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Barby - Planeta Rebelde

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Barby Planeta Rebelde
  • Libro:
    Planeta Rebelde
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  • Editor:
    Bruguera
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    0101
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U LTIMAS OBRAS PUBLICADAS EN ESTA COLECCIÓN Enemigos indestructibles - photo 1


U LTIMAS OBRAS PUBLICADAS
EN ESTA COLECCIÓN

— Enemigos indestructibles — Marcus Sidéreo
— Hombre o robot — Glenn Parrish
— Supervivencia — Ralph Barby
— Habitáculo prohibido — Marcus Sidéreo
— Traficante de las estrellas — Glenn Parrish


RALPH BARBY

PLANETA REBELDE

Colección

LA CONQUISTA DEL ESPACIO n.°

Publicación semanal

EDITORIAL BRUGUERA S A BARCELONA - BOGOTA - BUENOS AIRES - CARACAS - photo 2

EDITORIAL BRUGUERA, S. A.

BARCELONA - BOGOTA - BUENOS AIRES - CARACAS – MEXICO – RÍO DE JANEIRO


Depósito Legal B. 37.29e2– 1970
Impreso en España - Printed in Spain
a edición: julio , 1970
© Ralph Barby – 1970
sobre la parte literaria
© Enrique Marti n – 1970
sobre la cubierta
Concedidos derechos exclusivos a favor
de EDITORIAL BRUGUERA. S. A.
Mora la Nueva, Barcelona (España)
Todos los personajes y entidades privadas que aparecen en esta novela, así como las situaciones de la misma, son fruto exclusivamente de la imaginación del autor, por lo que cualquier semejanza con personajes, entidades o hechos pasados o actuales, será simple coincidencia.
Impreso en los Talleres Gráficos de Editorial Bruguera, S.A.
Mora la Nueva, 2 — Barcelona — 1970


CAPITULO PRIMERO

—¡Alerta, Marte! ¡Alerta, Marte! Nos estamos aproximando rápidamente a la zona controlada por sus satélites.

Los tres hombres que componían la dotación de la pequeña nave interplanetaria quedaron tensos aguardando una respuesta, una respuesta que podía traducirse en un bombardeo de fotones de una de las baterías situadas en los lugares estratégicos de Marte.

Los cañones láser de gran potencia eran eficacísimos, gobernados y controlados automáticamente por radares unidos a un cerebro electrónico que proporcionaba cuantos datos fueran precisos.

Los panales del mando militar de Marte se hallaban sitúa dos en una zona de máximo control y seguridad, a una milla de profundidad bajo el nivel del suelo y protegidos por capas sucesivas de concreto armado, acero y tierras especiales que lo hacían invulnerable a cualquier ataque por duro que éste fuera.

Desde aquel puesto de mando se controlaba todo gracias a la unión electrónica de los quinientos satélites artificiales q ue como tenaces centinelas vigilaban el campo ionosférico d el planeta, pudiendo controlar y rechazar cualquier ataque procedente del exterior.

En el control de mando militar y en cada panel, dos botones, uno verde de «si» y uno rojo de «no». Oprimir uno de ellos significaba paso libre o la destrucción total de cualquier nave u objeto que intentara traspasar la infranqueable barrera marciana.

Todos aquellos datos los conocían perfectamente el capit án Jack Savannah, comandante de la nave terrestre, y los tenientes Borodín y Kamura. Por ello, esperaban la respuesta del control de la colonia marciana. Un «sí» significaba la vida y un «no» la muerte.

Era como estar sentados en el banquillo de los acusados esperando el veredicto del gran jurado y sólo se les podía acusar de ser embajadores de la paz.

—Marte a la escucha. Conocen perfectamente el riesgo que corren cuando la distancia se acorte y sea la suficiente como para que nuestras baterías láser actúen al ciento por ciento de su efectividad. Serán destruidos y no podrán escapar. Están completamente controlados por nuestro sistema de alerta y vigilancia.

—Atención, Marte, conocemos todos esos datos, pero somos una embajada diplomática. Pueden comprobar que nuestra nave no es de guerra y además venimos desarmados. La Confederación Terrestre sólo desea un diálogo directo con su alto mando.

