La filosofía frente al comunismo pone en escena la intensa labor intelectual que Alain Badiou, uno de los pensadores más destacados e influyentes de nuestra época, ha desplegado en los últimos años en torno a los problemas de la filosofía, el sujeto y la política. Entendiendo al comunismo como representación intelectual que provee una perspectiva crítica sobre las políticas existentes, el autor renueva la apuesta y explica por qué, pese a los abusos del «comunismo de Estado», que deben repudiarse, sigue siendo necesario adoptar esta visión frente al recurrente contexto de las crisis sociales, en un arco que va del Manifiesto Comunista a la situación actual en Medio Oriente.
Si el capitalismo reduce a meras categorías de consumidor y de competidor económico la noción de sujeto, que es el principal impulsor de ideas y acontecimientos nuevos, ¿qué tiene la filosofía para decir al respecto? Atento a los cambios en las expresiones políticas, estéticas y mediáticas, Badiou propone releer en clave polémica a Sartre y Lacan, decisivos para su propia formación, pero también a Lévi-Strauss, Kierkegaard, Hegel, Marx y Platón. Así, este libro ágil y provocador pasa revista a los principales debates vigentes desde la segunda mitad del siglo XX, en lo que es una formidable actualización del pensamiento filosófico, y propone intensificar los nuevos núcleos de reflexión y emancipación hacia formas de organización alternativas a la «representación» opresiva.
Alain Badiou
La filosofía frente al comunismo
De Sartre a hoy. Conversación con Peter Engelmann
ePub r1.0
Titivillus 13.03.16
Título original: Philosophie und die idee des kommunismus. Im Gespräch mit Peter Engelmann
Alain Badiou, 2013
Traducción: Román Setton
Diseño de cubierta: Eugenia Lardiés
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
ALAIN BADIOU (Rabat, Protectorado francés de Marruecos, 1937) es un filósofo, dramaturgo y novelista francés.
Su padre, Raymond Badiou (1905-1996) , fue miembro de la SFIO (Section française de l’Internationale ouvrière), formando parte de la Resistencia francesa durante la ocupación nazi, y siendo elegido alcalde de Toulouse entre1944 y 1958.
Realizó estudios de filosofía en la Escuela Normal Superior de París entre 1956 y 1961. Ha impartido lecciones en la Universidad de París VIII y en la ENS desde 1969 hasta 1999, fecha en la que fue nombrado director del departamento de filosofía de ésta. También imparte cursos en el Collège international de philosophie. Fue discípulo de Louis Althusser, influenciado por sus primeros trabajos epistemológicos.
Militante temprano, fue miembro fundador del Partido Socialista (PSU) en 1960. Implicado en los movimientos políticos en torno al mayo francés, y simpatizante con la izquierda maoísta, ingresó en la Union des communistes de France Marxiste-Léniniste en 1969. Actualmente participa en el grupo L’Organisation Politique, junto con Sylvain Lazarus y Natacha Michel.
Su obra principal es El ser y el acontecimiento, donde defiende que las matemáticas constituyen la verdadera ontología, o «ciencia del ser en tanto ser». En 2006 ha publicado su segunda parte, Logique des mondes. L’être et l’événement , publicada en castellano en 2008.
Primera conversación
—Antes de abocarnos al tema concreto de nuestra conversación, la «idea del comunismo» en el marco de tu labor filosófica, querría situar esta discusión dentro de un contexto más amplio de problemas vinculados tanto con la filosofía como con la política. Tu filosofía elabora un concepto de sujeto que se diferencia del de la sociedad capitalista, cuya comprensión del sujeto se realiza al reducirlo a las categorías de consumidor y de competidor económico. El concepto «sujeto» cuenta con una prolongada historia dentro de la filosofía, y en Francia se desarrolló incluso una teoría específica de la muerte del sujeto. Por eso me interesa ver cómo se integra tu concepto al respecto dentro del contexto filosófico francés que abarca desde la década de 1960 hasta nuestros días.
—Quiero comenzar con dos observaciones. En los años cincuenta yo estaba muy influido, en primer lugar, por Sartre. Durante los primeros años de mis estudios de Filosofía, sostuve siempre que la categoría de sujeto era una de las categorías fundamentales —y efectivamente lo era—, ante todo bajo la forma de la teoría de la conciencia libre, que Sartre había desarrollado por ese entonces. Así, debo agregar que mi pensamiento surgió también de una filosofía dominada por la teoría del sujeto y formulada en un lenguaje fenomenológico. Provengo de un concepto de sujeto en el sentido de Sartre, pero también en el sentido que le asignaban Merleau-Ponty y, en última instancia, Husserl. A fines de la década de 1950, cuando ingresé en la École Normale Supérieure, donde conocí a Althusser, leí los primeros libros de Derrida y estudié la teoría de Lacan, cambié de vereda —por así decir— y me pasé al campo del estructuralismo; esto es, adherí a una teoría en la cual el sujeto es problemático. Para Althusser el sujeto era un concepto ideológico, burgués. Para Lévi-Strauss y la tradición estructuralista sólo son relevantes las estructuras, y en la tradición que proviene de Heidegger el sujeto es un concepto que surge de la metafísica y que debe deconstruirse.
Todo esto me salió al paso en esa época, aunque cruzado con una suerte de íntima resistencia, que tenía un origen de carácter filosófico: la teoría de Sartre y la gran tradición de la fenomenología entonces vigente. Sin embargo, esa resistencia tenía raíces que eran ante todo de índole personal y prácticas, porque yo no entendía cómo podía renunciarse a la categoría de sujeto en la política; de hecho, sigo sin poder entenderlo.
—¿Y por qué no es posible esa renuncia?
—No puedo renunciar al sujeto porque la política es una cuestión de orientación, de obrar, de tomar decisiones, de principios, algo que requiere un sujeto, una dimensión subjetiva. Además, doy por descontado que el intento por reducir la política —y el marxismo— a un contexto meramente objetivo, sin la figura de un sujeto, sólo conduce a una suerte de economicismo puro, dentro del cual no se sabe siquiera qué es la acción política en sentido estricto, en tanto acción libre y constructiva. Por todos estos motivos me sumé a las filas del estructuralismo con mis compañeros de ese entonces, aunque seguí fiel a la idea de que debía ser posible unir las teorías del estructuralismo o de la deconstrucción con una renovación del concepto de sujeto. Para eso era necesario transformar la categoría de sujeto, pero también preservarla.
Además, pienso que en aquella época la teoría más importante para mí era la de Lacan, porque otorgaba una considerable significación a las estructuras, y especialmente a las estructuras del lenguaje: lo inconsciente está estructurado como un lenguaje, y otras ideas similares. Sin embargo, en su proceso de dar continuidad a la línea del psicoanálisis, Lacan desde luego preservaba además la categoría de sujeto y, por añadidura, la transformaba para hacer de ella un elemento absolutamente central. Me encontré, por lo tanto, con esta teoría que a mi entender abría un camino posible: uno que aceptaba algunas ideas de la modernidad especulativa pero a la vez preservaba la categoría de sujeto, aunque por supuesto se pagara el precio de reformar significativamente esa misma teoría. Creo que este ha sido siempre mi programa hasta el día de hoy.