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Jaime Peñafiel - Mis divorcios reales

Aquí puedes leer online Jaime Peñafiel - Mis divorcios reales texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2011, Editor: www.papyrefb2.net, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Jaime Peñafiel Mis divorcios reales
  • Libro:
    Mis divorcios reales
  • Autor:
  • Editor:
    www.papyrefb2.net
  • Genre:
  • Año:
    2011
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Mis divorcios reales: resumen, descripción y anotación

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En este libro, el lector encontrará que los motivos de divorcios y separaciones entre matrimonios de la realeza no difieren mucho de los de otras parejas de la alta y baja sociedad: el desamor, el desengaño, los adulterios, la convivencia después de enfermedades, el cansancio, la desilusión y, en algunos casos, las consecuencias de la existencia de un amor sin matrimonio, porque desde hacía tiempo la relación se había convertido en un matrimonio sin amor.Tras la lectura de Mis divorcios reales, el lector descubrirá una triste realidad: una mujer o un hombre que ya no ama, aunque sea príncipe o princesa o infanta, olvida de esa mujer o de ese hombre hasta los favores que de él o ella ha recibido.En otros casos, vivir a la sombra de algunos y algunas no les ha resultado fácil. Y mucho menos ser tan solo un esperma depositado en la vagina principesca o real por aquello de perpetuar la dinastía de las casas reales.

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En este libro, el lector encontrará que los motivos de divorcios y separaciones entre matrimonios de la realeza no difieren mucho de los de otras parejas de la alta y baja sociedad: el desamor, el desengaño, los adulterios, la convivencia después de enfermedades, el cansancio, la desilusión y, en algunos casos, las consecuencias de la existencia de un amor sin matrimonio, porque desde hacía tiempo la relación se había convertido en un matrimonio sin amor.Tras la lectura de Mis divorcios reales, el lector descubrirá una triste realidad: una mujer o un hombre que ya no ama, aunque sea príncipe o princesa o infanta, olvida de esa mujer o de ese hombre hasta los favores que de él o ella ha recibido.En otros casos, vivir a la sombra de algunos y algunas no les ha resultado fácil. Y mucho menos ser tan solo un esperma depositado en la vagina principesca o real por aquello de perpetuar la dinastía de las casas reales.

Jaime Peñafiel
Mis divorcios reales

1.ª edición: mayo 2012

© Jaime Peñafiel, 2012

© Ediciones B, S. A., 2012

Consell de Cent, 425-427 — 08009 Barcelona (España)

www.edicionesb.com

Depósito Legal: B.15624-2012

ISBN EPUB: 978-84-9019-115-6

PRÓLOGO

La gran sorpresa de este libro es el reverso de esa moneda llamada matrimonio: el divorcio, que afecta a las familias reales en la misma proporción que a los matrimonios entre ciudadanos del pueblo sencillo y soberano. Incluso a veces de una manera más radical.

Porque de las más de cincuenta bodas reales y miembros de la realeza que el autor ha cubierto como enviado especial, treinta y tres han acabado en separación o divorcio. Y algunos de aquellos matrimonios reales, sobre todo de soberanos reinantes, no lo han hecho por responsabilidades de Estado.

Para entender que la convivencia, el gran enemigo de la pasión, del amor e incluso del cariño, afecta también a los royal , hemos creído necesario y oportuno recordar, en estas páginas, algunos detalles recogidos en Mis bodas reales (Sedmay Ediciones, 1976 y Temas de Hoy, 1995) del día en que reyes y reinas, príncipes y princesas e infantas se prometieron, libremente, «amarse y respetarse hasta que la muerte nos separe».

«El infierno, señora, es no amar», escribía George Bernanos. Aunque a veces el amor entre un hombre y una mujer no tiene razones, la falta de amor tampoco. A lo peor es que el amor eterno no existe y todo es un milagro.

La mayoría de los protagonistas de estas bodas reales llegaron al matrimonio no por razones de Estado, sino por amor. Lo que no se entiende es lo sucedido entre el anuncio gozoso de la boda y el triste y escueto comunicado, primero del cese de la convivencia, y después del divorcio.

¿Dónde fue a parar aquel matrimonio por amor aceptado incluso tras superar frontales oposiciones de reyes y reinas que acabaron dando su autorización para evitar males mayores? «Mejor que felicitarme tendrás que darme el pésame», le dijo a una conocida dama uno de estos reyes el día de la boda de su hija, boda a la que se había opuesto de una manera radical hasta la víspera de la ceremonia. También hubo oposición a algunos de estos matrimonios por parte de la opinión pública, que se manifestó en puras campañas mediáticas, y que en algunos casos hicieron imposible la boda. Tal fue el caso del príncipe Felipe y Eva Sannum.

