A GUISA DE PRÓLOGO
A guisa de prólogo
El tema me tienta fuertemente desde hace tiempo. De otra parte, las incitaciones ajenas van siendo también reiteradas, tanto, que su misma insistencia me las hace algún tanto sospechosas. Puede que se trate de inclinarme al estudio de la vida del guipuzcoano de más negra fama de todos los tiempos a modo de contraste con los grandes guipuzcoanos con quienes ocupé mis ocios, pero no puedo menos de imaginar que, tal vez, lo que se desea de mi al pedirme este libro no es sino otra vindicación de un personaje de la misma tierra, la justificación, toda encendida por fueros de paisanazgo, de un caudillo incomprendido y calumniado, de una suerte de precursor, de un vidente de libertades con presciencia de tres siglos.
Desde ahora prevengo a los lectores que de ninguna manera entra en mis cálculos idealizar a mi personaje. Aunque reconozco que todo libro constituye para su autor una arriesgada aventura, y que al iniciar la primera página de su obra ningún escritor sabe cómo terminará la última, repito, que ahora al menos, al dar comienzo a este libro, considero a Lope con mucha mayor severidad que simpatía.
Ahora bien, entre el nutrido grupo de acusadores que acumulan sobre Lope de Aguirre todos los cargos imaginables sin la menor nota favorecedora, y los contados defensores que con calor polemista acometen el empeño de justificar la injustificable conducta del guipuzcoano, cabe la postura del que, rechazando por igual tanto el cargo de ministerio fiscal como el de abogado defensor, quiere fríamente analizar al hombre que era Lope de Aguirre. Con la frialdad posible, pues ¡qué difícil es no apasionarse ante un hombre así! Porque si es verdad que este tema se halla agotado en el campo de la investigación documental, sobre todo merced a la labor de Emiliano Jos —cuyo honrado libro “La Expedición de Ursúa al Dorado y la Rebelión de Lope de Aguirre”, y sobre todo su rico apéndice, han constituido y constituyen, confesadamente o no, una obra de todo punto imprescindible para cuantos se introducen a este estudio— se me imagina que Lope de Aguirre, como hombre, está todavía inédito.
“Hay tres Lope de Aguirre: el de la historia, el de la tradición y un tercero que no es ni el de la historia ni el de la tradición”, exclama Segundo de Ispizua al comienzo de su apasionada vindicación de Lope de Aguirre. El Lope de Aguirre que, primordialmente, me interesa, es el de la historia. También me interesa el de la tradición, y me interesa muchísimo ése que ni es el de la historia ni el de tradición, ese Lope de Aguirre que, por estorbarlo la pasión, nadie ha explicado hasta ahora.
Concibo la esperanza de que mi condición de vasco, más concretamente, de guipuzcoano, antes que desautorizar, favorece mi propósito. Un vasco —y si es guipuzcoano, mucho mejor— puede todavía añadir algo acerca de este impresionante personaje. No ignoro que la disección que me propongo sólo puede hacerse a través de documentos coetáneos, todos ellos acusatorios en extremo, pero, aunque esta afirmación produzca extrañeza, creo también que a este designio mío ayuda mi condición de superviviente de una de las más feroces guerras civiles que registra la historia. Tal vez parezca excesivo esto que digo, pero el hombre que ha pasado por la prueba de una guerra civil es un hombre total y posee otra distinta luz para la interpretación de los hombres, y mucho más si como aquí es el caso se trata de historia de hombres en guerra civil. La historia cercana puede ayudarnos a interpretar la clave de la historia lejana.
Anexo de imágenes
El Lago de Oro de Parima en el siglo XVI.
La confluencia del rio Nabo con el Amazonas.
La confluencia del rio Nabo con el Amazonas.
La casa solar de Ursúa en la actualidad.
Primer escenario de la expedición según un mapa misional del siglo XVIII.
Don Juan de Castellanos.
Grabado de la época.
El Dorado en una estampa de la época.
La firma de Ursúa.
La torre de los Condes de Oñate en la actualidad.
Combate entre indios brasileños. (Grabado antiguo)
Soldados de la época. (Grabado antiguo)
Facsimil de la firma de Lope de Aguirre.
Bohíos del campo venezolano.
Felipe II por Tiziano.
Firma del licenciado Pablo Collado.
Itinerario de los marañones. De la obra “Lope de Aguirre el Peregrino, Apellidado el Tirano, Primer Caudillo Libertario de América” del ilustre escritor venezolano Casto Fulgencio López.
ASESINATO DE DOÑA INÉS DE ATIENZA
Asesinato de Doña Inés de Atienza
Transcurrida la Pascua de Resurrección reemprendió la expedición su ruta. Aquel mismo día alcanzaron los marañones un poblado cuyos bohíos cuadrados, cubiertos de hojas de palmiche, se extendían casi dos leguas a lo largo de la orilla. Desde la salida del Huallaga no se había visto población tan grande. Había allí mucho maíz, yuca o mandioca, calabazas de Chile, tortugas y pescado, y, además, un vino que, según un cronista, era el mejor “que se ha visto en las Indias”, una especie de mazamorra muy recia y espesa, algo aloque, que precisaba agua porque de otro modo embriagaba fuertemente. Había asimismo muchos manatíes, los sabrosos mamíferos pisciformes de carne y grasa estimadísimas.
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