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Gustavo Bueno (Santo Domingo de la Calzada, La Rioja, 1924) estudió en las Universidades de Zaragoza y Madrid. Tras realizar su tesis doctoral como becario del CSIC, obtiene, en 1949 , una cátedra de vida docente en el Instituto Lucía de Medrano de Salamanca. En 1960 pasa a ocupar la cátedra de Filosofía de la Universidad de Oviedo , donde en la actualidad es catedrático honorífico. Es fundador y director de la revista de filosofía El Basilisco.
Creador de uno de los sistemas filosóficos más sólidos, coherentes y profundos del presente, el materialismo filosófico, destacan en su obra Ensayos materialistas (1972), El animal divino (1985), Primer ensayo sobre las categorías de las «Ciencias Políticas» (1991), Teoría del cierre categorial (1992) y El mito de la cultura (1996). Se conoce como «Escuela de Oviedo» al grupo de colaboradores y discípulos que están aplicando el sistema de Bueno a distintos terrenos de la filosofía: la ontología, la teoría de la ciencia, la antropología y la teoría de la religión, las ciencias humanas o la propia historia de la filosofía.
Gustavo Bueno, España frente a Europa, Alba,
Barcelona 1999 ( © ) 2014 www.fgbueno.es
©GUSTAVO BUENO, 1999
© de esta edición: ALBA EDITORIAL, S.L.
Camps i Fabrés, 3-11, 4.ª
08006 Barcelona
Diseño de cubierta: PEPE MOLL
Primera edición: octubre de 1999
Segunda edición: marzo de 2000
Tercera edición: mayo de 2000
ISBN: 84-89846-97-9
Depósito legal: B-22 519-00
Impresión: Liberdúplex, s.l.
Constitución, 19
08014 Barcelona
Impreso en España
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Preludio
La Idea de España que se presenta en este libro, y que necesariamente ha de utilizar, además de las categorías políticas consabidas («Pueblo», «Nación», «Reino», «Imperio», «República», «Estado»...), Ideas ontológicas, estrechamente intrincadas con las primeras (tales como «Unidad» -«unidad de los pueblos de España»-,Identidad -«identidad de Asturias», «identidad de Cataluña»-, Parte y Todo -«el presupuesto global total ha de distribuirse o re-partirse de forma consensuada»-), se basa principalmente en una reconstrucción de un «material empírico» en el que está implicada la Idea de España mediante la utilización formal de ciertas Ideas generales, previamente analizadas, tales como las Ideas de Nación, Imperio, Estado, Todo, Parte, Unidad e Identidad.
Reconstrucción necesariamente filosófica, porque filosóficas son las Ideas de Nación, Imperio, así como también las de Unidad, Identidad, Todo y Parte. Cualquier historiador, o cualquier politólogo, que utilice estas Ideas u otras de su constelación semántica al hablar de España, estará filosofando, aun cuando pretenda estar haciendo únicamente ciencia política, o historia positiva, porque la materia en la que se ocupa le obligará a desbordar los estrictos límites de su disciplina científica histórica o política. Un ejemplo reciente podemos tomarlo de la obra de Henry Kamen en su libro Felipe de España , cuyo rigor positivo no discutimos. Pero Kamen dice: «Como muchos otros países de Europa, 'España ' no era [en la época del príncipe Felipe] un Estado unificado, sino más bien una asociación de provincias que compartían un rey común». Parece que Kamen acepta la posibilidad de un «Estado no unificado» y esto es acaso como aceptar la posibilidad de una elipse no cerrada. El Estado, desde un punto de vista filosófico, dice siempre (suponemos) unidad de totalidad, sólo que la unidad «Se dice de muchas maneras» (la elipse puede tener dos centros a muy diversa distancia, que oscilan desde cero, y entonces la elipse se convierte en circunferencia, hasta infinito, y entonces la elipse se convierte en una recta). Es como si Kamen sobrentendiera que sólo es Estado estricto o auténtico el Estado centralista-unitario-totalitario, que sólo la circunferencia es la auténtica elipse, con la unidad compacta de sus dos centros refundidos en uno. Pero este Estado compacto sólo existe en los libros de teoría política; sin embargo, las ideas confusas de Estado y de Provincia que Kamen utiliza le autorizan, al parecer, a escribir España entre comillas. Para más inri , poco después dice, refiriéndose a Carlos V: «el Imperio de Carlos no fue creado por los españoles, pero éstos empezaban a desempeñar un papel importante en él». Kamen se está refiriendo, sin duda, al Sacro Imperio Romano Germánico y está considerando emic «el papel imperial que España nunca jamás había experimentado» en relación con los Países Bajos; pero cuando habla del Imperio español parece adoptar el punto de vista etic , puesto que mantiene otras referencias (África, América, Asia); pero entonces, ¿cómo puede decir que España nunca hubiera experimentado ese papel?
No se trata, por nuestra parte, al abordar el análisis de la realidad histórica de España, de elegir entre «hacer ciencia» y «hacer filosofía»; se trata de elegir, auxiliados desde luego por las ciencias históricas y politológicas, entre hacer filosofía «vulgar» (mundana), casi siempre ingenua y mala (como suele serlo la llamada «filosofía espontánea de los científicos»), o hacer filosofía «académica», no por ello necesariamente excelente (y entendemos aquí por filosofía académica no ya tanto a la filosofía universitaria, cuanto a la filosofía dialéctica, cuyos métodos frieron ejercitados y representados por primera vez en la Academia de Platón).
La tesis central que, como resultado de estos análisis filosóficos, proponemos al lector es la siguiente: la unidad (de complejidad, no de simplicidad) de España, como sistema de interacciones entre sus pueblos, culturas, etc., es un proceso que ha debido comenzar, desde luego, en gran medida determinado por motivos geoecológicos, antes de la Historia, cuando las bandas, tribus o pueblos prehistóricos, que vivieron durante milenios en el recinto peninsular, fueron tomando contacto recíproco, violento o pacífico (intercambios comerciales, matrimoniales, lingüísticos, etc.). Pero la totalización (atributiva) de esa unidad habría sido determinada desde el exterior, concretamente a partir de las invasiones cartaginesas y, sobre todo, de las romanas. Podría haber terminado esa totalización sin más alcance que el de producir un conglomerado similar a una mera unidad geográfica o antropológica diferenciada (algo así de lo que podía significar «África» -«Libia»- para los viajeros cartagineses del «periplo de Hannon», en el siglo v, o para los viajeros portugueses del siglo XV); pero la totalización sólo pudo comenzar a ser interna cuando el material totalizado comenzó a asumir la identidad que es propia de una parte diferenciada de la totalidad envolvente: no existen «totalidades internas exentas», sustanciales, no determinadas por un entorno envolvente (el que, en los sistemas termodinámicos, se denomina «medio»). Cabría afirmar, en resumen, que la unidad de España, como totalidad diferenciada, encontró su primera forma de identidad política interna a través de su condición de parte, provincia o diócesis de Roma. De allí recibió la denominación oficial Hispania (cualquiera que sea la génesis de esta denominación).