ELEFANTAEDITORIAL
COLECCIÓN POESÍA
YEHUDA AMIJÁI
Primera edición: 2019
Edición: Elefanta del Sur, S.A. de C.V.
Dirección editorial: Emiliano Becerril Silva
Diseño: Tres laboratorio visual / Jorge Brozon Vallejo
Investigación iconográfica: Hugo R. Miranda
D.R. © Claudia Kerik, por la Selección, traducción del hebreo y prólogo
D.R. © Hana Amichai, por la obra de Yehuda Amijái
D.R. © 2019, Elefanta del Sur, S.A. de C.V.
Elefanta del Sur, S.A. de C.V.
Tamaulipas 104, interior 3, Colonia Hipódromo de la Condesa
C.P. 06170, Ciudad de México
www.elefantaeditorial.com
@ElefantaEditor
ISBN EBOOK: 978-607-9321-74-1
ISBN LIBRO IMPRESO: 978-607-9321-75-8
Todos los Derechos Reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, la fotocopia o la grabación, sin la previa autorización por escrito de los editores.
La presente edición fue posible gracias al generoso apoyo de la Fundación Metta Saade, A.C. y de su Presidente, Marcos Metta Cohen.
Mira, tuvimos más que la vida
(NUEVOS POEMAS ESCOGIDOS)
SELECCIÓN, TRADUCCIÓN DEL HEBREO Y PRÓLOGO
CLAUDIA KERIK
ÍNDICE
“HAY VELAS QUE RECUERDAN”
“HAY VELAS QUE RECUERDAN” (PALABRAS PRELIMINARES)
TOMO PRESTADO DE UN POEMA DE AMIJÁI LAS VELAS QUE ALLÍ centellean en su memoria, para que me guíen al momento de traer de regreso el itinerario que han seguido estas traducciones, que ya forman parte de mi vida, por lo que necesariamente, al caminar hacia atrás con ellas, lo estaré haciendo conmigo misma. Y es tal la carga de emociones que me surgen al desgajar los recuerdos del comienzo, que espero que el lector me excuse por introducirlo en un trayecto tan personal, siendo naturalmente otro su interés, el de conocer al poeta que está en este libro. Pero es que el acto de traducir siempre encierra una íntima complicidad con la voz de la que uno ha elegido convertirse temporalmente en portador, que hace que en la traducción se vayan pedazos de uno o queden impregnados momentos de vida. Tan sólo los títulos de los poemas de Amijái son capaces de desencadenar un oleaje suave como el de las flamas que ha encendido su poema y que me han llevado (a través suyo) hasta las velas de Shabat que prendía mi abuela los viernes, metidas en dos mitades de papa, agujereadas y dispuestas sobre su base más ancha en una esquina de la cocina, que le servían de candelabros. Y bajo la tutela de ese segundo que creaba un espacio de atención es que comienzo mi recuento.
El lector que por primera vez esté eligiendo acercarse a la lectura de los poemas de Yehuda Amijái, quizás deba conocer algunas de las circunstancias que rodearon la primera versión de este libro, que salió a la luz en una edición bilingüe, en la ciudad de Jerusalén, en el año de 1986. Amijái vivía entonces y había presenciado con gran emoción la que sería la primera publicación en español de una antología de su poesía, que incluía una selección de su obra poética hasta ese momento. No menos emocionado estaría unos años después cuando en 1990 Octavio Paz reeditara en México, bajo el sello editorial de Vuelta, una segunda versión del mismo libro. (El poeta mexicano admiraba la sensualidad desenfadada de la poesía del israelí, que indudablemente dejaría una huella en él.) Desde entonces hasta la fecha, algunos de sus libros ya han sido trasladados a nuestra lengua en distintas versiones, por distintos traductores, en diferentes partes del mundo.
