El arte de la guerra hoy
Estrategia milenaria adaptada al triunfo
en la empresa
JUANMA ROCA
www.megustaleerebooks.com
A mi madre
Introducción
C onocí El arte de la guerra hace muchos años, pero aterricé en ese libro en 2002. Desde entonces, no me he separado de él, hasta el punto de que muchas de las sentencias de Sun Tzu se han convertido en mi guía estratégica personal e incluso, por qué no admitirlo, espiritual.
La inspiración de Sun Tzu no tiene límites y, a poco que el lector deguste las páginas de los miles de ediciones de ese libro (yo llegué a la obra a través de una edición publicada por Arthur Andersen), al momento le vendrán a la cabeza personajes históricos, líderes militares o empresariales y ejemplos que ilustran con enorme valor y precisión las palabras del general chino. Sin duda, algo mágico envuelve ese libro para que numerosos críticos y empresarios lo hayan considerado como el mejor libro de estrategia de la historia.
Sun Tzu escribió El arte de la guerra como un libro de práctica militar, pues él era general y la guerra era su vida y su quehacer diario. Pero más allá de la práctica militar, lo pensó como un tratado que enseña la estrategia suprema de aplicar con sabiduría el conocimiento de la naturaleza humana en los momentos de confrontación. Desde luego, las empresas no se enfrentan de forma directa en un campo de batalla como el que pisaba Sun Tzu, pero la dinámica competitiva empresarial lleva a que, en innumerables situaciones, las organizaciones se vean enfrascadas en un duelo a muerte del que solo puede salir vivo el vencedor. El otro, derrotado, desaparecerá o quedará en manos del vencedor, ya sea como esclavo (como sucedía en la Antigüedad) o como empresa adquirida o absorbida (como sucede en la actualidad con las compañías).
Siguiendo esta dinámica bélico-competitiva, todos los altos directivos solo tienen un objetivo en mente: vencer. Basta con observar la voracidad empresarial de directivos o empresarios como Emilio Botín, Emilio Azcárraga, Warren Buffett… Cuando salen al campo, no piensan simplemente en jugar o competir sin más. Para ellos, el famoso lema de que lo importante es participar, no sirve. Solo sirve la victoria.
En el mundo de la empresa, como en la guerra, vencer es la máxima, pues vencer significa liderazgo, beneficio, crecimiento, rentabilidad y retorno de la inversión y maximización del beneficio para el accionista. Bien es cierto que en los últimos tiempos esa maximización ha venido acompañada por la creación de valor compartido, pero, en todo caso, se trata de crear valor, y para la mayoría de las organizaciones, la mejor forma de generar valor es triunfando.
Tres simples comentarios confirman, desde diversos ángulos, la actualidad de Sun Tzu en el management actual. Por un lado, el general chino insiste en todo momento en la importancia de posicionarse en el terreno con garantías para la victoria en la guerra, un posicionamiento del que Michael Porter ha sido su gran heredero.
Por su parte, el militar chino comienza su reflexión con un aviso previo. «La guerra es un engaño», advierte; lo cual sitúa la contienda en el ámbito de las percepciones y la apariencia o imagen percibida. La influencia actual de la reputación y el marketing se basan, precisamente, en ese sutil juego de percepciones.
Asimismo, Sun Tzu destaca en todo momento la importancia de la velocidad, agilidad y resiliencia como cualidades de los grandes generales y ejércitos para adaptarse lo antes posible a los cambios en el campo de batalla. En esa línea, en un mundo tan cambiante como el actual, nunca ha sido tan importante la capacidad de innovación y adaptabilidad a los cambios del entorno; de ahí que las empresas más exitosas, como Google, Apple o Amazon, hayan basado buena parte de su éxito en la agilidad y velocidad del cambio.
Además, entroniza como fundamento del liderazgo la integridad y la prudencia, dos cualidades muy presentes en el momento actual en los discursos de los altos directivos y principales organismos internacionales, como antídoto frente al riesgo y los desmanes financieros y de desgobierno de la última década.
