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Ralph Barby - ÍO, SATÉLITE DE CASTIGO

Aquí puedes leer online Ralph Barby - ÍO, SATÉLITE DE CASTIGO texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 0101, Editor: Editorial Bruguera, S.A., Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Ralph Barby ÍO, SATÉLITE DE CASTIGO
  • Libro:
    ÍO, SATÉLITE DE CASTIGO
  • Autor:
  • Editor:
    Editorial Bruguera, S.A.
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  • Año:
    0101
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RALPH BARBY

Í O, SATÉLITE DE CASTIGO

Colección

LA CONQUISTA DEL ESPACIO n. º 63

Publicación semanal

Aparece los VIERNES

ÍO SATÉLITE DE CASTIGO - image 3

EDITORIAL BRUGUERA, S. A.

BARCELONA – BOGOTÁ – BUENOS AIRES – CARACAS – MÉXICO


Depósito Legal: B 30.616 –

Impreso en España – Printed in Spain

1. ª edición: octubre, 1971

© RALPH BARBY – 1971

sobre la parte literaria

© MIGUEL GARCÍA – 1971

sobre la cubierta

Concedidos derechos exclusivos a favor

de EDITORIAL BRUGUERA, S. A.

Mora la Nueva, 2. Barcelona (España)

Impreso en los Talleres Gráficos de Editorial Bruguera, S. A.

Mora la Nueva, – Barcelona –


Todos los personajes y entidades privadas que aparecen en esta novela, así como las situaciones de la misma, son fruto exclusivamente de la imaginación del autor, por lo que cualquier semejanza con personajes, entidades o hechos pasados o actuales, será simple coincidencia.


Ú LTIMAS OBRAS PUBLICADAS

EN ESTA COLECCIÓN

  1. — Contrainvasión , Glenn Parris h .
  2. — El planeta de las mujeres-araña , Keith Luger .
  3. — La noche de los terrores , Curtis Garland .
  4. — El hombre de 1.500 años , Glenn Parrish .
  5. — Dimensión 354-X , Joe Mogar .

CAPÍTULO PRIMERO

Las bailarinas, exóticas y sensuales, evolucionaban por la pista en forma de trébol.

Aquél era un espectáculo que no había variado en milenios, desde el tiempo de los faraones pasando por el de los romanos, los musulmanes o las ya lejanas épocas del París del siglo XX.

Piedras multicolores, sacadas de quién sabía qué planeta o asteroide y el metal suficiente para engarzarlas, cubrían los esbeltos y atractivos cuerpos femeninos.

El capitán Hut Fireman sabía que aquellas lindas criaturas eran todo un prodigio de la técnica médicoplástica que tuviera sus albores en el siglo XX. Ni la más bella mujer podía tener aquellas medidas tan perfectas desde las uñas de los pies a las curvas de todo su cuerpo o las cuencas de sus ojos, pasando por los matices polícromos de sus sedosos cabellos, pero, ¿qué importaba, si eran hermosas?

—Hut, si te quedas junto a mí tendrás los interdólares que quieras y vivirás sin preocupaciones.

La cabeza rubio ceniza de Fireman destacaba por encima de los demás clientes de aquel cabaret en directo y por tanto, muy lujoso y caro, pues la mayoría de las salas de diversión eran con grandes pantallas a todo color y tridimensionales en las que se podía admirar el mismo espectáculo que él estaba viendo con sus propios ojos. Laika, la propietaria del local que se hallaba junto a él y que era quien acababa de hablarle, poseía toda una cadena de salas de diversión extendidas en todas las ciudades base-terrestre de Ganymedes. En todas podía verse la misma atracción que allí se daba en directo gracias a las cámaras teletrivisivas que lo estaban captando y emitiendo en circuito cerrado.

Laika aparecía tan hermosa y joven como si tuviera veinte años, pero Hut Fireman la conocía desde hacía tiempo y no le calculaba menos de cuarenta y cinco, claro que con muchos interdólares en el bolsillo se podía ser una momia egipcia y tener el rostro y las formas de Laika.

—Lo siento, encanto, pero no soy un sujeto pasivo. Espero que me ofrezcan una plaza de explorer. Se realizan grandes preparativos para enviar la primera expedición fuera del sistema solar, un proyecto tan ambicioso como lo fue en su día la navegación de Cristóbal Colón o la del primer vuelo de Neil Armstrong a la árida y ahora bien conocida Luna.

