Según el prestigioso arqueólogo mexicano Ignacio Bernal, se advirtió la existencia del arte olmeca por primera vez en 1869; sin embargo, como se mencionó anteriormente, la palabra olmeca, o el término «gente del país del hule», comenzó a utilizarse en 1927.
Como era de esperar, un grupo de prominentes arqueólogos mayistas, entre los que se encontraba Eric Thompson quien ayudó descifrar el calendario maya, se rehusó a creer que esta nueva cultura llamada olmeca fuera anterior a la maya. No fue sino hasta una reunión especial en Ciudad de México en 1942 que se determinó con amplio consenso la precedencia de los olmecas con respecto a los mayas. De todas maneras, la fecha de nacimiento de la cultura olmeca continuaría siendo objeto de gran discusión.
En el libro Historia de la arqueología de México,