Annotation
Clara Campoamor (1888-1972) fue la campeona del feminismo y consiguió, contra la opinión de su propio partido y de la socialista Victoria Kent, que las Cortes Constituyentes de la II República aprobaran el sufragio femenino. La primavera de 1936 sorprendió a Clara en Madrid, donde asistió a los prolegómenos de la Revolución y, ya en verano, al estallido de la Guerra Civil, de la que esta obra constituye uno de los primeros testimonios. Campoamor, temiendo por su vida, tuvo que huir de la zona republicana en el otoño de 1936, y se instaló en Suiza. A finales de aquel año había redactado el cuerpo principal de La revolución española vista por una republicana, que se publicó en francés, en 1937. Esta obra, originalísima, no se limita a reflejar el terror vivido en Madrid durante los primeros meses de la guerra, sino que constituye un clarividente análisis de los orígenes de la guerra, así como de las previsibles dificultades que nacerían de la victoria de cualquiera de los contendientes.
Clara Campoamor
LA REVOLUCIÓN ESPAÑOLA
VISTA POR UNA REPUBLICANA
FB2 Enhancer
Título original: La révolution espagnole vue par une républicaine
Traducción: Luis Español Bouché
Diseño de cubierta: Equipo Renacimiento,
Variaciones sobre un cartel de Sim
1ª edición: septiembre de 2005
© 2011. Ediciones Espuela de Plata
© Herederos de Clara Campoamor
ISBN: 978-84-15177-14-2
INTRODUCCIÓN
BREVE SEMBLANZA DE CLARA CAMPOAMOR
La muerte sepulta las mayores grandezas en el abismo del olvido y de algunos reyes de la India sólo sabemos que existieron porque subsiste alguna moneda de su reinado. Sin embargo, mientras haya un alma noble, un espíritu valiente, el nombre de Clara Campoamor no morirá. Nadie podía imaginar que un apellido tan lírico como Campoamor estaría algún día asociado a la campeona de los derechos de la mujer, la hábil comadrona del sufragio femenino, la inteligente política que no dudó en utilizar todos los resortes que tuvo en mano para conseguir su objetivo: obtener para la mujer los mismos derechos legales y políticos que el hombre, ahí es nada. Hay nombres que inspiran desdén, otros odio y la inmensa mayoría, indiferencia. El de Clara Campoamor infunde a la vez respeto y admiración. No era la señorita Campoamor una «chica bien» con tiempo y recursos para cultivarse, una sufragista de salón, sino una currante, que no habiendo podido concluir sus estudios de Bachillerato, tuvo que ponerse a trabajar a los trece años para vivir: de modistilla, primero, de dependienta en un comercio, de auxiliar de telégrafos, de profesora de adultos, de secretaria en un periódico, de traductora. Trabajó toda su vida y jamás gozó de las comodidades y de la libertad que proporciona la fortuna.
Nació Clara Campoamor Rodríguez en Madrid, el 12 de febrero de 1888 en el barrio de Maravillas, que ahora muchos llaman de Malasaña. Su padre era empleado en un periódico y su madre costurera. En 1898, el año del Desastre, Clara sufrió otro más íntimo: perdió a su padre. Sólo tenía diez años. Tres años más tarde, Clara aparca los estudios y empieza a trabajar en oficios manuales; de modistilla primero y luego de dependienta de un comercio. No sabemos gran cosa de esa época de su vida, ni de sus lecturas, aparte de lo que ella misma reveló en una entrevista que reproducimos en esta obra.
Mientras tanto, la sociedad evolucionaba y la idea del sufragio femenino se iba haciendo paso. Clara tenía ya veinte años cuando en Londres la Cámara de los Comunes aprobó, con restricciones, el sufragio femenino. Seis días después, el 9 de marzo de 1908, Emilio Alcalá-Galiano, conde de Casa Valencia, pidió el voto femenino con un argumento difícilmente rebatible: «las mujeres en España pueden ser reinas pero no electoras». Y ocho días más tarde se celebró en el Congreso de los Diputados el primer debate sobre el voto de la mujer. Se proponía que pudiesen votar en las elecciones municipales las mujeres mayores de edad, emancipadas y cabezas de familia. Defendió el sufragio femenino el Sr. Pi y Arsuaga, sin éxito. Podemos imaginar con qué interés seguiría la joven Campoamor estos acontecimientos...
