CHARLES ROBERT DARWIN (12 de febrero de 1809 – 19 de abril de 1882) fue un naturalista inglés que postuló que todas las especies de seres vivos han evolucionado con el tiempo a partir de un antepasado común mediante un proceso denominado selección natural. La evolución fue aceptada como un hecho por la comunidad científica y por buena parte del público en vida de Darwin, mientras que su teoría de la evolución mediante selección natural no fue considerada como la explicación primaria del proceso evolutivo hasta los años 1930. Actualmente constituye la base de la síntesis evolutiva moderna. Con sus modificaciones, los descubrimientos científicos de Darwin aún siguen siendo el acta fundacional de la biología como ciencia, puesto que constituyen una explicación lógica que unifica las observaciones sobre la diversidad de la vida.
Título original: Autobiography
Charles Darwin, 1887.
Traducción: José Luis Gil Aristu
Diseño/retoque portada: Serafín Senosiáin
Editor original: Carlos6 (v1.0)
ePub base v2.1
Notas
Las notas que aparecen sin nombre del autor son de Francis Darwin. (N. del E.)
«Un editor alemán me escribió pidiéndome un informe sobre la evolución de mi mente y mi carácter —escribe Darwin—, junto con un esbozo autobiográfico, y pensé que el intento podría entretenerme y resultar, quizá, interesante para mis hijos o para mis nietos. [...] He intentado escribir el siguiente relato sobre mi propia persona como si yo fuera un difunto que, situado en otro mundo, contempla su existencia retrospectivamente, lo cual tampoco me ha resultado difícil, pues mi vida ha llegado casi a su final.»
C HARLES D ARWIN
No obstante, a los ojos de la familia, y especialmente de su mujer Emma Wedgwood, Darwin escribió estas memorias con demasiada libertad. El autor de El origen de las especies exponía abiertamente sus opiniones sobre amigos y conocidos, y de manera muy particular sobre la religión (el cristianismo le parecía, por ejemplo, «una doctrina detestable»). El texto apareció censurado en su primera edición, y sólo en la década de 1950 se recuperó la versión íntegra, sin recortes.
Charles Darwin
Autobiografía
ePUB v1.0
Carlos609.02.13
Introducción
~ por Martí Domínguez ~
Francis Darwin, el tercer hijo de Charles Darwin y su colaborador más próximo y fiel, fue el encargado de revisar y preparar para la edición la Autobiografía inédita y póstuma de su padre. Se trata de un texto explicativo de la vida del científico, al parecer para uso exclusivamente familiar, pero donde, como dice Niles Eldredge (2005), se nos muestra tan franco e incisivo como en sus otros escritos científicos. Darwin redactó las 121 páginas del relato principal entre mayo y agosto de 1876, escribiendo —como lo explica él mismo— una hora todas las tardes. Durante los seis últimos años de su vida, amplió el texto a medida que le llegaban los recuerdos e insertó 67 páginas de adenda. Por tanto, constituye un documento excelente para conocer de primera mano su biografía, la percepción de sus éxitos, las inquietudes producidas por sus libros y muchos otros detalles transcendentales de su vida.
Sin embargo, en el momento de editar la Autobiografía, cinco años después de su muerte, Francis Darwin decidió realizar una larga serie de correcciones y supresiones, bajo la firme supervisión de su madre, Emma Wedgwood. Al mismo tiempo, añadió un conjunto de apéndices, basados en recuerdos sobre su padre, una recopilación de cartas y un largo capítulo dedicado a recoger sus opiniones sobre la religión. Según escribe Nora Barlow en la introducción de la edición de 1958, la familia estaba dividida respecto a la oportunidad de publicar algunos párrafos relativos a sus ideas religiosas: si bien Francis Darwin era partidario de publicar el texto sin ninguna modificación que no fuera absolutamente necesaria, otros miembros de la familia —entre ellos, sin duda, su madre, de fuertes convicciones religiosas— opinaban que algunas de aquellas opiniones podrían resultar perjudiciales para su memoria. Finalmente se pactó un texto de consenso que pareciese bien a todos los miembros de la familia, tan unida por otra parte en los demás asuntos. Resulta por ello muy interesante analizar de qué manera recortaron, recondujeron y, sencillamente, manipularon la Autobiografía de Darwin, con el objeto de presentarla con el aspecto menos polémico posible.
Este análisis resulta especialmente sugerente si nos centramos principalmente en la presentación del capítulo dedicado a la religión. Comenzaba con una carta enviada a J. Fordyce, que se publicó en el libro Aspects of scepticism (1883):
Cuáles sean mis propias opiniones es una cuestión que no importa a nadie más que a mí. Sin embargo, puesto que lo pide, puedo afirmar que mi criterio fluctúa a menudo… En mis fluctuaciones más extremas, jamás he sido ateo en el sentido de negar la existencia de un Dios. Creo que en términos generales (y cada vez más, a medida que me voy haciendo más viejo), aunque no siempre, agnóstico sería la descripción más correcta de mi actitud espiritual.
Darwin se declaraba agnóstico, es decir, seguía los pasos de su buen amigo Thomas H. Huxley, creador del término (Dawkins, 2007). Huxley explicó el significado de esta palabra tras recibir la dura crítica del director del King’s College de Londres, el reverendo doctor Wace, que ridiculizó su «cobarde agnosticismo»:
Él puede preferir denominarse agnóstico a sí mismo, pero su verdadero nombre es uno más antiguo: es un infiel, es decir, un no-creyente. Quizá la palabra infiel implique un significado desagradable. Y esta implicación es quizá correcta. Es, y así debe ser, una cosa desagradable para un hombre que dice sin pudor que no cree en Jesucristo.
Ante estas, sin duda, «desagradables» acusaciones, Huxley no tuvo más remedio que replicar:
[Algunos] estaban bastante seguros de que habían alcanzado una cierta «gnosis»; con mayor o menor éxito habían resuelto el problema de la existencia, mientras yo me sentía bastante seguro de que no lo había conseguido y tenía una convicción bastante fuerte de que el problema era irresoluble […]. Por lo que me puse a pensar e inventé lo que entendía que debía de ser el apropiado titulo de agnóstico […]. El agnosticismo, de hecho, no es un credo sino un método, la esencia del cual reside en un principio singular […]. El principio puede expresarse positivamente de la siguiente manera: en cuestiones intelectuales sigue tu razón tan lejos como ella te lleve, sin tener en cuenta ninguna otra consideración. Y negativamente se expresaría así: en cuestiones intelectuales, no pretendas que son ciertas conclusiones que no se han demostrado o no son demostrables. Esto digo que es la fe agnóstica.
Cuando Darwin se declaraba seguidor de la fe agnóstica se exponía también a ser etiquetado de infiel por los más virulentos doctores de la Iglesia. Pero, aun así, su agnosticismo era poco convincente («creo en general pero no siempre»); da la impresión de que la cuestión le interesaba poco, y que intentaba quitarse de encima a los inoportunos investigadores, que lo distraían de su trabajo. Con ésa y otras cartas nos venía a decir que su opinión no tenía demasiado interés, pues no se podía comprobar, y como científico evitaba cualquier opinión poco contrastada. En otra carta indicaba que no había dedicado tiempo suficiente al tema de la religión; «estaréis de acuerdo conmigo en que cualquier cosa que se ha de exponer a la opinión publica ha de ser sopesada y divulgada con precaución». Y en otra, enviada a un estudiante holandés, acababa expresando opiniones demasiado elementales (Darwin, 1887):