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Miguens - Modernismo y satanismo en la política actual

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  • Libro:
    Modernismo y satanismo en la política actual
  • Autor:
  • Editor:
    Siruela
  • Genre:
  • Año:
    2015
  • Ciudad:
    Madrid
  • Índice:
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Modernismo y satanismo en la política actual: resumen, descripción y anotación

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Créditos Edición en formato digital diciembre de 2015 En cubierta grabado de - photo 1
Créditos Edición en formato digital diciembre de 2015 En cubierta grabado de - photo 2
Créditos

Edición en formato digital: diciembre de 2015

En cubierta: grabado de Otto van Veen, Nequid ultra vires coneris (detalle), en Emblemata Horatiana, Amberes, 1607

Colección dirigida por Ignacio Gómez de Liaño

Diseño gráfico: Gloria Gauger

© Herederos de José Enrique Miguens

© De la Nota biográfica, Enrique Mussel y Guillermo Jacovella

© Ediciones Siruela, S. A., 2015

Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Ediciones Siruela, S. A.

c/ Almagro 25, ppal. dcha.

www.siruela.com

ISBN: 978-84-16638-14-7

Conversión a formato digital: María Belloso

Índice

PRIMERA SECCIÓN
Inicio del proceso y su difusión en la cultura de Occidente

PARTE II
Irrupción del modernismo en el catolicismo,
el anglicanismo y el protestantismo germánico

SEGUNDA SECCIÓN
Configuración teo-filosófica del modernismo romántico en la política

PARTE III
Espinosa: del vaciamiento racional de la teología a la teosofía antropo-cósmica. Ingreso en el esoterismo

PARTE IV
Falsa identificación de la Kabbalah judía con la teosofía mágica del ocultismo

TERCERA SECCIÓN
El Reino del Espíritu del Mundo y el derrumbe de la construcción política modernista

PARTE V
La irrupción del satanismo

PARTE VI
Consecuencias políticas: pérdida del sentido común y del contacto con la realidad

PARTE VII
Diferencias básicas entre las dos posiciones: autoritarismo o democracia

PARTE VIII
Los coletazos del modernismo: sacralización de la política y mundanización de las religiones

PARTE IX
El reino del odio, la violencia, la mentira y el miedo. Posibles salidas del encierro

A Marcela, compañera de vida e inspiradora de ideales.

A Roberto Bosca, por su incansable apoyo.

A mis hijos, nietos y bisnietos, para que puedan vivir en democracia.

La inhumanidad contemporánea
(a modo de prólogo)

«El siglo XX ha sido el más sanguinario de la humanidad», dice el sociólogo Pitirim Sorokin, documentando estadísticamente su afirmación. Las pruebas más obvias de esa marea de sangre son las dos guerras mundiales y toda su comitiva de campos de concentración y millones de personas asesinadas en virtud de ideologías —el comunismo leninista-estalinista o maoísta, el nacionalsocialismo, los diferentes populismos, el fundamentalismo islámico—, que si algo demostraron, y siguen demostrando, es su capacidad para envenenar las conciencias hasta llegar al extremo de que los condenados a muerte por tener opiniones diferentes de las del jefe político suscriban la sentencia que les lleva al cadalso, como se vio en los famosos juicios de Moscú de 1938, iniciados por Stalin y su fiscal Vichinsky contra los que acompañaron a Lenin en la formación del Partido Comunista. Ante la acusación de «desviacionismo» y de traición al comunismo, el gran teórico de esa ideología N. I. Bujarin confesó, antes de ser ejecutado: «Me arrodillo ante el país, ante el Partido, ante todo el pueblo. La monstruosidad de mis crímenes es inconmensurable». Hay ciertamente algo monstruoso en la sentencia de Stalin, pero más monstruoso es todavía que una ideología haya podido inyectar en la mente de alguien la forma de verse a sí mismo que revela la declaración de Bujarin.

