El fenómeno totalitario, propio del siglo XX, se encarna en el comunismo y el nazismo. Aunque ambos regímenes ya pertenecen al pasado, la cuestión de su identidad sigue estando candente y suscitando vivas polémicas. En este ensayo, Alain de Benoist compara las dos ideologías totalitarias, lo cual no significa asimilarlas, sino pensarlas conjuntamente, como dos especies distintas de un mismo género, dos casos singulares dentro de una misma categoría. Comunismo y nazismo: el loco sueño de un mundo puro, sin diversidad ni contradicciones Más allá del balance de sus crímenes, más allá de los parecidos formales de sus regímenes, comunismo y nazismo expresaron sobre todo la misma esperanza de un mundo purificado de su diversidad y de las contradicciones que se derivan de ella. Tal anhelo sigue estando presente en nuestro horizonte, en el de estas postrimerías de una modernidad caracterizada por la movilización total de los hombres y las cosas, por la dominación que ejercer la razón instrumental, por la voluntad de establecer una sociedad universal plenamente transparente a sí misma, por la sumisión de los individuos atomizados a unos poderes que ni controlan ni eligen. Frente a estas nuevas amenazas, la lucidez, la libertad y la clarividencia del espíritu crítico son más indispensables que nunca. Suponen, en particular, que el nazismo y el comunismo se midan no con la vara de una memoria selectiva y traumática, sino con la mirada de una historia que prosigue su andar.
Alain de Benoist
Comunismo y nazismo
25 reflexiones sobre el totalitarismo en el siglo XX (1917-1989)
ePub r1.4
Bacha15 06.05.14
Título original: Communisme et Nazisme. 25 réflexions sur le totalitarisme au XXe siècle
Alain de Benoist, 1998
Traducción: José Javier Esparza
Editor digital: Bacha15
ePub base r1.1
ALAIN DE BENOIST DE GENTISSARD (Saint-Symphorien, municipio incorporado actualmente al de Tours, 11 de diciembre de 1943). Es un académico francés, líder e ideólogo principal del think-thank de la Nueva Derecha y del grupo GRECE. Edita desde 1968 el periódico Nouvelle École y desde 1988 Krisis. En 1978 recibió el Gran Premio de Ensayo de la Academia Francesa.
Intelectual que se formó en la Sorbona, habiendo estudiado Derecho, Filosofía, Sociología e Historia de las Religiones, Benoist es poco conocido fuera de su país aunque sus obras han sido muy influyentes en el pensamiento de la derecha europea. En sus textos ataca y crítica el fenómeno de la globalización, la inmigración descontrolada y el liberalismo considerándolos como contraproducentes para el concepto de Estado-nación. Se muestra esperanzado en que dentro de los límites de la democracia, las consecuencias negativas de estos fenómenos generen un intenso debate social que acabe reflejándose en el sistema. Se adhiere a la teoría del marxista Antonio Gramsci de que antes de producirse un cambio político, es necesario conseguir la hegemonía cultural, esto es, conseguir que las ideas a implantar sean aceptadas por los ciudadanos. Por este motivo, Alain de Benoist se centra en el trabajo cultural más que en el político. Ha sido influido por Ernst Jünger, Jean Baudrillard, Helmut Schelsky y Konrad Lorenz.
Alain de Benoist es especialmente crítico con el cristianismo primitivo, al cual considera germen del igualitarismo y el universalismo. Considera que Europa debe redescubrir sus raíces paganas.
Los sectores más críticos con el pensamiento de Benoist suelen proceder del ala más liberal de la derecha y de gran parte de la izquierda, tachándole en todos los casos de difusor del neofascismo. Sin embargo, Benoist ha atacado repetidamente en sus obras la ideología fascista. La acusación de neofascista probablemente se origine en su rechazo del cosmpolitismo, la inmigración masiva y la teoría de los derechos humanos.
Benoist ha ido evolucionando progresivamente hacia unos planteamientos políticos cada vez más democráticos, desde una postura inicial fuertemente aristocrática. En la actualidad defiende que la manera más efectiva de promover el cambio político es aumentar el nivel de democracia a todos los niveles, especialmente el local.
Notas
[1]Le Messager européen, 7, 1983.
[2] Tzvetan Todorov, Les abus de la mémoire, Arléa, 1995; Henry Rousso, La hantise du passé. Entretiens avec Philippe Petit, Textuel, 1998.
[3] «La tyrannie de la mémoire». en L’Histoire, mayo de 1998, pág. 98.
[4]Jugement à Moscou. Un dissident dans les archives du Kremlin, Robert Laffont, 1995 (2.ª ed.), Hachette, 1996.
[5] Stéphane Courtois (ed.): Le livre noir du communisme, Robert Laffont, París, 1997. Trad. española: El libro negro del comunismo, Espasa Calpe, 1998.
[6] Mientras que S. Courtois evalúa en 20 millones el número de víctimas en la URSS, Z. Brzezinski (The Gran Failure. The Birth and Death of Communism in the 20th Century, Scribners, Nueva York, 1989) se arriesgaba diez años antes a dar una estimación de 50 millones de muertos. R. J. Hummel, de la Universidad de Hawai, estima que el régimen soviético mató 61,9 millones entre 1917 y 1987 (Letal Politics. Soviet Genocid and Mass Morder since 1917, Transaction Publ., New Brunswick, 1996). R. Conquest, cuyos trabajos (La grande terreur, Stock, 1970, 2.ª ed. revolución; La grande terreur. Sanglantes moissons. Robert Laffont, 1995) han afirmado durante mucho tiempo su autoridad, llega a un total de 450 millones de víctimas, sin contar los muertos de la Segunda Guerra Mundial. D. Volkogonov (Le vrai Lénine, d’après les archives secrètes soviétiques, Robert Laffont, 1995) ha hablado de 35 millones de muertos entre 1917 y 1953; J. Julliard, de «40 millones de muertos en la URSS» («Les pleureuses du communisme», en Le Nouvel Observateur, 19 de septiembre de 1991, pág. 58); D. Panine, de «60 millones de víctimas». A. Solzhenitsyn, en el segundo volumen del Archipiélago del Gulag también daba la cifra de 88 millones de víctimas. Algunos investigadores basan sus cálculos en una evaluación del «lucro cesante» demográfico de la población rusa. En 1917, la URSS contaba con 143,5 millones de habitantes. Las anexiones de 1940 sumaron 20,1 millones más; o sea, un total de 163,6 millones. De 1917 a 1940, y luego de 1940 a 1959, el incremento natural de hubiera debido de llevar el volumen a 319 millones de individuos. Ahora bien, en 1959 sólo había en la URSS 208,8 millones de habitantes, lo cual significa un «déficit» de 110,2 millones. Si de esta última cifra se deduce el número de las víctimas de la guerra (44 millones), el resto, es decir, 66,2 millones de hombres, mujeres y niños, representaría el coste humano del sistema soviético (cf. el artículo del demógrafo Kurganov publicado el 14 de abril de 1964 en el periódico Novie Russkoié Slova, traducción francesa en Est & Ouest, 16 de mayo de 1977). En el otro extremo, J. Arch Getty todavía sostenía hace quince años que el número de las personas ejecutadas en la época estaliniana nunca superó «algunos miles» (Origins of the Great Purges