Un apunte sobre las citas textuales
En un libro de esta naturaleza, en el que casi todo depende de quién dijo qué y a quién, no he escatimado esfuerzos para conseguir que las declaraciones y citas de terceros se ajusten con precisión a la realidad. Para lograrlo, no he dudado en recurrir a las grabaciones que realicé con mi teléfono y a los apuntes que iba redactando durante las reuniones que aparecen en el libro. En aquellas situaciones en las que no pude tomar nota de lo que ocurría, no he tenido más remedio que recurrir a mi propia memoria, buscando, siempre que fuera posible, la confirmación de otros testigos.
El lector se dará cuenta de que el griego es el idioma original de muchos de los diálogos que aparecen en el libro. Así, por ejemplo, todas las conversaciones que mantuve con mi equipo en el ministerio de Finanzas, en el Parlamento y en las calles de Atenas; con el primer ministro, en las reuniones del gobierno; y entre Danae, mi pareja, y yo. Necesariamente, he traducido todos estos diálogos antes de incluirlos en el libro.
Las únicas conversaciones en las que no utilicé ni el inglés ni el griego son aquellas que mantuve con Michel Sapin, el ministro de Finanzas francés. De hecho, el señor Sapin era el único miembro del Eurogrupo que no utilizaba el inglés durante las reuniones. En este caso, o nos comunicábamos con la ayuda de un traductor o, como ocurría bastante a menudo, él me hablaba en francés y yo le respondía en inglés; nuestro conocimiento de sendos idiomas era lo suficientemente bueno como para poder mantener el hilo de la conversación.
En cualquier caso, he decidido ceñir mi relato a aquellos diálogos que pueden tener algún interés para el público general, por lo que sólo he incluido las conversaciones que sirven para esclarecer unos hechos que condicionaron las vidas de millones de personas.
Prólogo
Mi anterior libro, ¿Y los pobres sufren lo que deben? (Deusto, 2016), ofrecía una explicación histórica de por qué Europa se encuentra inmersa en el proceso, forjado durante décadas, de perder su integridad y renunciar a su alma. Cuando estaba a punto de terminar el libro, en enero de 2015, me convertí en el ministro de Finanzas del gobierno griego, un nombramiento que me arrojó a las fauces de la bestia sobre la que llevaba meses escribiendo. Al asumir la cartera de Finanzas de un país con un problema de deuda crónico, y que se encontraba en medio de un choque brutal con sus acreedores —las instituciones y los gobiernos más poderosos de Europa—, me convertí en testigo presencial de las particulares circunstancias y de las causas directas del descenso de nuestro continente a una ciénaga de la que puede que no salga en mucho, mucho tiempo.
Este libro cuenta esa historia. Podría describirse como la historia de un profesor de universidad que se convierte en ministro durante unos meses y que, poco después, se transforma en una especie de informante que denuncia la corrupción de una gran institución. O también, quizá, como las memorias de un tipo que cuenta sus experiencias e intimidades, y en las que aparecen personajes tan poderosos como Angela Merkel, Mario Draghi, Wolfgang Schäuble, Christine Lagarde, Emmanuel Macron, George Osborne o Barack Obama. O incluso como un cuento que describe cómo un país pequeño y completamente arruinado decide enfrentarse a los Goliat de Europa para escapar de su condena a prisión por deudas, pero que al final termina encajando una derrota no por honrosa menos demoledora. Aunque, a decir verdad, creo que estas descripciones no consiguen transmitir los verdaderos motivos que me han llevado a escribir este libro.
En 2015, poco después de la implacable represión que acabó con la rebelión griega del año anterior, la denominada Primavera griega o Primavera de Atenas , el partido de izquierdas Podemos empezó a perder empuje en España; estoy convencido de que muchos de sus potenciales votantes se asustaron ante la posibilidad de sufrir un destino similar al nuestro, todo por obra y gracia de la feroz Unión Europea (UE). Tras observar el cruel desprecio a la democracia demostrado por la UE en Grecia, muchos simpatizantes del partido laborista del Reino Unido decidieron votar a favor del brexit . El brexit acabó dando alas a Donald Trump. Y la victoria de Trump insufló fuerzas renovadas a los partidos nacionalistas y xenófobos de todo el mundo, Europa incluida. Vladimir Putin aún debe de estar frotándose los ojos, entre la perplejidad y la incredulidad, al contemplar cómo Occidente boicotea su propia esencia de una forma tan espectacular.
Los acontecimientos que he incluido en este libro no sólo describen con precisión la deriva adoptada por Europa, el Reino Unido y Estados Unidos; también ayudan a comprender mejor la profunda crisis que sufren nuestras economías y sistemas de gobierno. Mientras el denominado establishment liberal se lleva las manos a la cabeza ante la avalancha de noticias falsas que propagan los voceros de la alt-right , me parece conveniente recordar que, en 2015, ese mismo establishment puso en marcha una feroz campaña que consistió en tergiversar la realidad y difamar a un gobierno proeuropeo, elegido en las urnas y que es miembro de la UE.
Pero, aunque conservo la esperanza de que estas revelaciones acaben teniendo alguna utilidad, debo confesar que los motivos que me han llevado a escribir este libro son bastante más profundos. Más allá del simple relato de unos hechos que viví en primera persona, creo reconocer en ellos una historia de carácter universal —lo que ocurre cuando un grupo de personas se encuentra a merced de las crueles circunstancias generadas por un red inhumana, y apenas visible, de relaciones de poder—. Por eso, en esta historia no hay ni «buenos» ni «malos». Sólo personas que tratan de hacer las cosas lo mejor que pueden, según su propio criterio, bajo unas circunstancias que no han escogido. Todas las personas que aparecen en estas páginas creían actuar de la forma correcta, aunque al final sus acciones, tomadas en conjunto, acabaran provocando una catástrofe de escala continental. ¿No es éste el material con el que se escriben las auténticas tragedias? ¿No son éstos los motivos por los cuales las tragedias de Sófocles y Shakespeare siguen manteniendo su vigencia, cientos de años después de que los hechos que describen perdieran cualquier atisbo de actualidad?