Este es por tanto el tercer nacimiento de un libro que vio la luz hace tiempo. Y aunque Amijái no esté presente ahora para celebrarlo, ocurre que con el recuerdo de todo aquello que venía envuelto este regalo, vuelven a despertarse, al invocarlas, las energías que allí se depositaron. Y por un instante la imagen cálida y modesta del poeta regresa a mi mente, caminando por Jerusalén con su morral al hombro y recorriendo conmigo el mercado Majané Yehuda el día que lo conocí. Yo era una adolescente de 19 años que había improvisado sus primeras traducciones unos años antes, cuando cursaba segundo de preparatoria en el Colegio Hebreo Tarbut de la Ciudad de México, donde en una clase de Literatura Hebrea que impartía Mazal Sheniak, me fue descubierta su poesía por primera vez. La impresión que me causaron sus poemas —en un momento clave de mi vida en que yo misma estaba buscando escribir poesía— me precipitó a enfrentar el reto de traducirla, guiada por un imperioso deseo de transmitirla en mi lengua y convencida de la importancia que tendría hacer oír su voz a los demás.
En esa aventura fue cómplice mi amiga Rina Rotberg, y juntas nos escapábamos de la escuela a la oficina de su padre para usar la máquina de escribir. Esas pruebas de traducción serían publicadas por Esther Seligson en uno de los primeros números de una revista de la comunidad judía de México, Aquí estamos, de la que ella era redactora. Con la revista bajo el brazo viajé a Israel en el año de 1977, y a mi llegada busqué de inmediato el nombre de Amijái en un directorio telefónico. Desde un teléfono público lo llamé y al día siguiente nos vimos en el Café Taamón. Amijái se sorprendió al ver que una chica joven había tomado para sí la tarea de traducirlo a él, un hombre que ya había entrado en la segunda mitad de su vida consagrado como el poeta más leído de Israel. Viniendo de México y acostumbrada a los rituales obligados para acercarse a las “vacas sagradas”, a mí me asombró lo fácil que había resultado acceder a un poeta considerado importante. En el local del café cabía poca gente, fumaban y jugaban ajedrez. Salimos y caminamos hasta el mercado. En ese punto quedó anclada mi imagen del poeta. Pasarían algunos años después de ese primer encuentro para que me decidiera a traducirlo formalmente, haciendo una primera selección personal de sus poemas. En la decisión de hacerlo influyó también la libertad repentina que tuve para dedicarme de lleno a la traducción, gracias al apoyo de mi amiga Esther Seligson, quien financió por un año mi trabajo. No menos valioso sería el respaldo que me brindaron mis amigos en Israel a los que hacía permanentes consultas para verificar las connotaciones de ciertas expresiones y asegurarme de que no se me escapara ninguna dimensión contenida en la lengua. Zohar Triffón, Nathán Ofek (Popick) y David Moscovitz me fueron entonces de gran ayuda. Mi conexión con Amijái surgió desde el momento en que elegí traducirlo. La poesía entonces lo llenaba todo. Es probable que haya optado por expresarme a través de él, sólo así se explican ciertos apegos que permanecen a lo largo de la vida. Traducirlo fue una oportunidad de atravesar, por un instante, su voz en la mía.
Esta antología es un fruto nuevo que no corresponde a ningún otro de Amijái, pues está hecha de las lecturas y extractos de distintos momentos de su obra que fueron traducidos por mí de manera intermitente a lo largo de muchos años. Además de reproducir los poemas que aparecieron en las dos publicaciones anteriores, esta nueva edición contiene aquellos que continué difundiendo en México a través de revistas y suplementos a partir de 1990, año en el que salió el libro por última vez. Esos materiales, que de otro modo hubieran quedado dispersos, han sido intercalados en esta entrega, junto con nuevas traducciones que amplían su rango poético. Por tratarse de una reunión de poemas que trascienden la selección hecha para las ediciones anteriores, esta antología ha recibido otro nombre. Como Amijái continuó escribiendo después de que yo sacara a la luz mi primera selección de su obra traducida, también he incluido los materiales de sus libros subsecuentes en los que he trabajado estos años y entre los que quizás se cuenten algunos inéditos en español hasta la fecha. Me he permitido ocasionalmente tomar una parte de un poema de larga extensión, empleando como título el primer verso correspondiente al fragmento seleccionado, el cual es presentado esta vez seguido de tres puntos suspensivos. He considerado que de esa manera el fragmento se ofrecerá como un poema en sí mismo, lo cual también es posible percibir en la lectura de la tirada original donde cada sección aparece numerada o separada del resto. Esta ha sido una decisión tomada para no privar al lector de conocer también algunos de los poemas largos de Amijái, al menos por uno o más extractos.