Prólogo
Entre mil y mil quinientos guiones de cine cruzan cada año la entrada de los grandes estudios de Hollywood con la esperanza de ser uno de los diez o doce afortunados que lleguen a convertirse en película.
Otros muchos, dos o tres mil al año, no consiguen ni siquiera pasar esa primera puerta. Igual que jovencitas ansiosas por saltar al estrellato o mozuelos decididos a ser el galán de moda, los guiones de cine se agolpan ante las puertas del estudio buscando un resquicio por donde colarse, un protector que los avale o un padrino que les brinde su primera oportunidad.
Un guión es como una criatura que cobra vida propia. Está llamado a ser el embrión de un proyecto que, una vez en marcha, aglutinará directores, productores, actrices, técnicos, creativos y un sinfín de personajes que se embarcarán en la aventura, mayor o menor, de la producción de una película. Una de las que será arrinconada en las estanterías de un videoclub, o una de las que congregará a millones de espectadores en colas interminables, acaparará premios y galardones y será aclamada por multitudes que se desmayarán al escuchar su nombre…, el habitual salto a la fama.
Para cruzar la entrada del estudio, y comenzar así su brillante carrera, el joven guión debe entrar respaldado por un agente de reconocido prestigio. Los estudios no aceptan guiones enviados por cualquier persona: los devuelven sin abrir el sobre, para que nadie intente después demandarlos por plagio si es que alguna de sus películas coincide con una de las ideas del guión. No es que no se plagie, pero se hace de otros modos.
Cruzar la entrada, de todos modos, significa poco. Es precisamente después de cruzarla cuando el guión afronta la verdadera carrera de obstáculos. Deberá atravesar y sortear muchos filtros y barreras antes de llegar a la persona con la autoridad necesaria para dar luz verde. La ascensión por la pirámide jerárquica del estudio es ardua, lenta y difícil; y todavía mucho más difícil, para el joven guión, el conseguir realizarla sin perder su integridad por el camino.
Los grandes estudios
Es materialmente imposible que los ejecutivos responsables de la producción en un estudio lean todo lo que llega, por lo que se apoyan en el consejo y experiencia de otros ejecutivos, contratados o free-lancers, que realizan la labor de selección inicial.
En la base de la pirámide, al comienzo de su trayectoria, el guión es leído por un lector que realiza un informe («coverage» o cobertura). La cobertura incluye una sinopsis del argumento en un folio, dos folios de comentarios y una recomendación sobre la viabilidad del proyecto. Si el guión es recomendado, seguirá su curso ascendente a través de varios ejecutivos del Departamento de Historias del estudio. Ninguno de ellos tendrá poder de dar luz verde, pero sí el de dar luz roja y rechazarlo. Es más, si su parecer es favorable, tendrá que defender el proyecto en continuas reuniones, disputando con otros ejecutivos que harán lo propio con sus guiones «protegidos».
La estructura organizativa de los estudios manifiesta, en muchos casos, los defectos propios de toda burocracia administrativa. Todos saben que, en caso de duda, dar luz roja y rechazar es menos arriesgado si quieren conservar su puesto: siempre se pueden encontrar suficientes razones que «desaconsejen» un guión. Lo peligroso es defender demasiado un proyecto y que luego resulte un fracaso, porque lo más probable es que ruede la cabeza del ejecutivo que lo apoyó. Perder el puesto por decir que «no» es más difícil y, salvo que la película resulte ser E.T., no habrá problemas. Lo menos comprometido suele ser decir «No, salvo que se cambien tantas y tantas cosas» o «Sí, pero habría que modificar todos estos puntos».
A lo largo de los distintos despachos, lecturas y reuniones por los que pasa el guión que consigue abrirse paso, cada ejecutivo va «sugiriendo» posibles cambios. Si al llegar a quien puede dar luz verde la recibe, el estudio comprará al guionista la «opción» de «desarrollar» el guión, y el proyecto entrará en la fase de Desarrollo («Development»). Allí, los cambios y arreglos estudiados comienzan a trabajarse.
Los guiones en fase de Desarrollo son, en principio, los que el estudio tiene intención de producir, lo cual no quiere decir que se produzcan de hecho. Cada estudio puede tener en desarrollo entre cien y doscientos proyectos, de los que sólo diez o doce verán la luz cada año. Otros no la verán nunca y quedarán abandonados
Los productores independientes
Igual que un estudio, los productores independientes realizan también su propia labor de análisis en los guiones que trabajan. La estructura más reducida de estos productores permite que los proyectos se estudien con más detenimiento y «cariño».
En ambos casos, el punto de partida es el mismo. Hacer cine es algo muy caro y, si la película debe recuperar el dinero a través de los que compran una entrada de cine, alquilan la película en vídeo o la ven en televisión, el productor quiere asegurar, en la medida de lo posible, que la película en la que se «embarca» ofrece garantías de llegar a buen puerto, y que no le dejará hundido en la miseria de una ruina personal o de su compañía. Se ha dado el caso de grandes estudios (United Artists) que se hundieron porque una película «les salió mal» (La puerta del Cielo).
Directores y guionistas
Se ha dicho, con cierta frecuencia, que una película se escribe tres veces: en el guión, en el rodaje y en la sala de montaje. La primera es responsabilidad del guionista, la segunda del director, la tercera —y última— del productor, o del director si tiene derecho al «montaje definitivo».
De las tres, el guión es la base. Es difícil que un director pueda conseguir una buena película si parte de un guión mediocre y, al contrario, tiene bastante avanzado si el guión con el que trabaja es suficientemente sólido. Sin embargo tanto unos como otros, al enfrentarse al proyecto en que trabajan, afrontan el mismo problema: contar una historia interesante, de modo interesante.
El cineasta muestra su maestría al conquistar el interés del espectador, mantenerlo y hacerlo crecer. A menos que un director o guionista plantee su película como cine experimental, procurará que la historia que cuenta sea capaz de atrapar al espectador y transportarlo a su mundo interior. Éste será su objetivo al contar su historia, ya lo haga con la máquina de escribir, con la cámara o con la moviola.
El análisis de historias
El análisis de historias pretende descubrir lo que «funciona» en un guión, y lo que «no funciona». A lo largo de los años, productores, guionistas, directores, críticos, etcétera, han ido acumulando conocimientos y experiencia en torno a las razones del éxito de una película. Naturalmente son conocimientos y experiencias que nunca son absolutos ni inmutables, pero que responden ciertamente a una tendencia general.
Como cualquier otro medio de expresión artística, pretender embuchar al cine en una serie de normas rígidas sería ahogarlo. Ésa es, por desgracia, la actitud que muchos ejecutivos de «Desarrollo» y productores toman ante los guiones que leen o en los que trabajan. El resultado se manifiesta después en la multitud de películas sin personalidad alguna que nos llegan, meros subproductos de una factoría de «historias en serie», donde la posible chispa creadora, si es que la hubo alguna vez, queda asfixiada por la «maquinaria productiva».
Existen también —por fortuna— productores, ejecutivos, guionistas y asesores con la sensibilidad suficiente para desarrollar historias que mantengan esa magia propia del buen talento creador. Historias que cautiven al público y que, durante dos horas, le sumerjan en un mundo propio, devolviéndole después con la sensación de haber «vivido» algo que realmente ha merecido la pena