UNA MIRADA IRÓNICA, SINCERA Y MUY POCO COMPLACIENTE CON AQUELLOS MARAVILLOSOS AÑOS DE ÁCIDO Y ROSAS ESCRITA POR UNO DE LOS FUNDADORES DE LA BANDA
Pocos negarán que Pink Floyd ha sido y es una de las bandas más creativas de toda la historia de la música popular. Representantes de la psicodelia más enfebrecida, sus coqueteos con el rock sinfónico a principios de los setenta los catapultó a la primera línea de la escena mundial, hasta el punto de convertirse en uno de los pocos nombres que pudieron medirse con los representantes de lo que más tarde se denominó cultura oficial.
Dentro de Pink Floyd da cuenta de los avatares por los que debieron pasar todos sus integrantes, si bien de una manera un tanto peculiar, ya que por primera vez un miembro de la banda ha escrito una visión personal sobre su historia. Nick Mason, uno de los fundadores, aporta una perspectiva única sobre los mejores y los peores momentos, desde la efervescencia del underground de finales de los años sesenta o el gran éxito mundial de The Dark Side of the Moon, uno de los álbumes más vendidos de la historia, hasta las desavenencias y tensiones dentro del seno de la banda. Inteligente, original y autocrítica, ésta es la historia de primera mano de una banda que se ha convertido con pleno derecho en uno de los referentes del último tercio del siglo pasado.
«Siguiendo el viaje de la banda desde esos comienzos primitivos a esas imágenes y sonidos que llenan los estadios y que es lo que son Pink Floyd hoy en día, los cambios en el rock’n’roll y su tecnología hacen que se trate de una lectura extrañamente fascinante.»
Sunday Express
«No deben quedar muchas historias en el rock que sean tan grandes como la de Pink Floyd. Y dudo que nadie pudiera contar esta historia tan bien como el hombre paciente y agudo que vio cómo se desarrolló todo desde su posición elevada detrás de su batería.»
PAUL DU NOYER, fundador de la revista Mojo
«Cualquier cosa excepto un himno de alabanza a los poderosos Floyd. El relato del batería Masón resulta generoso y alegremente irrespetuoso con respecto a la banda.»
ROBERT SANDALL, Sunday Times
Nick Mason
Dentro de Pink Floyd
El largo y extraño viaje hacia el éxito de un grupo mítico
ePub r1.0
orhi y Meddle 27.04.2015
Título original: Inside Out: A Personal History of Pink Floyd
Nick Mason, 2004
Traducción: Jordi Planas
Editor digital: orhi y Meddle
ePub base r1.2
dos:
La movida underground
Cuando los miembros del Pink Floyd Sound nos reunimos en Londres tras las vacaciones de verano de 1966, Peter Jenner aún seguía esperando. Volvió a Stanhope Gardens y dijo: «Nos encantaría teneros en nuestro sello». Roger le dijo que no necesitábamos ningún sello, pero sí un mánager.
Esto reavivó inmediatamente nuestras vagas fantasías de éxito, ilusiones que de otro modo quizá hubieran desaparecido con el final del verano. Algo sorprendidos por su insistencia, pero ansiosos por aprovechar cualquier oportunidad, finalmente acordamos que Peter y su socio Andrew King deberían gestionar el grupo. En una ocasión, cuando tuvimos una discusión acerca de la administración, Andrew recuerda que dije: «Nadie más quiere gestionar el grupo, así que quizá vosotros…». Entendimos que su implicación podría suponer un paso adelante para nosotros, dándonos la oportunidad de adquirir diversos artículos, todos fundamentales si llegaba el momento en que pudiéramos pasar de ser simples aficionados a profesionales, lo cual suponía un trabajo remunerado y regular, un cierto nivel de credibilidad y un equipo decente.
Peter y Andrew se conocían desde el colegio, en Westminster. Sus padres eran ambos párrocos: cuando Andrew estaba a punto de empezar su último curso, sus padres tuvieron que mudarse de Londres y decidieron encontrar un buen hogar cristiano en el que su hijo pudiera alojarse durante los trimestres escolares. Por consiguiente, Andrew había vivido con los Jenner, en Southall, en la casa del párroco de St. George. Peter era un año más joven que Andrew, razón por la cual no se conocieron en la escuela, sino viviendo en la misma casa, lo que les llevó a compartir diversos intereses. Desgraciadamente, no recuerdo haber recibido ningún consejo espiritual que se derivara de la impía alianza fruto de su amistad. Sin embargo, Andrew opina que ese cuidado pastoral es una herramienta de gestión útil en la industria musical: «En una parroquia has de estar preparado para enfrentarte a cualquier cosa y cualquier persona que entre por la puerta».
En el año en que se debatieron entre hacer los exámenes de Oxbridge y seguir adelante en otoño, Andrew y Peter se fueron a Estados Unidos, gracias a otra conexión clerical (esta vez episcopaliana), y trabajaron en una destilería de whisky en Peking (Illinois) durante seis meses; desde allí tenían a un tiro de piedra la ciudad de Chicago, adonde iban los fines de semana para tener la oportunidad de absorber una generosa mezcla de blues eléctrico, jazz y música gospel.
Ambos habían seguido en contacto durante sus respectivas estancias en sus universidades (Peter, en Cambridge; Andrew, en Oxford). Cuando Peter decidió ser nuestro mánager, llamó a su viejo amigo Andrew para que le ayudara y, lo que es más importante, para pedirle dinero. Andrew tenía un trabajo en una empresa que aplicaba principios científicos a la enseñanza mediante una máquina que pedía a los estudiantes que escogieran respuestas en un cuestionario múltiple presionando unas palancas. Tras escribir un programa para la máquina sobre termodinámica (materia de la que sólo tenía unos conocimientos rudimentarios), Andrew fue contratado por la BEA (British European Airways) para ayudar a motivar a su personal. Cada empresa pensaba que Andrew estaba en las oficinas de la otra, cuando lo más probable es que estuviera en la cama o haciendo origamis con algunas hojas de papel Rizla… Ni el personal de la compañía aérea ni el propio Andrew parecieron mostrar demasiada motivación en absoluto, y la llamada de Peter parecía una proposición mucho más atractiva.
Peter recuerda: «Eramos buenos colegas y habíamos ido a ver muchos conciertos juntos. Pensábamos: “¿Por qué no hacemos de mánagers de esta banda? Podría ser interesante.” Andrew había dejado su empleo y estaba sin trabajo. Pensé que seguiría siendo un buen hobby». Juntos montaron Blackhill Enterprises, nombre que surgió de Blackhill Farm, una propiedad en Brecon Beacons que Andrew había comprado con parte del dinero de una herencia. La mitad del resto de la herencia la dedicó a vivir a lo loco y la otra mitad para comprar el equipo que tanto necesitábamos los Pink Floyd Sound.
Anteriormente, en las pocas ocasiones en las que de hecho nos habían pagado por tocar, cualquier ingreso se había invertido en actualizar nuestros respectivos instrumentos: Roger había adquirido un bajo Rickenbacker y yo había pasado de mi batería original provisional a una batería Premier. Tras romper con Chris Dennis, o bien tomábamos prestado otro equipo de sonido o bien nos las arreglábamos con el sistema que tuvieran las salas donde tocáramos, que normalmente ofrecían una calidad de sonido que incluso la persona encargada de anunciar las llegadas y salidas de trenes en una estación habría considerado confuso. Blackhill rectificó la situación inmediatamente, y nos llevó a Charing Cross Road para comprar un equipo de sonido Selmer, así como nuevos amplificadores de bajo y guitarra.