La estrategia, el arte de competir, está en la cabeza en los grandes líderes empresariales de todo el mundo. Nadie escapa a ese arte que Sun Tzu definió desde el ámbito militar en forma de trece capítulos y que llegó a Europa de la mano de la traducción que realizó el jesuita Joseph-Marie Amiot, que había estado como misionero en China.
Desde China, las ideas de Sun Tzu se extendieron por toda Asia hasta que llegaron a Japón, donde pronto adaptaron las enseñanzas de El arte de la guerra con textos y pensamientos propios. Así surgió, por ejemplo, El libro de los cinco anillos , de origen japonés, pero claramente influido por las tesis de Sun Tzu, pues el autor de ese manuscrito, Miyamoto Musashi, estudió el tratado del general chino durante su formación como samurái.
La tradición oriental en lo que hace referencia al arte de la guerra data de tiempos inmemoriales, pues la cultura guerrera y de los samuráis es inherente a la historia de Japón y China. Quizá por esa tradición milenaria, uno de los libros más influyentes en las últimas décadas en el campo de la estrategia haya sido La mente del estratega , escrito por Kenichi Ohmae.
La influencia japonesa —heredera, en última instancia, de la filosofía de Sun Tzu y otros— se ha dejado notar en los círculos de calidad japoneses (filosofía kaizen) y en la última década en todo el modelo de gestión de Toyota, del cual las empresas occidentales han aprendido sugerentes lecciones.
Han pasado ya más de dos mil años desde la publicación de El arte de la guerra , pero el alma guerrera y competitiva de sus máximas y sugerencias perviven de forma preclara en el ámbito empresarial, académico, deportivo, institucional, diplomático e incluso personal. No debemos olvidar que Sun Tzu otorga una importancia esencial al autoconocimiento como parte intrínseca de ese proceso de maximización de las propias fortalezas.
En el terreno deportivo, sin ir más lejos, es conocida la afición del piloto español de Fórmula 1 Fernando Alonso de motivarse a través de sentencias de los grandes militares chinos, entre ellos, Sun Tzu. «El samurái siempre luchaba con espadas contra las armas de fuego de sus rivales», dijo el piloto español en una rueda de prensa en el Gran Premio de Abu Dabi en 2012: Alonso se refería de esta forma a cómo debía contrarrestar la superioridad de Red Bull frente a Ferrari.
En la empresa, por su parte, el espíritu competitivo de Sun Tzu ha alimentado la vibrante competencia a nivel mundial entre compañías de todo tipo, que antes competían en sectores diversos y que ahora, fruto del proceso de globalización y convergencia de sectores, conviven en el mismo terreno de juego, como si se tratase de los ejércitos que saltan al tapete para jugar una partida real del famoso juego del Risk. En los negocios, como en el deporte, nadie quiere perder; todo lo contrario, todos quieren ganar. Pero solo puede ganar uno. Por eso Sun Tzu define la guerra como «el dominio de la vida o de la muerte».
En el ámbito internacional, las relaciones diplomáticas y de poder entre las grandes naciones y potencias, como China y Estados Unidos, encuentran en las tesis de Sun Tzu uno de sus grandes inspiradores y referentes.
Por último, la influencia del general chino en el ámbito académico está fuera de toda duda. El pensamiento competitivo de Michael Porter bebe de forma evidente de Sun Tzu, y la teoría empresarial ha llevado a que la estrategia reine en los negocios. De esto último dejó constancia la revista Harvard Business Review cuando, en noviembre de 2012, al festejar su noventa cumpleaños como publicación, realizó un ranking de los artículos de HBR más citados en el mundo académico. Esa lista congregó a Michael Porter, Gary Hamel y C. K. Prahalad, grandes genios de la estrategia, aparte del dúo Kaplan y Norton, creadores del cuadro de mando integral. En suma, la estrategia, heredera de Sun Tzu, reina en la academia.