Laika se sonrió, sarcástica e incrédula.

—Vamos, vamos, Hut, tú sabes bien que no te enviarán a esa misión interestelar. Tendrás que conformarte con haber sido uno de los mejores spaceman interplanetarios, pero no interestelares. No, no serás tú quien tenga esa suerte, mi amor.

Hut Fireman tenía ilusión, casi obsesión, por formar parte de la primera expedición terrestre interestelar. Irían al primer planeta azul desconocido después de la Tierra. Hasta entonces no se había descubierto vida inteligente, aunque sí alimañas de las más diversas clases, en los planetas hermanos de la Tierra e hijos de Papá Sol. ¿Qué hallarían en otros sistemas?

Hut Fireman sabía bien que su hoja de servicios estaba emborronada por unos incidentes que habían terminado dando con sus huesos en Ío, el satélite de castigo que giraba alrededor de Júpiter al igual que Ganymedes.

Jamás el hombre había conocido cárcel más perfecta que aquel satélite adonde iban a parar todos los convictos de la Tierra sin distinción de razas o credos.

Estaba abolida la pena de muerte, pero la sentencia de prisión en el satélite de castigo no había quien la revocara y si era a perpetua, con el agravante de trabajos pesados, se podía comenzar a llorar por la suerte de uno mismo.

—Algún día, los peces gordos me tendrán en cuenta, Laika, algún día, ya lo verás.

—No lo creo, Hut. Eres todavía un niño pese a tu apariencia de hombre fuerte, a tu experiencia, a tu inteligencia técnica. Todo el mundo sabe que el famoso capitán Fireman permaneció todo un largo año terrestre confinado en el satélite de castigo. Tus enemigos te echaron unos cuantos duchazos de publicidad negativa, mi querido Hut, y cuando se pierde el favor de los contribuyentes es difícil recuperarlo.

Hut lanzó una mirada al macroescote de Laika, quien se esmeraba por exhibir un busto que hubiera hecho fulgurar los ojos del más exigente sultán medieval.

—Tengo ambiciones, Laika.

—Ya, no te conformas con seguir en la nómina sin hacer nada como hasta ahora. Te fue revalidada tu condición de capitán de spacemen y cobras tu sueldo íntegro, claro que no regresarás a la ionosfera terrestre a menos que te coloques en una base comercial, en una cadena de charter's interplanetarios con boletos para visitar los lugares más turísticos de la Luna o Marte, ya que los vuelos turísticos comerciales, hoy por hoy, están prohibidos a otros planetas por falta de colonias suficientemente equipadas para absorber el turismo, siempre ávido de acaparar emociones que normalmente sólo se pueden vivir a través de los reportajes de las pantallas teletrivisivas.

Sarcástico, Fireman comentó:

—Muchas veces, en esos reportajes se captan detalles que a presencia viva pasan desapercibidos.

De pronto, el pequeño prisma que se alzaba en el centro de la mesa circular comenzó a emitir destellos azules. Laika pulsó el botón que había al pie del dictáfono.

—¿Quién llama?

—Llamamos al capitán Fireman. Es privado.

Con desgana, Hut apartó de sí la ardiente bebida con la que le obsequiaba Laika. Tomó uno de los brillantes y minúsculos auriculares sin cordón que habían sobre el prisma y se lo acercó al oído.

—Al habla el capitán Fireman.

Una voz grave, autoritaria, acostumbrada a mandar, le ordenó:

—Capitán, preséntese a la salida. Le esperamos.

Fireman, que había reconocido la voz del mayor Glower, inquirió:

—¿Tan urgente es que no puedo tomarme un whisky?

—Capitán Fireman, es una orden. No irá a olvidarse otra vez de que debe obediencia a la superioridad, ¿verdad?

Hut Fireman recordó muy bien por qué le habían confinado un año en el satélite de castigo, aunque en realidad la sentencia había sido de diez años por desobediencia a su superior inmediato en misión especial.

La tripulación de aquel vuelo sabía bien que de no haber desobedecido Fireman al comandante de la nave, tomando sus propias decisiones, hubieran perecido todos, pero si el veterano capitán Lotus era un inepto, ellos no tenían la culpa.

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