En España hay que diferenciar entre Familia Real, familia del rey y familiares. En el primer caso solo se ha divorciado una hija a su majestad. Entre los familiares, siete primos, uno de ellos por partida doble. Y entre los parientes, tres. En total: once de dieciocho.

Por el momento las separaciones no han afectado, al menos públicamente, a los reyes reinantes. Algunos, como el rey don Juan Carlos, han antepuesto la obligación a la felicidad, manteniendo esa unión en beneficio de la institución.

Ante este dramático balance de rupturas matrimoniales en el seno de las familias reales de la vieja Europa, no hay más remedio que escribir un nuevo libro, que necesariamente debía llamarse Mis divorcios reales . Es el libro que usted, querido lector o querida lectora, tiene en sus manos.

«El divorcio en las familias reales ha pasado de ser un tema tabú —o de provocar incluso una abdicación o el cambio de línea de sucesión— a instalarse y convertirse en algo habitual en algunas dinastías, como la de los Grimaldi o la de los Windsor, que baten el récord», se podía leer el 8 de julio de 2011 en un blog en Internet. Si por algo destacan las monarquías europeas es por haberse acercado al pueblo y modernizado, cuando no vulgarizado, en muchos aspectos. También en las rupturas matrimoniales. Si son ya como cualquier otro, ¿por qué los demás no somos como ellos? Al menos en los privilegios.

Si hace años los conflictos amorosos se escondían —para eso estaban los y las amantes—, hoy nadie se rasga las vestiduras si un príncipe o una princesa decide poner fin a un matrimonio con un divorcio.

INTRODUCCIÓN: BODAS REALES, DIVORCIOS Y SEPARACIONES

Los matrimonios reales por amor han sido, son y serán tan felices e infelices como los del resto de los mortales, porque cuando una princesa y un plebeyo o un príncipe y una plebeya deciden unir sus vidas «hasta que la muerte nos separe» —seamos más pragmáticos y digamos «hasta que el amor se acabe»—, no tienen garantizado el amor eterno. Pero al menos es buen principio iniciar una vida en común aportando algo de lo que han carecido muchas uniones por motivos tan espurios como las razones de Estado: la dignidad. Aunque aquellos matrimonios duraban hasta la muerte, difícilmente se rompía lo que no existía.

Que una muchacha se enamore, incluso que una muchacha sufra, son cosas del amor nuestro de cada día. Pero hay algo triste y casi trágico en las personas que, al casarse, enamoradas o no, llevan sobre los hombros y en su nombre la representación y la responsabilidad de un país entero.

Estas muchachas y muchachos son víctimas de su destino. Porque aún hoy a la hora de decidir la boda, que no el noviazgo, aunque no sea por razones de Estado pero siempre será un asunto de Estado, suelen opinar el primer ministro, el Parlamento, los portavoces oficiales y sobre todo los reyes, más preocupados por actuar como soberanos que como padres, por aquello del prestigio de la corona. Aunque, por fortuna, últimamente no siempre es así. Tenemos ejemplos recientes de príncipes y princesas que a la hora de casarse antepusieron, irresponsablemente, la devoción por la persona que amaban a la obligación de contraer matrimonio con quienes debían.

No una sino varias han sido las veces que la reina doña Sofía ha manifestado su opinión sin reservas ni fisuras sobre el amor y el matrimonio. Al ser preguntada por Pilar Urbano sobre el futuro sentimental de sus hijos respondió: «Mis hijos se casarán con quienes deseen. Y yo siempre estaré de acuerdo si ello supone su felicidad.» No tenía más remedio.

Pero aún hay más. En el año 1973, en el transcurso de un viaje oficial al extranjero siendo don Juan Carlos todavía príncipe de España, nos manifestó a un grupo de periodistas que le acompañábamos en el avión que era partidaria del divorcio, porque «el matrimonio solo tiene razón de ser mientras lo sustenta el amor». ¿Quién iba a pensar entonces que años después lo experimentaría en su propia familia con el divorcio de su hija la infanta Elena y Jaime de Marichalar y el matrimonio de su hijo y heredero con una divorciada?

Y esto lo decía en pleno franquismo, cuando en este país el divorcio era una entelequia condenable por «el municipio, la familia y el sindicato».

Lejos están aquellos cruceros que la reina Federica organizaba por aguas del Egeo con el fin de que jóvenes procedentes de las familias reales europeas se conocieran y mantuvieran con endogámicas uniones la pureza de la sangre real.

Ignoro si de aquellas románticas excursiones surgió en alguna ocasión el amor y el matrimonio entre príncipes y princesas. Mucho lo dudo. Porque casi todos los reyes y reinas reinantes hoy día en la vieja Europa, y muchos príncipes, algunos incluso herederos, han buscado el amor y han llegado al matrimonio sin tener presentes ni intereses familiares, ni mucho menos de Estado.

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