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¿Hay vida inteligente entre el insulto gratuito y la dictadura del buenismo?
CARTA DE PETER MUNK
Desde que empezamos a celebrar los Debates Munk, a mi mujer, Melanie, y a mí nos complace profundamente la rapidez con la que han captado la atención del público. Desde el primer evento, que tuvo lugar en mayo de 2008, hemos sido anfitriones de los que considero algunos de los debates sobre políticas públicas más apasionantes de Canadá y del mundo. Con un enfoque global, los Debates Munk han abordado una gran variedad de temas, como la intervención humanitaria, la efectividad de la ayuda exterior, la amenaza del calentamiento global, el impacto de la religión en la geopolítica, el ascenso de China y el declive de Europa. Estas cuestiones tan fascinantes han servido de estimulante intelectual y ético para algunos de los pensadores y emprendedores más importantes del planeta, de Henry Kissinger a Tony Blair, de Christopher Hitchens a Paul Krugman, de Peter Mandelson a Fareed Zakaria.
Las cuestiones que se han planteado en los Debates Munk no solo han fomentado la concienciación pública, sino que también han ayudado a que muchos nos involucremos más y, por lo tanto, nos sintamos menos intimidados por el concepto de la globalización. Es muy fácil ser introspectivo. Es muy fácil ser xenófobo. Es muy fácil ser nacionalista. Es difícil adentrarse en lo desconocido. La globalización es, para mucha gente, un concepto abstracto en el mejor de los casos. El propósito de esta serie de debates es ayudar a la gente a familiarizarse con este mundo que cambia a gran velocidad y a que se sienta más cómoda participando en el diálogo universal sobre los temas y episodios que conformarán nuestro futuro colectivo.
No hace falta que les diga que hay muchísimos temas candentes. El calentamiento global, la crisis de la pobreza extrema, el genocidio o la inestabilidad del orden financiero son solo unos pocos de los asuntos cruciales que importan a la gente. Y nos parece, a mí y a los miembros del patronato de mi fundación, que la calidad del diálogo público se reduce conforme aumentan el número y la prominencia de estos temas que reclaman nuestra atención. Al intentar destacar los asuntos más importantes en momentos cruciales del diálogo mundial, estos debates no solo retratan las ideas y opiniones de algunos de los pensadores más brillantes del panorama internacional, sino que también consolidan la pasión y el conocimiento de la población y ayudan a abordar algunos de los desafíos a los que se enfrenta la humanidad.
En la vida he aprendido —y estoy seguro de que muchos de ustedes compartirán mi punto de vista— que los desafíos sacan lo mejor de nosotros. Espero que estén de acuerdo en que los participantes en estos debates no solo se desafían entre ellos, sino que nos desafían a nosotros a pensar con claridad y lógica sobre problemas importantes a los que se enfrenta nuestro mundo.
Peter Munk (1927-2018)
Fundador de Aurea Foundation
Toronto, Ontario, Canadá
ENTREVISTAS PREDEBATE CON EL MODERADOR RUDYARD GRIFFITHS
MICHAEL ERIC DYSON CONVERSA CON RUDYARD GRIFFITHS
Rudyard Griffiths: Es un placer hablar con el célebre Michael Eric Dyson, autor de varios libros superventas, profesor de la Universidad de Georgetown en Washington D. C. y comentarista en diversas cadenas de radio y televisión, como la NPR y la ESPN. Michael, me alegro de que esté aquí, en Toronto.
Michael Eric Dyson: Gracias por invitarme.
Rudyard Griffiths: Este es el gran debate cultural del momento. Estoy seguro de que no suscribe completamente el canon de la llamada corrección política , pero ¿qué elementos cree que son indicativos del progreso en nuestra sociedad?
Michael Eric Dyson: A la gente se le olvida que la izquierda inventó la corrección política. No la idea, sino el concepto de que debemos ser cuidadosos y cautos, en vez de ser tan sensibles e hipersensibles y exagerar o buscar excusas para aquello que hacemos. De modo que la izquierda inventó el concepto, pero la derecha lo secuestró y ahora parece que todo lo que la gente detesta y frente a lo que ya no está bien ser intolerante es políticamente incorrecto. Ya no te puedo insultar, ya no puedo hablar igual a las mujeres, ya no puedo mirar a los ojos a los judíos o a los musulmanes, etcétera.
Ahora todo se dice por lo bajo, y todo es «políticamente correcto». Lo cierto es que queremos que muchas cosas sean correctas. Si nos han calculado mal el sueldo, nos enfadaremos. De modo que, sí, queremos corrección en muchas cosas. Sin embargo, en la política no hay una forma exacta de medir la corrección, pero yo diría que vengo de un pueblo que a menudo se ha enfrentado a lo establecido, que ha estado fuera de los parámetros de protección de lo establecido. A nosotros, lo de corrección política nos suena a que la gente quiere aferrarse a la misma intolerancia inútil que conformaba lo que hacíamos como nación en el pasado.
Lo útil es hacer autocrítica, hacer inventario, examinar nuestra vida y encontrar de qué formas hemos perdido el espíritu desafiante. Yo enseño en la universidad, así que soy crítico con los momentos en los que la gente es tan sensible que no puede lidiar con los temas más duros.
Pongamos por caso que vamos a hablar de algo real, como la violencia policial. Yo doy un aviso: «Venga, ha llegado el momento; vamos a lidiar con este tema». No menosprecio la necesidad de la gente joven de encontrar lugares seguros y recibir avisos cuando se van a tratar ciertos asuntos, pero opino que el aula es un sólido centro de aprendizaje y que, a veces, nos tenemos que enfrentar a ideas que no nos gustan. Estoy convencido de que necesitamos más discursos, no menos. La gente tiene que enfrentarse a ciertos discursos con otros discursos.
Eso no significa que algunos discursos no estén ligados a prácticas de odio y que, por ellos mismos, no conjuren esas prácticas de odio atroces, pero, en general, enfrentarnos a cuestiones difíciles nos ayuda a avanzar y a poder decir: «Esto es algo bueno y podemos construir algo a partir de ello».
Rudyard Griffiths: Pienso que sus oponentes en este debate rebatirán la idea de privilegio, del privilegio de la gente que es como ellos: hombres blancos, generalmente en los peldaños superiores de la clase social. Estas personas están molestas con la idea de que, de alguna forma, su voz se tenga que entender en el contexto de su experiencia histórica frente a la experiencia histórica vivida por la comunidad a la que usted pertenece. ¿Cómo responde a la tensión, a la angustia y al enfado que suscita eso?