Ocurrió cuando nadie lo esperaba. En un mundo presa de la crisis económica, el cinismo político, la vaciedad cultural y la desesperanza, simplemente ocurrió. Conectadas a través de las redes sociales de Internet, las personas empezaron a agruparse en esos espacios de autonomía y, desde la seguridad del ciberespacio, pasaron a ocupar las calles y a elaborar proyectos ligados a sus verdaderas preocupaciones, por encima de las ideologías y de los intereses dominantes, reclamando su derecho a hacer historia. En todos los casos ignoraron a los partidos políticos, desconfiaron de los medios de comunicación, no reconocieron ningún liderazgo y rechazaron toda organización formal, debatiendo colectivamente y tomando sus decisiones en asambleas locales y a través de Internet.
Desde Túnez e Islandia hasta la revolución egipcia y el movimiento Ocupar Wall Street, pasando por los indignados en España, Manuel Castells arroja luz sobre esos movimientos —su formación, su dinámica, sus valores y sus perspectivas de transformación social—, que han llegado a alcanzar a 82 países. Al hilo de su esclarecedor y apasionante análisis, identifica las nuevas vías del cambio social que han surgido en este siglo y plantea hipótesis sobre sus implicaciones prácticas. Un libro, en definitiva, imprescindible para comprender —y cambiar— nuestro mundo.
Manuel Castells
Redes de indignación y esperanza
Los movimientos sociales en la era de internet
ePub r1.0
marianico_elcorto 27.04.14
Título original: Networks of Outrage and Hope. Social Movements in the Internet Age
Manuel Castells, 2012
Traducción: María Hernández Díaz
Retoque de portada: Piolin
Editor digital: marianico_elcorto
ePub base r1.1
Para Alain Touraine,
mi padre intelectual,
teórico de los movimientos sociales.
Agradecidos
Noviembre de 2011 fue un buen mes. Mi amigo John Thompson, uno de los sociólogos más destacados en el estudio político de los medios de comunicación, me había invitado a Cambridge para dar una serie de conferencias en el programa CRASSH de esa universidad. Estuve alojado en el magnífico edificio medieval del St. John’s College, donde el ambiente monástico y la interacción colegial me proporcionaron un espacio-tiempo de serenidad para reflexionar sobre mis ideas tras un intenso año inmerso en la teoría y práctica de los movimientos sociales. Como le sucedió a mucha gente en todo el mundo, primero me sorprendí y después me movilicé con las protestas que se iniciaron en Túnez en diciembre de 2010 y que se difundieron viralmente por todo el mundo árabe. En estos últimos años había estado siguiendo el surgimiento de movimientos sociales en red, apoyados en el uso de Internet y las redes de comunicación móvil, en Madrid en 2004, en Irán en 2009, y en otros países del mundo. Durante casi una década estuve estudiando la transformación de las relaciones de poder en interacción con el cambio en las comunicaciones y detecté el nacimiento de un nuevo modelo de movimientos sociales, quizás las nuevas formas de cambio social en el siglo XXI . Este fenómeno conectaba con mi experiencia personal como veterano de mayo del 68 en París. Volví a sentir la misma alegría que había sentido entonces: de repente todo parecía posible; el mundo no estaba irremediablemente condenado al cinismo político y la imposición burocrática de formas de vida sin sentido. Por todas partes, de Islandia a Túnez, de WikiLeaks a Anonymous y, poco después, de Atenas a Madrid y Nueva York, eran evidentes los síntomas de una nueva era revolucionaria, una época de revoluciones encaminadas a explorar el sentido de la vida más que a tomar el poder en el estado. La crisis del capitalismo financiero global no era obligatoriamente un callejón sin salida; podía ser incluso el indicio de un nuevo comienzo de forma inesperada. Durante 2011 empecé a recopilar información sobre estos nuevos movimientos sociales, compartiendo mis investigaciones con mis estudiantes de la University of Southern California. Después di algunas conferencias para comunicar mis ideas preliminares en la Northwestern University, en el College d’Etudes Mondiales de París, en Oxford, en la Universitat Oberta de Catalunya en Barcelona y en la London School of Economics. Cada vez estaba más convencido de que en el mundo estaba pasando algo realmente importante. Dos días antes de volver a Barcelona desde Los Ángeles, el 19 de mayo, recibí un correo electrónico de una joven de Madrid a la que no conocía, en el que me decía que iban a ocupar las plazas de las ciudades españolas y que por qué no me unía a ellos de alguna forma, teniendo en cuenta lo que había escrito sobre el tema. Mi corazón se aceleró. ¿Sería posible? ¿Habría esperanza nuevamente? En cuanto aterricé en Barcelona, me fui a la Plaza de Catalunya. Allí estaban, cientos de ellas, debatiendo a pleno sol, pacíficamente y con total seriedad. Conocí a las indignadas. Resultó que mis dos principales ayudantes de investigación en Barcelona, Joana y Amalia, ya formaban parte del movimiento. Pero no para investigar. Estaban tan indignadas como los demás y habían decidido actuar. Yo no acampé, mis huesos no hubieran soportado dormir sobre el pavimento. Pero desde entonces he seguido a diario las actividades del movimiento, visitando las acampadas de Barcelona y Madrid; hablando cuando alguien me lo pedía ante la Acampada Barcelona u Occupy London, y ayudando a elaborar algunas de las propuestas que surgían del movimiento. Conecté espontáneamente con los valores y el estilo del movimiento, despojado en gran medida de ideologías obsoletas y políticas manipuladoras. Así empezó un viaje de apoyo a estos movimientos y de estudio de su significado. Sin un objeto concreto y, por supuesto, sin ninguna intención de escribir un libro; desde luego no a corto plazo. Vivir es mucho más interesante que escribir, especialmente cuando uno ya ha escrito veinticinco libros. Así pues, estaba en Cambridge con la oportunidad de hablar y debatir con un magnífico grupo de inteligentes estudiantes que además eran ciudadanos comprometidos. Decidí centrar mi serie de conferencias en «Los movimientos sociales en la era de Internet» para ordenarme las ideas, con la esperanza de que la interacción con estudiantes y colegas me ayudara a comprender mejor el significado de movimientos tan diversos. Fue fantástico. Intenso, riguroso, auténtico, y sin ningún tipo de boato académico. Al terminar el mes, cuando me despedía, mis colegas John Thompson e Isidora Chacón insistieron en que debía escribir un libro basado en estas conferencias. Un libro breve, de rápida escritura, menos académico de lo habitual. ¿Breve? ¿De rápida escritura? Nunca había hecho algo así. Mis libros se gestan normalmente en al menos cinco años y suelen tener más de cuatrocientas páginas. Sí, puedes hacer otro dentro de cinco años, me dijeron, pero ahora lo que se necesita es un libro sencillo que organice el debate y ayude a reflexionar sobre el movimiento y a que el gran público comprenda mejor estos nuevos movimientos. Lograron que me sintiera culpable de no hacerlo, ya que la única aportación potencialmente útil que puedo hacer a un mundo mejor procede de mi experiencia vital como investigador, escritor y profesor, no de mi activismo, que a menudo es confuso. Cedí a su petición y aquí estoy, cuatro meses después. Ha sido rápido y agotador. Corto, para lo que suele ser normal en mí. En cuanto a su relevancia, lo dejo al juicio de los lectores. Mi primer agradecimiento es por tanto para John e Isidora, los instigadores de esta empresa. Ellos demostraron su interés siguiendo y comentando el borrador durante la elaboración de este proyecto. Les estoy profundamente agradecido por su generosidad y aportación intelectual.