¿Cómo explicar que se llegue a aceptar la muerte porque así lo decide el representante de la «verdad orgánica»? Hannah Arendt da en el clavo cuando dice: «El propósito de la educación totalitaria nunca ha sido infundir convicciones, sino destruir la capacidad para formar alguna». Cuando lo importante es destruir el criterio propio a fin de hacer inconmovibles las «verdades orgánicas» enarboladas por los vicarios de la Ideología (tanto da para el caso que se trate del Proletariado, la Nación o el Islam) uno ya no se puede espantar de que Bujarin y tantos otros creyentes de esa clase de verdades (o, por mejor decir, fanáticos) acepten y hasta justifiquen la sentencia que les condena a muerte. Los cristianos podían ir alegres al martirio, pero no porque hubiesen hecho de sus mentes un calco de la del emperador que los condenaba a los suplicios del circo o de la cruz, sino porque con su martirio esperaban acabar con el régimen tiránico que representaba el emperador. Esa era la razón por la que aceptaban la condena de muerte con alegría. No porque hiciesen suya la causa del que los condenaba.

José Enrique Miguens, en Modernismo y satanismo en la política actual, acierta a explicar fenómenos como el ejemplificado por Bujarin, cuando dice: «Destruidos la experiencia y el contacto vital con la realidad, se nos puede hacer creer cualquier cosa». O sea, cuando las personas someten su visión de la sociedad y del mundo a una ideología que prescribe cómo deben entenderse la sociedad y el mundo, todo es ya posible, hasta hacer creer al condenado a muerte que merece la muerte por discrepar de la opinión de los jefes depositarios de la verdad revelada por la Ideología. La forma que adoptan las ideologías modernistas-satanistas Miguens la sintetiza en esta sentencia de Lenin: «Es bueno todo lo que ayuda a la marcha del proletariado organizado, es malo todo lo que se le opone». O sea, es bueno todo lo que ayuda a la toma del poder por el Partido Comunista y es malo todo lo que se opone a esa toma del poder. El comunista italiano Antonio Gramsci remacha la sentencia de Lenin cuando dice que el Partido Comunista «ocupa en las conciencias el lugar de la divinidad o del imperativo categórico, deviene la base de un laicismo moderno y de una completa laicización de toda la vida y de todas las costumbres».

Que el buen comunista ha de portarse conforme a las pautas que le señala el Partido, lo suscribe plenamente el dramaturgo comunista Bertolt Brecht cuando dice, en La medida(Die Massnahme): «Entonces ya no sois vosotros, tú no eres ya Karl Schmitt de Berlín, tú no eres Anna Kysersk de Kazán y tú no eres Peter Sawitch de Moscú, y ninguno tenéis nombre ni madre, sois unas hojas en blanco en las que la Revolución escribe sus órdenes». No se podría exponer de forma más clara el ideal comunista de persona. Que todos los hombres sean marionetas que se mueven de acuerdo con la voluntad de los dirigentes del Partido es, según Brecht, una concesión excesiva a la libre iniciativa del individuo; lo mejor es que el individuo se transforme en una hoja en blanco en la que los intérpretes de la Revolución puedan escribir sus órdenes.

Obviamente, si el individuo se sale del guion que le han marcado, si pone en tela de juicio la verdad divina incuestionable del Partido, lo que le espera es ser arrojado a las tinieblas exteriores, o sea, al campo de concentración donde deberá ser «reeducado», si es que no al patíbulo. ¿Cómo poner remedio a esa enfermedad de la razón? Enseñando que lo político sea o llegue a ser, como bien dice el sociólogo argentino, «el mundo de lo cotidiano de objetos del sentido común, de los problemas concretos de la gente y de actos prácticos a fin de resolverlos de forma satisfactoria, no solo imaginaria».

Claro está que en punto a satanismo el nacionalsocialismo hitleriano nada tiene que envidiar al comunismo estalinista. Las consecuencias de esa ideología y de las demás de su especie no se han mostrado menos letales para la humanidad. No en vano surgen de una misma línea de filiación ideológica, que Miguens analiza detenidamente y en la que se destacan, como enseguida veremos, las figuras de Platón y sus discípulos, seguidas de las de Maquiavelo, Espinosa, Kant y Hegel. Pero mientras que el comunismo marxista se basa en el mito de la lucha de clases de la que resultará que los representantes de la clase proletaria y promotores de su lucha traigan a la Tierra el anhelado Paraíso, el nacionalsocialismo deriva de otra mística, la de la sangre y la tierra del pueblo, del que el líder se presenta como voz, médium o redentor, y la de la guerra al

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