Charles Darwin - El origen del hombre
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- Libro:El origen del hombre
- Autor:
- Editor:ePubLibre
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- Año:1871
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El origen del hombre: resumen, descripción y anotación
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El origen del hombre — leer online gratis el libro completo
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Todos los hombres y mujeres pertenecen a una sola especie, la Homo Sapiens; sin embargo la especie humana tal y como la conocemos ahora surgió de otros seres vivos que no eran humanos. El proceso evolutivo a través del cual se desarrolló el hombre a partir de antepasados no humanos y los procesos de cambio que aún hoy alteran, aunque en forma lenta, las características corporales de éstos, es también objetivo de estudio de la antropología física. Así pues, mediante estas investigaciones se sabe cómo los hombres adquirieron los rasgos que hoy los diferencian de los otros animales.
Charles Darwin
ePub r1.1
Titivillus 27.05.16
Título original: The Descent of Man
Charles Darwin, 1871
Traducción: A. López White
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
CHARLES ROBERT DARWIN (Shrewsbury, Shropshire, 1809 – Downe, Kent, 1882) fue un naturalista y geólogo inglés, conocido principalmente por sus contribuciones a la teoría de la evolución. Él estableció que todas las especies han descendido con el tiempo a partir de ancestros comunes, y en una publicación conjunta con Alfred Russel Wallace, introdujo su teoría científica de que este patrón de ramificación de la evolución fue resultado de un proceso denominado «selección natural».
Con apenas 16 años ingresó en la Universidad de Edimburgo, aunque paulatinamente fue dejando de lado sus estudios de medicina para dedicarse a la investigación de invertebrados marinos. Fue en la Universidad de Cambridge donde creció su pasión por las ciencias naturales y donde se convirtió en amigo del profesor de botánica John Stevens Henslow, quien le consiguió un puesto como naturalista sin retribución en el HMS Beagle. El segundo viaje a bordo del barco consolidó su fama como eminente geólogo, mientras que la publicación del diario de su viaje lo hizo célebre como escritor popular. Intrigado por la distribución geográfica de la vida salvaje y por los fósiles que recolectó en su periplo, Darwin investigó sobre el hecho de la transmutación de las especies y concibió su teoría de la selección natural en 1838. Aunque discutió sus ideas con algunos naturalistas, necesitaba tiempo para realizar una investigación exhaustiva, y sus trabajos geológicos tenían prioridad. Se encontraba redactando su teoría en 1858 cuando Alfred Russel Wallace le envió un ensayo que describía la misma idea, urgiéndole Darwin a realizar una publicación conjunta de ambas teorías.
Su obra fundamental, El origen de las especies por medio de la selección natural, o la preservación de las razas preferidas en la lucha por la vida, publicada en 1859, estableció que la explicación de la diversidad que se observa en la naturaleza se debe a las modificaciones acumuladas por la evolución a lo largo de las sucesivas generaciones. Trató la evolución humana y la selección natural en su obra El origen del hombre y de la selección en relación al sexo (1871) y posteriormente en La expresión de las emociones en los animales y en el hombre (1872). También dedicó una serie de publicaciones a sus investigaciones en botánica y geológicas.
En lo personal se casó con su prima Emma Wedgwood, quien lo apoyaba a pesar de tener diferencias de pensamiento y con quien tuvo diez hijos. Dos de ellos murieron en la infancia, aunque fue especialmente el fallecimiento de Anne Darwin con diez años el que dejó una huella indeleble en sus padres. En 1882 se le diagnosticó a Darwin lo que se llamó «angina de pecho», que entonces significaba una trombosis coronaria y enfermedad del corazón, muriendo finalmente en abril de ese mismo año.
Como reconocimiento a la excepcionalidad de sus trabajos, fue uno de los cinco personajes del siglo XIX no pertenecientes a la realeza del Reino Unido honrado con funerales de Estado, siendo sepultado en la Abadía de Westminster, próximo a John Herschel e Isaac Newton.
PRUEBAS DE QUE EL HOMBRE DESCIENDE DE UNA FORMA INFERIOR
Para afirmar que el hombre es el descendiente modificado de alguna forma preexistente, es menester averiguar antes si varía en sí mismo, por poco que sea, en su conformación corporal y facultades mentales, y, caso de ser así, si las variaciones se transmiten a su prole siguiendo las leyes que rigen para los animales inferiores, tales como la de la transmisión de los caracteres a la misma edad o sexo. Por lo que podemos juzgar, dada nuestra ignorancia, ¿son dichas variaciones debidas a las mismas causas, o dependen de idénticas leyes que los demás organismos, por ejemplo, las de correlación, efectos hereditarios del uso y de la falta de uso, etc.? ¿Está sujeto el hombre a las mismas deformaciones, debidas a cesación de desarrollo, duplicación de partes, etc.; y presenta en sus anomalías alguna reversión a un tipo de conformación anterior y antiguo? Natural también es preguntar, si, como tantos otros animales, el hombre ha dado lugar a variedades y razas tan distintas entre sí, que deben clasificarse como especies dudosas. ¿De qué modo estas razas están distribuidas sobre la tierra, y cómo influyen unas sobre otras, tanto en la primera como en las demás generaciones, cuando hay entre ellas cruzamientos?
La investigación debería después tratar de dilucidar la importante cuestión de si el hombre tiende a multiplicarse con bastante rapidez para que nazcan rigurosas luchas por la vida, cuyo resultado ha de ser la conservación en la especie de las variaciones ventajosas del cuerpo y del espíritu, y la consiguiente eliminación de las que son perjudiciales, Las razas o especies humanas, llámeselas como se quiera, ¿se sobreponen mutuamente y se reemplazan unas a otras hasta el punto de llegar a extinguirse algunas? La respuesta a todas o a la mayor parte de estas preguntas, veremos que, como para los animales inferiores, debe para la mayoría de esas especies ser evidentemente afirmativa. Haciendo, por ahora, caso omiso de las consideraciones que preceden, pasemos a ver hasta qué punto la conformación corporal del hombre presenta vestigios, más o menos claros, de su descendencia de alguna forma inferior. En los dos capítulos siguientes examinaremos las facultades mentales del hombre, comparadas con las de los animales que le son inferiores en la escala zoológica.
Conformación corporal del hombre
Sabido es de todos que el hombre está constituido sobre el mismo tipo general o modelo que los demás mamíferos. Todos los huesos de su esqueleto son comparables a los huesos correspondientes de un mono, de un murciélago, o de una foca. Lo mismo se puede afirmar de sus músculos, nervios, vasos sanguíneos y vísceras internas. El cerebro, el más importante de todos los órganos, sigue la misma ley, como lo han probado Huxley y otros anatomistas. Bischoff admite también que cada hendidura principal y cada repliegue del cerebro humano tiene su análogo en el del orangután; pero añade que los dos cerebros no concuerdan completamente en ningún período de su evolución; concordancia que, por otra parte, no puede esperarse, ya que de verificarse serían iguales las facultades mentales de ambos. Vulpian hace la observación siguiente: «Las diferencias reales que existen entre el encéfalo del hombre y el de los monos superiores, son excesivamente tenues. Sobre este particular no podemos hacernos ilusiones. Por los caracteres anatómicos de su cerebro, el hombre se aproxima más a los monos antropomorfos, que éstos no sólo a ciertos mamíferos, sino aun a ciertos cuadrumanos, como los macacos». Pero aquí sería superfluo dar más detalles sobre la correspondencia entre el hombre y los mamíferos superiores, en lo tocante a la estructura del cerebro y de todas las demás partes del cuerpo.
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