«Solo cuando los pueblos conocen la verdad pueden reclamar sus derechos y oponerse con fuerza a las medidas de austeridad y a la carga insostenible de la deuda». Así presentábamos el libro Vivir en Deudocracia.
Dos años después, no solo no se han solucionado las cuestiones que entonces empezábamos a vislumbrar, sino que la situación ha empeorado La deuda sigue siendo un obstáculo para el desarrollo humano en muchos rincones del planeta, entre ellos el nuestro. Con este libro queremos aportar un análisis riguroso y actualizado, hecho desde la ciudadanía y para la ciudadanía, en el que abordamos las razones y causas que explican la crisis y la acumulación de la deuda, asi como las consecuencias sobre la población y las posibles alternativas. El libro está dedicado a todas las auditoras ciudadanas que desde sus respectivos espacios desafían la dictadura de la deuda y los mercados.
AA. VV.
¿Por qué no debemos pagar la deuda?
Razones y alternativas
ePub r1.0
marianico_elcorto 10.07.15
Título original: ¿Por qué no debemos pagar la deuda?
AA. VV., 2013
Ilustraciones: Marc Rodríguez Porcell
Diseño de cubierta: Adriana Fàbregas
Agradecimientos: Gerard Malet
Fotocomposición: Text Gràfic
Editor digital: marianico_elcorto
ePub base r1.2
Notas
[1] «El 19% del PIB, para abonar la deuda y sus intereses en 2013», El Economista, 13 de abril de 2013.
[*] Grup de Recerca Globalització, Educació i Polítiques Socials (GEPS), Universitat Autònoma de Barcelona.
[*] Editor de la revista cafèambllet y autor del libro Artur Mas: ¿dónde está mi dinero?
[2] Entrevista al conseller Boi Ruiz en el programa Ágora de TV3, el 10 de enero de 2011.
[3] «El salari dels metges gironins ha caigut entre un 20% i un 30% de mitjana en un any», Diari de Girona, 7 de febrero de 2012.
[*] Colectivo RETS.
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Prólogo
PERE CASALDÀLIGA
Al pirata anónimo
Codicia de codicia de codicia
en el banco mundial del mar abierto,
cerrado el corazón a la justicia,
reacio a toda luz el ojo tuerto.
La muerte por blasón y la ictericia
del oro por salud, en el acierto
de cuentas entre imperios tu pericia
de ladrón de ladrones gana el puerto.
Lobo transnacional, vampiro inmundo
de nuestra sangre para el Primer Mundo
y entre escollos de lucro zahorí.
Mercenario del dios de la galerna,
tatarabuelo de la Deuda Externa,
antepasado del FMI.
Sin publicar, una hojita en
Todavía estas palabras
Pere Casaldàliga, religioso siempre vinculado a la teoría de la liberación, nacido en Balserany (Barcelona) el 16 de febrero de 1928. Hizo de la Prelatura de São Félix do Araguaia (Mato Grosso), donde fue obispo, una trinchera en la defensa de los excluidos, en una época en la que muchos oponentes de la dictadura acababan presos, torturados o muertos. Afrontó la represión militar en Brasil y los pistoleros al servicio del latifundio. Escapó de la muerte en 1976, cuando, por engaño, la bala dirigida a él le quitó la vida al padre jesuita João Bosco Burnier. Pere Casaldàliga acompaña todavía hoy las transformaciones que la globalización impone a los pueblos y ha sido y es un incansable luchador contra la opresión de la deuda allá donde se viva.
I
La deuda en el mundo
GRISELDA PIÑERO y IOLANDA FRESNILLO
¿Qué significa la deuda para los pueblos?
La población española, al igual que la griega o la portuguesa, está sufriendo las criminales consecuencias de las políticas de austeridad que se imponen tras la cortina de la deuda. La crisis de la deuda, que está ahogando a los países de la periferia europea, se asemeja a la que vivieron numerosos países africanos, asiáticos y latinoamericanos, crisis que, de hecho, siguen viviendo.
La deuda ha sido y sigue siendo un mecanismo de dominación de los acreedores sobre los deudores, un mecanismo que ha servido como palanca para imponer un modelo económico centrado en el neoliberalismo. Mediante los llamados planes de ajuste estructural en los países empobrecidos, que en Europa son los de austeridad, la deuda provoca el empobrecimiento de las poblaciones, el menoscabo de sus derechos económicos, sociales y culturales y, por ende, el aumento de las desigualdades.
La crisis de la deuda en los países empobrecidos no se ha acabado
Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), casi un tercio de los países de bajos ingresos se encuentran hoy en riesgo de sobreendeudamiento, a pesar de haber recibido en muchos casos importantes cancelaciones de deuda. De hecho, la deuda total de los «países en desarrollo» ha pasado de 2,1 billones de dólares en el año 2000 a 4,9 billones de dólares en 2011. En el contexto de la crisis económica global, muchos países se han endeudado aún más para suplir los impactos de la crisis en sus economías. Los países empobrecidos han visto reducidos sus ingresos por exportaciones, los precios de las materias primas se han vuelto extremadamente cambiantes, los ingresos por remesas de migrantes han caído y las empresas multinacionales han incrementado los niveles de repatriación de beneficios, además de seguir evadiendo impuestos y profundizando la fuga de capitales, con lo cual dejan cada vez menos recursos a disposición de esos países. En este contexto, es especialmente preocupante el sustancial incremento de la deuda privada en algunos países empobrecidos. Mientras en el año 2000 la deuda pública de los países en desarrollo era de 1,3 billones de dólares y la deuda privada era de tan solo 0,5 billones, a finales de 2011 la deuda pública había subido hasta 1,76 billones y la privada, a 1,71 billones (deuda a largo plazo). Por ejemplo, como vienen alertando algunos medios financieros, la burbuja de crédito privado en Asia podría derivar en una nueva crisis de deuda.
El precio del «perdón» de la deuda
Después de años de movilizaciones sociales se implementaron iniciativas de «alivio de deuda» para los países más pobres y más endeudados con las que se pretendía reducir la deuda de estos países a «niveles sostenibles». Pero las cancelaciones ofrecidas se reciben solo después de comprobarse la ejecución de programas de ajuste controlados por el FMI. Privatizaciones, liberalización financiera, eliminación de subsidios, reducción de salarios a funcionarios, recortes en sanidad y en educación, entre muchas otras medidas, fueron impuestas a países como Mali, Haití, Camerún, Tanzania o Bangladesh, a cambio del «perdón» de parte de sus deudas. En Malí, Malawi o Haití, por ejemplo, la eliminación de los subsidios al algodón, a los fertilizantes y al arroz respectivamente, y la obligación de abrir sus mercados y privatizar las empresas públicas agrícolas, no solo supuso la ruina de millones de campesinos, sino también una grave amenaza a la soberanía alimentaria de sus poblaciones.
Estas políticas, que perpetúan la relación de dependencia de los países supuestamente beneficiarios, son totalmente ineficaces e insuficientes a largo plazo ya que, después de recibir las cancelaciones parciales de sus deudas, los gobiernos siguen recurriendo al crédito, en muchos casos del FMI, reproduciendo ciclos de sobreendeudamiento.