Movimientos religiosos modernos apareció como librito de divulgación en 1982, pero continúa siendo, aún hoy, una de las mejores iniciaciones —tanto descriptiva como analítica— de los nuevos encantamientos religiosos en las sociedades complejas.
Alberto Cardín
Movimientos religiosos modernos
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chungalitos07.06.13
Alberto Cardín, 1982
Diseño de portada: Nicolevm
Editor digital: chungalitos
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ALBERTO CARDÍN nació en Villamayor (Asturias) el jueves 15 de enero de 1948. Pasó los primeros años de su vida en México, y con 9 años fue internado en el colegio de los jesuitas de Gijón. Tras una breve estancia en Deusto, en 1968-69 cursa en Salamanca los cursos comunes de la Facultad de Filosofía y Letras. Continua desde 1969 sus estudios en Oviedo, y se licencia en Historia del Arte en febrero de 1972. Tras una nueva estancia en México, se establece a partir de 1973 en Barcelona, iniciando una sorprendente actividad como crítico, escritor, traductor e impulsor de proyectos editoriales y revistas: en 1978 la revista Diwan, en 1979 La Bañera y en 1985 Luego… cuadernos de crítica e investigación, que inició en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona, de la que fue profesor. En el verano de 1985 hizo público que había dado positivo en las pruebas del SIDA, enfermedad entonces todavía poco conocida y de la que se convirtió en un profundo conocedor y divulgador. Se mantuvo en plena actividad hasta su prematuro fallecimiento, a los 44 años de edad, el domingo 26 de enero de 1992. La mayor parte de su producción escrita tiene la forma de artículos publicados en periódicos y revistas, algunos recopilados en distintos libros.
Pero, por encima de todo, Alberto Cardín fue un etnólogo. Es desde el ánimo antropológico que toda su obra deviene comprensible en su vocación desenmascaradora, y es desde la manera antropológica de dar con las cosas, que Cardín ha ejercitado un pensamiento tan atroz como tierno.
Autosegregado por voluntad propia a la periferia del tinglado intelectual español, se dedicó a lanzar desde allí constantes golpes de mano contra la memez entronizada y sus lacayos.
Movimientos religiosos modernos
L A CONFUSIÓN DE LAS SECTAS
Los habitantes de las grandes ciudades europeas han acabado aceptando como un hecho corriente, a lo largo de los últimos diez años, algo que hasta entonces era poco habitual para ellos: verse abordados en plena calle por propagandistas religiosos que intentan, mediante interpelación insistente, con folletos e incluso con vistosos shows callejeros, atraer su atención hacia formas de religiosidad ajenas a su idea tradicional de lo religioso. Estos contactos personales y la profusión de carteles que, desde las vallas o las paredes del metro, convocan al viandante a reuniones de nombres estrambóticos, donde se prometen no menos estrambóticas enseñanzas, han acabado por familiarizar al ciudadano medio europeo con una serie de corrientes y grupos religiosos hasta hace poco para él desconocidos.
Pero familiaridad y costumbre no quieren decir aceptación, y la tradición europea, poco rica —a excepción de Inglaterra y Holanda— en experiencias sectarias, dotada de una rígida estructura familiar y social y más preocupada en general por lo político que por lo religioso, integra con dificultad estas nuevas corrientes, que, sin embargo, en Estados Unidos pasaron pronto a formar parte de su multifacético folclor nacional. A pesar de la reciente y no muy amplia implantación de estos grupos, han sido ya varios los países europeos que, desde círculos de presión e incluso instancias oficiales, han dado la voz de alarma sobre la eventual peligrosidad de algunas de estas sectas.
Curiosamente, en Estados Unidos, donde este tipo de grupos sí llega a constituir en ocasiones peligros reales, su existencia se acepta con plena normalidad. La desproporcionada alarma despertada en Europa con respecto a algunos de ellos es un claro índice del tradicionalismo y oficialismo vigentes en gran parte de las naciones de este continente.
Una considerable falta de información, apoyada en un no menos considerable desinterés por conseguirla, hace que el conjunto de estas sectas, tomadas en bloque, aparezca como un informe mare mágnum dotado de cierto carácter maléfico.
Los mismos especialistas del tema —sociólogos o teólogos— se ocupan en sus estudios, reunidos bajo la rúbrica «nuevas sectas/nuevos cultos», de todos los movimientos que, con un carácter más o menos religioso, han surgido a la luz pública durante la última década. Con una absoluta falta de historicidad suelen aparecer mezclados en tales estudios la brujería y el esoterismo europeos —de largo arraigo en el continente, aunque subterráneos— con el protestantismo pentecostal americano —que desde finales del pasado siglo anda de misión por Europa— y con la confusa barahúnda de las sectas y cultos orientalizantes que, puestos de moda en medio de la fermentación del pop, quedaron después institucionalizados en Estados Unidos —y así llegaron a Europa— como pequeñas iglesias salvadoras.
Tampoco contribuyen mucho a clarificar la situación, salvo honrosas excepciones, los estudios o historias informales que se han venido publicando en los últimos tiempos sobre la contracultura, el movimiento pop, el hippismo y sus secuelas respectivas; en ellos las estrellas del pop y los líderes contraculturales aparecen subiéndose y apeándose en unas u otras sectas, siguiendo a este o aquel gurú y es esta acumulación de anécdotas la que sirve como explicación de los movimientos o las sectas como tales, que por lo demás no suelen aparecer en dichos trabajos sino como modas transitorias.
Y, si bien esta última consideración, como veremos, no deja de ser adecuada, también es cierto que una problemática que desata reacciones tan violentas que han implicado, en los últimos veinte años, tanto en Estados Unidos como en Europa, a un sector tan amplio de la cultura, y que incide en la organización y la ideología de los partidos políticos y las Iglesias establecidas, no puede sino tener raíces históricas y culturales muy amplias, cuyo estudio permitiría aclarar en gran parte la actual situación ideológica de Occidente.
Se hace, pues, preciso analizar con cierto detenimiento el contexto inmediato en que han surgido las sectas religiosas modernas, y considerar luego brevemente sus antecedentes histórico-culturales, para poder comprender a continuación su diversidad de formas y su relevancia en la moderna cultura de Occidente y, por extensión, del mundo.
T RAS LA DECEPCIÓN
Una cierta visión, bastante esquemática y lineal, de los acontecimientos culturales de los últimos quince años intenta hacernos creer que la reacción subsiguiente a la desmovilización contestataria ocurrida tras el fracaso de mayo del 68 y el fin de la guerra de Vietnam fue una masiva entrega de los movimientos juveniles, encabezados por sus líderes, a la búsqueda de soluciones espiritualistas, pretendidas mediante la introspección personal o el ingreso en comunidades y sectas místicas.