Durante todos esos años obscuros de su biografía Clara Campoamor va franqueando pequeños escalones sociales y educativos. En 1909 gana una plaza en el Cuerpo Auxiliar de Telégrafos, para ingresar en el cual no es necesario ser bachiller. Tiene 21 años. Sale de Madrid destinada a Zaragoza y luego a San Sebastián. Un año después, en 1910, el ministro de Instrucción Pública Julio Burel facilita el libro acceso de las mujeres a todos los estudios universitarios.
En 1913 Clara obtiene por oposición una plaza de profesora de Taquigrafía en la Escuela de Adultos de Madrid. Para ganar algo más de dinero también hace de secretaria en el periódico La Tribuna.
En 1916 ingresa en el Ateneo de Madrid, momento crucial de su existencia. Empieza a ser conocida en ambientes feministas.
Llega el año 1921 y Clara toma la decisión más importante de su vida: decide reiniciar sus abandonados estudios de bachillerato. Se matricula en el Instituto Cisneros. Son años, también, de trabajo: es auxiliar-mecanógrafa en el Servicio de Construcciones Civiles que depende del Ministerio de Instrucción Pública, y años de contacto con el feminismo incipiente, ya que desde mayo de 1922 participa en la fundación de la Sociedad Española de Abolicionismo —los abolicionistas pretendía acabar con la prostitución— y pronuncia discursos en actos públicos junto a Elisa Soriano y María Martínez Sierra, que ya son feministas consagradas. La casa Calpe le encarga que traduzca del francés «Le roman de la momie» de Théophile Gautier, y en diciembre de 1922 entrega su trabajo. En sus años de exilio vivirá de sus traducciones.
El 21 de marzo de 1923 obtiene el título de bachillerato, que le proporciona la llave de la Universidad. Poco después se matricula en Derecho y a finales del año siguiente obtiene su licenciatura. Dos meses más tarde la admite en su seno el Colegio de Abogados de Madrid. Clara abre su primer despacho profesional y durante todo el año 1925 despliega una intensa actividad en el seno de la Academia de Jurisprudencia. En menos de tres años una secretaria sin bachillerato se ha convertido en una jurista.
En 1926 Clara ya es una figura destacada del feminismo español. Primo de Rivera, cansado de la oposición que encontraba en los socios del Ateneo decide nombrar él mismo, en junio de ese año, una Junta Directiva mostrenca, sin precisar los cargos. Incluye en esa Junta apócrifa el nombre de Clara Campoamor. Ella renuncia a ese nombramiento, lo que le obliga a solicitar la excedencia como funcionaria del Ministerio de Instrucción Pública.
En abril de 1924 el Dictador había concedido el voto a la mujer, con alguna salvedad: no podrían votar las prostitutas ni las mujeres casadas (!) Tres años más tarde Primo inaugura su dócil Asamblea Nacional, caricatura del Congreso de los Diputados, en la que designa trece mujeres. Años más tarde la Campoamor comentará en el Congreso, acerca de estas concesiones de Primo a la mujer que «la igualdad que la Dictadura quiso traer era la igualdad en la nada». Clara no colabora con la Dictadura y se decanta contra la monarquía. Así, cuando en 1927 le concede un premio la Academia de Jurisprudencia, Clara rechaza la Gran Cruz de Alfonso XIII que lleva aneja el galardón. Sigue desbordante de actividad, y en 1928 participa en el XI Congreso Internacional de Protección de la Infancia (Madrid) y el 30 de marzo de ese mismo año es elegida académica-profesor de la Academia de Jurisprudencia.
En 1929 Clara se integra en el partido Acción Republicana. Es su primer paso en política. El 13 de marzo, resulta elegida Secretaria 3ª del Ateneo. En junio de 1930 será ponente en el I Congreso de la Sección Española de la Unión Internacional de Abogados. Cae la dictadura de Primo, llega la