Jack Savannah aguardó preocupado al igual que sus dos acompañantes. Era conocida la intransigencia del mariscal Wacho, jefe supremo de la colonia marciana y líder de la independencia de dicho planeta. No iba a ser fácil dialogar con él. Sus vidas dependían del caprichoso gesto de escoger entre un botón u otro, y si elegía el rojo, nadie podría pedirle cuentas por el asesinato de una embajada de paz exenta de armas, tres hombres que se estaban entregando en pro de un diálogo que facilitara los entendimientos, ya que la cerrada y tenaz defensa del planeta Marte hacia imposible por el momento un ataque militar que sólo obtendría un éxito parcial. Costaría demasiadas vidas humanas como par arriesgarse con él, pues sólo un ataque masivo lograría que algunas naves cruzaran las barreras de las baterías láser y se posaran sobre la superficie marciana escapando a la muerte.

—Marte al habla. Saben perfectamente que los terrestres no son bien recibidos.

—Venimos como embajada diplomática. Buscamos el diálogo, el entendimiento directo. Una conferencia pacífica seria beneficiosa para todos.

—No hay diálogo posible —objetó la voz proveniente de Marte.

—El mariscal Wacho nos recibirá. Repito que venimos en son de paz y estamos desarmados.

—El mariscal Wacho es el que les está hablando. Sé perfectamente que la nave de ustedes, según los datos de nuestros computadores, es una UF-1008, carente de armas y con una tripulación de tres hombres. ¿Quién la comanda?

—Jack Savannah, que es quien habla.

La voz de Marte repitió:

—¿Jack Savannah?

—Si, el capitán Savannah, hijo del brigadier Savannah.

—Bien, capitán, conozco a su padre y aunque seamos enemigos he de admitir que es un excelente estratega al que no hay que subestimar.

—Mariscal, estamos cruzando su ionosfera. No tardará en cortarse la comunicación en los breves minutos de descenso al cruzar la atmósfera marciana.

—Tienen vía libre. Tomarán suelo en el aeropuerto espacial. Coloquen el control automático en su nave y nuestro centro de computadores irá proporcionando al cerebro electrónico de su nave los datos necesarios para la toma de suelo.

—Comprendido, mariscal. N o se arrepentirá de aceptar el diálogo. Hasta pronto, corto.

Una vez cerrada la comunicación, Jack Savannah puso el mando automático y dejó abierta la vía de recepción de datos para la toma de suelo.

El teniente Kamura preguntó preocupado:

—¿Vamos a fiarnos del mariscal Wacho?

Jack Savannah miró al teniente de origen japonés y perteneciente, como todas las razas de la Tierra, a la Confederación Terrestre, como se había dado en llamar la unión de todos los países.

—No nos queda otro remedio, Kamura. Los tres somos voluntarios de esta embajada de paz que muchos han calificado como misión suicida.

—Wacho es un traidor a la Confederación.

Por su parte, Borodín suspiró y dijo:

—Situaciones como ésta ya habían sido previstas un siglo atrás cuando los primeros viajes interplanetarios. Los biólogos y filósofos habían llegado a las mismas conclusiones. La técnica en este aspecto, ha llegado tarde, pero el hecho ha terminado por suceder. La rebelión de los colonizadores, un caso que no es nuevo en la historia humana.

— Pero todo ocurre cuando m enos se es pera — dijo Savannah _. Sale un fanático, un líder como C é s ar , Napoleón, Hit ler , Mao , etc. , y la guerra estalla. Creo que hemos conseguido un gr a n paso al aceptar al mariscal Wacho el diálogo . N o olvidemos que desde hace un lustro, ninguna nave terrestre ha logrado posarse con éxito en la superficie marciana. Preparémonos para la dura entrada en la atmósfera marciana. Sujétense a los sillones, en breves minutos pasaremos de las cien mil millas hora a cero.

La nave interplanetaria, de forma oval, con fondo plano y la parte superior abultada, en la que se hallaba la cabina de mando, giró los grados suficientes para colocar su parte frontal, más dura y cortante, encarada en la superficie del planeta, ofreciendo su casco el mínimo roce con la atmósfera.

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